17/12/2018, 19:56
Kiroe se levantó y se dio la vuelta lentamente. Comenzó a caminar en dirección a donde había ido su hijo.
—Las marcas son personales, Zetsuo. Creo que ya lo sabes, o es que te has perdido tanto en ese orgullo tuyo que te has vuelto tremendamente estúpido —espetó, sin ningún tipo de tacto—. Estás avergonzando a un ninja con tu experiencia. Tranquilízate primero, y luego, volvemos. O cuando hables con Yui podrías perder más que tu orgullo.
Daruu dejó marcado uno de los árboles de un pequeño grupo semi-forestal cercano a la orilla del lago con una de sus insignias sangrientas. «Esta técnica ha servido para salvar a Ayame. Más vale que deje todas las marcas que pueda, nunca se sabe cuándo pueden ser un recurso útil.»
Kiroe le acompañó un minuto después. Sin mediar palabra alguna, ella dejó su propia marca y se apoyó en un árbol, cruzándose de brazos.
—Se cree más de lo que es. Como si fuera él el mismísimo Señor Feudal de la Tormenta.
—¡Ja! Apuesto a que si pudiera tomaría el cargo gustosamente. Es... un buen hombre. Pero demasiado temperamental, sobretodo cuando se trata de su familia.
Daruu observó a Zetsuo, que, en silencio, yacía sentado frente al cuerpo de Kokuo.
—Bijuus en cuerpos humanos. Organizándose y rebelándose contra los ninjas. Cosa de locos.
—Odio tener que admitirlo, Daruu —dijo—. ¿Pero crees que alguien en la villa sería capaz de... devolverla a la normalidad?
—Si no lo hay... Habrá que buscarlo —constató Daruu—. Donde sea. En cualquier parte de Oonindo.
—¿Sabes que es...?
—En cualquier parte. —Daruu echó a caminar de nuevo hacia los demás—. Vamos. Voy a intentar transportarnos.
Apenas cabían en la habitación de Daruu, en Amegakure. El muchacho cayó de rodillas, totalmente exhausto, y jadeó trabajosamente. Sintió la vista nublarse, pero sonrió con satisfacción. El aterrizaje había sido casi perfecto. Con tantas personas...
—Bien. Kori y Daruu, os quedáis en la Pastelería hasta que volvamos. O aquí en casa. Llevamos varios días desaparecidos y nos estarán buscando, lo último que queremos es que os pase algo.
—¡Pero no es justo!
—Cállate y obedece. Es una orden —escupió Kiroe, y se echó a Kokuo al hombro—. Vamos, Zetsuo, tenemos algunas explicaciones que dar.
—Las marcas son personales, Zetsuo. Creo que ya lo sabes, o es que te has perdido tanto en ese orgullo tuyo que te has vuelto tremendamente estúpido —espetó, sin ningún tipo de tacto—. Estás avergonzando a un ninja con tu experiencia. Tranquilízate primero, y luego, volvemos. O cuando hables con Yui podrías perder más que tu orgullo.
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Daruu dejó marcado uno de los árboles de un pequeño grupo semi-forestal cercano a la orilla del lago con una de sus insignias sangrientas. «Esta técnica ha servido para salvar a Ayame. Más vale que deje todas las marcas que pueda, nunca se sabe cuándo pueden ser un recurso útil.»
Kiroe le acompañó un minuto después. Sin mediar palabra alguna, ella dejó su propia marca y se apoyó en un árbol, cruzándose de brazos.
—Se cree más de lo que es. Como si fuera él el mismísimo Señor Feudal de la Tormenta.
—¡Ja! Apuesto a que si pudiera tomaría el cargo gustosamente. Es... un buen hombre. Pero demasiado temperamental, sobretodo cuando se trata de su familia.
Daruu observó a Zetsuo, que, en silencio, yacía sentado frente al cuerpo de Kokuo.
—Bijuus en cuerpos humanos. Organizándose y rebelándose contra los ninjas. Cosa de locos.
—Odio tener que admitirlo, Daruu —dijo—. ¿Pero crees que alguien en la villa sería capaz de... devolverla a la normalidad?
—Si no lo hay... Habrá que buscarlo —constató Daruu—. Donde sea. En cualquier parte de Oonindo.
—¿Sabes que es...?
—En cualquier parte. —Daruu echó a caminar de nuevo hacia los demás—. Vamos. Voy a intentar transportarnos.
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¡FSUSUSUSUSUMM!!
Apenas cabían en la habitación de Daruu, en Amegakure. El muchacho cayó de rodillas, totalmente exhausto, y jadeó trabajosamente. Sintió la vista nublarse, pero sonrió con satisfacción. El aterrizaje había sido casi perfecto. Con tantas personas...
—Bien. Kori y Daruu, os quedáis en la Pastelería hasta que volvamos. O aquí en casa. Llevamos varios días desaparecidos y nos estarán buscando, lo último que queremos es que os pase algo.
—¡Pero no es justo!
—Cállate y obedece. Es una orden —escupió Kiroe, y se echó a Kokuo al hombro—. Vamos, Zetsuo, tenemos algunas explicaciones que dar.