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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Los matices vespertinos que anunciaban la escondida de un sol tenue y cansado inundaban el cielo. Tanto así le había llevado a los dos Cabeza de Dragón poder encontrar siquiera una nimia aproximación a un objetivo que cumpliera con las expectativas necesarias para tener el honor de suplantar al gran Tiburón de Amegakure en su muerte anunciada.

El grito de emoción, agudo y gentil, finalmente llamó la atención de ambos. Provenía de una inocente niña que aparentaba no más de cinco años, y a su lado; un muchacho que, por obras de destino, contaba con características físicas similares a las de Kaido. Kyūtsuki lo supo inmediatamente. Kaido, también.

Él era la presa perfecta.

El Kaido sin tatuaje, sin embargo, se lo hubiera pensado dos veces. No porque fuera más débil que aquel que ahora poseía la marca, sino que el gusto por la sangre no podía satisfacerse a costa de ciertas cosas. Hasta el mar mismo tenía sus leyes. Ahora, no obstante, la tranquilidad de Dragón Rojo dependía del tiempo que aquel subterfugio iba a ganarles. El de que encontraran su cadáver y pensaran que estaba muerto. No podía sentirse caprichoso durante aquella velada. Su mandíbula iba a caer, de igual forma, con todo el peso de su bestialidad sobre aquel muchacho aún y cuando no se lo mereciera.

—Hagámoslo rápido —sentenció—. encárgate tú de la cría.

El tiburón abandonó su escondrijo y avanzó, silencioso, rodeando la circunvalación del río. Hasta que sintió que era prudente aparecer al pescador por la espalda.

—¿Qué hacen dos jovencitos a estas horas tan cerca del río?
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Mensajes en este tema
(B) La tumba de Umikiba Kaido - por Amekoro Yui - 14/09/2018, 21:53
RE: (B) La tumba de Umikiba Kaido - por Umikiba Kaido - 16/12/2018, 18:17


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