16/12/2018, 17:46
Pero Daruu desvió la mirada, y aquel gesto enfureció aún más a Zetsuo. Adelantó un paso hacia él con un peligroso brillo en los ojos, dispuesto a reclamar su derecho a conocer la verdad aún si tenía que utilizar la fuerza para hacerlo, pero entonces habló:
—Por lo visto Ayame viajó a Tanzaku Gai para enviar una carta de disculpa a Sarutobi Hanabi a través de Uzumaki... Eri —explicó, pronunciando aquel último nombre con un odio casi visceral—. No sé nada más, sólo que no parecía que fuese eso lo que causó su transformación, a juzgar por lo que dijeron ambas. Ni siquiera sé si esto es del todo verdad, porque el Gobi intentó utilizarlo para ponerme en contra de Ayame.
—¿Una carta a Uzushiogakure? —repitió Kōri, genuinamente sorprendido.
—Esta chiquilla... La muy estúpida se sentía culpable por lo que ocurrió en el examen de Chuunin, ya me lo comentó Shanise-san —suspiró Zetsuo, masajeándose el puente de la nariz. Sin embargo, aquel asunto era la menor de sus preocupaciones en aquellos instantes. Si no tenía que ver con el actual estado de Ayame, lo haría a un lado hasta que todo regresara a la normalidad—. En ese caso tendrá que contárnoslo ella misma.
Zetsuo volvió a agacharse hacia el Gobi y utilizó su propia mochila para poder apoyar su espalda contra ella y mantenerla sentada. Y entonces se quedó mirándola durante unos instantes. Nunca, en toda su vida, había siquiera imaginado que se vería obligado a utilizar una técnica de interrogación con su propia hija. En cierta manera, era algo agresivo, pero no tenían alternativa si querían conocer la verdad. El médico entrelazó las manos en una secuencia de cinco sellos con cierta lentitud, casi como si se estuviera resistiendo a ello:
—Jigyaku no Jutsu —pronunció, paladeando cada sílaba. En un principio no parecía que nada hubiese sucedido: Kokuō seguía durmiendo tan plácidamente como hacía unos pocos segundos, pero aún así Zetsuo habló—: Háblanos, Gobi. ¿Cómo ha acabado Ayame en este estado?
Ella frunció el ceño y apretó las mandíbulas, pero no llegó a abrir los ojos.
—Revirtieron... el sello —confesó, a regañadientes.
Y Zetsuo abrió los ojos como platos al escucharla.
—¿Cómo que revirtieron el sello? ¿Qué cojones quiere decir eso?
—Eso quiere decir... que la señorita y yo hemos intercambiado los papeles. Ella ahora está sellada en mí... y yo... soy libre de nuevo —sonrió.
—¿Era posible hacer algo así? —preguntó Kōri.
Pero Zetsuo negó con la cabeza, apesadumbrado.
—No. En teoría, no. O al menos yo nunca he visto algo así —dijo. Y lo estaba diciendo alguien que había dedicado toda su vida a estudiar los entresijos de las técnicas de sellado—. Por eso el sello está intacto, y por eso ninguna técnica de contención funcionaría... ¡MIERDA! —bramó, con un sonoro puñetazo que resquebrajó la placa de hielo bajo sus nudillos.
—Por lo visto Ayame viajó a Tanzaku Gai para enviar una carta de disculpa a Sarutobi Hanabi a través de Uzumaki... Eri —explicó, pronunciando aquel último nombre con un odio casi visceral—. No sé nada más, sólo que no parecía que fuese eso lo que causó su transformación, a juzgar por lo que dijeron ambas. Ni siquiera sé si esto es del todo verdad, porque el Gobi intentó utilizarlo para ponerme en contra de Ayame.
—¿Una carta a Uzushiogakure? —repitió Kōri, genuinamente sorprendido.
—Esta chiquilla... La muy estúpida se sentía culpable por lo que ocurrió en el examen de Chuunin, ya me lo comentó Shanise-san —suspiró Zetsuo, masajeándose el puente de la nariz. Sin embargo, aquel asunto era la menor de sus preocupaciones en aquellos instantes. Si no tenía que ver con el actual estado de Ayame, lo haría a un lado hasta que todo regresara a la normalidad—. En ese caso tendrá que contárnoslo ella misma.
Zetsuo volvió a agacharse hacia el Gobi y utilizó su propia mochila para poder apoyar su espalda contra ella y mantenerla sentada. Y entonces se quedó mirándola durante unos instantes. Nunca, en toda su vida, había siquiera imaginado que se vería obligado a utilizar una técnica de interrogación con su propia hija. En cierta manera, era algo agresivo, pero no tenían alternativa si querían conocer la verdad. El médico entrelazó las manos en una secuencia de cinco sellos con cierta lentitud, casi como si se estuviera resistiendo a ello:
—Jigyaku no Jutsu —pronunció, paladeando cada sílaba. En un principio no parecía que nada hubiese sucedido: Kokuō seguía durmiendo tan plácidamente como hacía unos pocos segundos, pero aún así Zetsuo habló—: Háblanos, Gobi. ¿Cómo ha acabado Ayame en este estado?
Ella frunció el ceño y apretó las mandíbulas, pero no llegó a abrir los ojos.
—Revirtieron... el sello —confesó, a regañadientes.
Y Zetsuo abrió los ojos como platos al escucharla.
—¿Cómo que revirtieron el sello? ¿Qué cojones quiere decir eso?
—Eso quiere decir... que la señorita y yo hemos intercambiado los papeles. Ella ahora está sellada en mí... y yo... soy libre de nuevo —sonrió.
—¿Era posible hacer algo así? —preguntó Kōri.
Pero Zetsuo negó con la cabeza, apesadumbrado.
—No. En teoría, no. O al menos yo nunca he visto algo así —dijo. Y lo estaba diciendo alguien que había dedicado toda su vida a estudiar los entresijos de las técnicas de sellado—. Por eso el sello está intacto, y por eso ninguna técnica de contención funcionaría... ¡MIERDA! —bramó, con un sonoro puñetazo que resquebrajó la placa de hielo bajo sus nudillos.