20/12/2018, 10:38
Daruu también se tomó su tiempo para responder, mientras preparaba las bebidas. No era para menos. Estaban tratando con un tema delicado, terriblemente delicado. Tan delicado como una bomba a punto de estallar. Era cuestión de tocar el cable equivocado y...
—A mi me dio la sensación de que el monstruo que tanto nos han enseñado a temer no es menos humano que cualquiera de nosotros —sostuvo Daruu, colocando los dos vasos frente a ambos y tomando asiento junto a Kōri, que le escuchaba mirándole con gélida fijeza—. Por lo poco que pude conversar con ella, sí que quería huir, que la dejaran en paz. No quería ser apresada de nuevo. Sí, cualquiera haría eso en su lugar. No obstante —añadió, levantando el dedo índice—, uno tiene que ser consciente de sus crímenes, aún siendo humano, y responder ante ellos. Si la masacre de la Ciudad Fantasma fue en defensa propia, lo mismo se puede decir de una guerra. El rencor es mutuo.
»Va de víctima, pintando a los humanos del origen de todos los males, pregonando que no se puede confiar en nosotros. Si ella es tan parecida a los humanos en mente y alma, ¿por qué no se incluye? Los humanos, muchas veces, tampoco demuestran humanidad con otros humanos. Llegamos a llamar a muchos humanos 'monstruos'.
Daruu dio un sorbo a su chocolate, y Kōri aprovechó aquella pausa para intervenir:
—Humano... No sería extraño, según las leyendas los Bijū fueron creados por un humano después de todo —meditó, dándole un sorbo a su chocolate para después relamerse los labios—. Pero aunque tengan tintes de humanidad, no pueden ser humanos. Y parece ser que ellos mismos reniegan de serlo. ¿Podrían considerarse... otra especie inteligente aparte?
Kōri inspiró hondo por la nariz, llenándose del olor dulzón de la pastelería.
—Padre nos habló hace mucho tiempo sobre ello. Sobre cómo las Cinco Grandes Aldeas utilizaron a los Bijū para combatir entre ellas. Después, las Bestias se revelaron y las arrasaron... tal y como hemos visto en el Lago de Kirigakure. Cuando escuché la historia sólo pude pensar en ellos como monstruos sedientos de sangre, pero ahora, después de escuchar hablar al Gobi y comprobar el rencor que le tienen a los seres humanos, no puedo evitar preguntarme si no se sentirían esclavizados por nosotros.
—Por lo que a mi respecta, me da absolutamente igual lo que quisiera hacer. Si no hubiera estado poseyendo el cuerpo de Ayame, la habría dejado marchar. No parecía estar del bando del Kyuu... de ese tal Kurama. Pero es Ayame la que está en peligro. Y si necesita acabar con Ayame para tener su libertad, por mi, que se pudra en los barrotes del sello para toda la puta eternidad.
Kōri entrecerró ligeramente los ojos.
—Eso también me escama —respondió, volviéndose para mirar a Daruu con el ceño fruncido—. Podría haberlo hecho. Está controlando el cuerpo de Ayame, podría haberla matado y ella haber sido libre. Y no lo ha hecho. ¿Por qué?
—A mi me dio la sensación de que el monstruo que tanto nos han enseñado a temer no es menos humano que cualquiera de nosotros —sostuvo Daruu, colocando los dos vasos frente a ambos y tomando asiento junto a Kōri, que le escuchaba mirándole con gélida fijeza—. Por lo poco que pude conversar con ella, sí que quería huir, que la dejaran en paz. No quería ser apresada de nuevo. Sí, cualquiera haría eso en su lugar. No obstante —añadió, levantando el dedo índice—, uno tiene que ser consciente de sus crímenes, aún siendo humano, y responder ante ellos. Si la masacre de la Ciudad Fantasma fue en defensa propia, lo mismo se puede decir de una guerra. El rencor es mutuo.
»Va de víctima, pintando a los humanos del origen de todos los males, pregonando que no se puede confiar en nosotros. Si ella es tan parecida a los humanos en mente y alma, ¿por qué no se incluye? Los humanos, muchas veces, tampoco demuestran humanidad con otros humanos. Llegamos a llamar a muchos humanos 'monstruos'.
Daruu dio un sorbo a su chocolate, y Kōri aprovechó aquella pausa para intervenir:
—Humano... No sería extraño, según las leyendas los Bijū fueron creados por un humano después de todo —meditó, dándole un sorbo a su chocolate para después relamerse los labios—. Pero aunque tengan tintes de humanidad, no pueden ser humanos. Y parece ser que ellos mismos reniegan de serlo. ¿Podrían considerarse... otra especie inteligente aparte?
Kōri inspiró hondo por la nariz, llenándose del olor dulzón de la pastelería.
—Padre nos habló hace mucho tiempo sobre ello. Sobre cómo las Cinco Grandes Aldeas utilizaron a los Bijū para combatir entre ellas. Después, las Bestias se revelaron y las arrasaron... tal y como hemos visto en el Lago de Kirigakure. Cuando escuché la historia sólo pude pensar en ellos como monstruos sedientos de sangre, pero ahora, después de escuchar hablar al Gobi y comprobar el rencor que le tienen a los seres humanos, no puedo evitar preguntarme si no se sentirían esclavizados por nosotros.
—Por lo que a mi respecta, me da absolutamente igual lo que quisiera hacer. Si no hubiera estado poseyendo el cuerpo de Ayame, la habría dejado marchar. No parecía estar del bando del Kyuu... de ese tal Kurama. Pero es Ayame la que está en peligro. Y si necesita acabar con Ayame para tener su libertad, por mi, que se pudra en los barrotes del sello para toda la puta eternidad.
Kōri entrecerró ligeramente los ojos.
—Eso también me escama —respondió, volviéndose para mirar a Daruu con el ceño fruncido—. Podría haberlo hecho. Está controlando el cuerpo de Ayame, podría haberla matado y ella haber sido libre. Y no lo ha hecho. ¿Por qué?