18/12/2018, 14:26
Kōri había estado ocupado asegurando que su comunicador estuviera a punto. Después de encenderlo y fijar la frecuencia de emisión, volvió a colocárselo en el oído izquierdo justo en el momento en el que Daruu decidía hablar.
—¿Y ahora, qué? Estoy francamente asustado, sensei.
El Hielo suspiró, expulsando el aire por la nariz.
—Ahora no nos queda más remedio que esperar, Daruu-kun —habló, con sus iris clavados en la puerta que se acababa de cerrar. Calló durante algunos segundos, con los labios apretados y entonces añadió algo más—: Si te soy sincero, yo también tengo miedo.
No era algo que quisiera admitir en voz alta para alimentar su terror, pero no era ningún secreto que la relación de Ayame con la Arashikage no era la más idílica del mundo. La muchacha ya la había sacado de sus casillas con su ingenua curiosidad en varias ocasiones, y eso sumado a los líos en los que se había visto envuelta con Uchiha Datsue y al hecho de que ya había perdido varias veces el control... Por no hablar de que los cuatro habían decidido actuar por su propia cuenta y riesgo a la hora de ir a buscar y rescatarla, sin haber contado previamente con su beneplácito. Por mucho que en aquella ocasión no hubiese tenido ella la culpa, dudaba que Amekoro Yui fuera a recibir aquella noticia con demasiada alegría.
—Bajemos a la pastelería —sugirió Kōri, dirigiéndose a la puerta. Con la tensión del momento, se asfixiaba en un espacio tan pequeño como era la habitación de su pupilo.
—¿Y ahora, qué? Estoy francamente asustado, sensei.
El Hielo suspiró, expulsando el aire por la nariz.
—Ahora no nos queda más remedio que esperar, Daruu-kun —habló, con sus iris clavados en la puerta que se acababa de cerrar. Calló durante algunos segundos, con los labios apretados y entonces añadió algo más—: Si te soy sincero, yo también tengo miedo.
No era algo que quisiera admitir en voz alta para alimentar su terror, pero no era ningún secreto que la relación de Ayame con la Arashikage no era la más idílica del mundo. La muchacha ya la había sacado de sus casillas con su ingenua curiosidad en varias ocasiones, y eso sumado a los líos en los que se había visto envuelta con Uchiha Datsue y al hecho de que ya había perdido varias veces el control... Por no hablar de que los cuatro habían decidido actuar por su propia cuenta y riesgo a la hora de ir a buscar y rescatarla, sin haber contado previamente con su beneplácito. Por mucho que en aquella ocasión no hubiese tenido ella la culpa, dudaba que Amekoro Yui fuera a recibir aquella noticia con demasiada alegría.
—Bajemos a la pastelería —sugirió Kōri, dirigiéndose a la puerta. Con la tensión del momento, se asfixiaba en un espacio tan pequeño como era la habitación de su pupilo.