22/12/2018, 00:12
La noche parecía tenerle reservada muchas cosas, salvo la única que esperaba. Una noche de pesadillas, donde Shukaku se divertiría a su costa mostrándole las muertes de sus seres queridos, una a una, por su propia mano. Solo para luego invertir papeles y ser linchado y apaleado por los suyos hasta la muerte.
En lugar de eso, se despertó, boqueando como un pez fuera del agua en busca de oxígeno. Sintió que la habitación daba vueltas a su alrededor y que se iba a desmayar, hasta que, en el último segundo, cuando estaba ya a punto de rendirse, sus pulmones consiguieron abrirse. Tomó una bocanada de aire, y fue como si hubiese sido insuflado por el mismísimo Fūjin. Le invadió un repentino momento de euforia, tan exagerado y desbordante que resultaba enfermizo. Adictivo. Capaz de corromper hasta el mejor de los hombres con tal de no perderlo nunca.
Y como la más potente de las drogas, la abstinencia le golpeó como una patada en los huevos al notar su falta.
—Puto vodka negro… —rumió, incorporándose, mientras se masajeaba el estómago.
¡Cras! «¿¡Qué coño…!?» Giró la cabeza, alertado, pero allí no había nadie. Tan solo las fotografías de los Intrépidos entre la oscuridad, y… Frunció el ceño. Tomó la fotografía que tenía de Akame con manos temblorosas y la atrajo hacia sí. Una grieta partía de arriba abajo a su Hermano.
Se le encogió el corazón de golpe. De pronto, le invadió un mal presentimiento. Un terrible presentimiento al que trató de darle la espalda. De cerrarle la puerta de su mente en las narices. Shukaku, cómo no, se lo impidió. Aprovechó el momento para buscarle las cosquillas y tratar de volverle loco. Como siempre.
¿Cómo siempre?
—Qué… ¿De qué estás hablando, cabronazo? —preguntó en un murmullo. Se dio cuenta de que estaba temblando.
De puro terror.
En lugar de eso, se despertó, boqueando como un pez fuera del agua en busca de oxígeno. Sintió que la habitación daba vueltas a su alrededor y que se iba a desmayar, hasta que, en el último segundo, cuando estaba ya a punto de rendirse, sus pulmones consiguieron abrirse. Tomó una bocanada de aire, y fue como si hubiese sido insuflado por el mismísimo Fūjin. Le invadió un repentino momento de euforia, tan exagerado y desbordante que resultaba enfermizo. Adictivo. Capaz de corromper hasta el mejor de los hombres con tal de no perderlo nunca.
Y como la más potente de las drogas, la abstinencia le golpeó como una patada en los huevos al notar su falta.
—Puto vodka negro… —rumió, incorporándose, mientras se masajeaba el estómago.
¡Cras! «¿¡Qué coño…!?» Giró la cabeza, alertado, pero allí no había nadie. Tan solo las fotografías de los Intrépidos entre la oscuridad, y… Frunció el ceño. Tomó la fotografía que tenía de Akame con manos temblorosas y la atrajo hacia sí. Una grieta partía de arriba abajo a su Hermano.
Se le encogió el corazón de golpe. De pronto, le invadió un mal presentimiento. Un terrible presentimiento al que trató de darle la espalda. De cerrarle la puerta de su mente en las narices. Shukaku, cómo no, se lo impidió. Aprovechó el momento para buscarle las cosquillas y tratar de volverle loco. Como siempre.
¿Cómo siempre?
—Qué… ¿De qué estás hablando, cabronazo? —preguntó en un murmullo. Se dio cuenta de que estaba temblando.
De puro terror.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado