22/12/2018, 23:55
El encapuchado suspiró. Y entonces, dejó de ser un encapuchado.
Datsue ya había visto al hombre de cejas extremadamente pobladas, pelo azul, y ojos exóticamente anulares —dorados, brillantes— en al menos dos ocasiones adicionales a la que os cuento. El rostro de Senju Yubiwa no era fácil de olvidar. No sólo por lo ya mencionado, sino por el pelo, rapado de un lado, y aquella nariz un poco fea pero muy característica.
Esta vez, fue él mismo quien se metió en la boca del lobo. O más bien, en los ojos del lobo. Porque clavó los dos anillos en Datsue.
—Pues supongo que tendré que confiar ciegamente en que quieras escucharme y no... entregarme a ese cabrón rubio. Porque creo que sí, amigo mío, creo que te interesa escucharme. Al fin y al cabo, tú y yo —le señaló con el dedo, y luego se señaló el pecho—, oh, amigo mío, tú y yo somos compatriotas. Pero compatriotas de verdad.
»Nos vimos por primera vez en aquella misión conjunta, hace tiempo ya. La de los hilos de chakra, sucio asunto ese. Aunque claro, el vuestro aún más sucio —se rio—. Ahí ya pensé, "coño, este chico me suena". Estuve unas semanas dándole vueltas, porque sentía que era importante que me acordase de ti. Y sí, claro que me sonabas, joder. Eres... el hijo de Ryouta, ¿verdad?
Como si Datsue estuviera esperando una reiteración, Yubiwa asintió.
»Así es, camarada ribereño. Soy de la Ribera Norte.
Datsue ya había visto al hombre de cejas extremadamente pobladas, pelo azul, y ojos exóticamente anulares —dorados, brillantes— en al menos dos ocasiones adicionales a la que os cuento. El rostro de Senju Yubiwa no era fácil de olvidar. No sólo por lo ya mencionado, sino por el pelo, rapado de un lado, y aquella nariz un poco fea pero muy característica.
Esta vez, fue él mismo quien se metió en la boca del lobo. O más bien, en los ojos del lobo. Porque clavó los dos anillos en Datsue.
—Pues supongo que tendré que confiar ciegamente en que quieras escucharme y no... entregarme a ese cabrón rubio. Porque creo que sí, amigo mío, creo que te interesa escucharme. Al fin y al cabo, tú y yo —le señaló con el dedo, y luego se señaló el pecho—, oh, amigo mío, tú y yo somos compatriotas. Pero compatriotas de verdad.
»Nos vimos por primera vez en aquella misión conjunta, hace tiempo ya. La de los hilos de chakra, sucio asunto ese. Aunque claro, el vuestro aún más sucio —se rio—. Ahí ya pensé, "coño, este chico me suena". Estuve unas semanas dándole vueltas, porque sentía que era importante que me acordase de ti. Y sí, claro que me sonabas, joder. Eres... el hijo de Ryouta, ¿verdad?
Como si Datsue estuviera esperando una reiteración, Yubiwa asintió.
»Así es, camarada ribereño. Soy de la Ribera Norte.
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