23/12/2018, 00:45
(Última modificación: 23/12/2018, 00:46 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Se abrió el telón, y la figura más inesperada entró en escena. Cejas tan tupidas como la cola de una ardilla. Pelo azul. Anillos dorados por ojos. Era inconfundible e inolvidable. Ya en la primera ocasión que lo había visto, en el despacho de Kenzou, había creído que le resultaba familiar. Su mente, en busca de una explicación a ese déjà vu, había soltado la hipótesis de que igual era de la Ribera del Norte. Que quizá lo había visto de refilón cuando era un crío.
Quién se lo iba a decir. El mundo era un jodido pañuelo.
Pero, ¿qué coño hacía el segundo de Kenzou en su habitación? ¿Advertirle… o embaucarle? Pasó el peso del cuerpo de una pierna a otra, incómodo, cuando Yubiwa mencionó lo sucia de su misión S. Aquello debía ser casualidad, ¿verdad? Joder, había matado al único testigo, al mismísimo Zoku, para que aquello no saliese a la luz —entre otros pormenores—.
Entonces, Yubiwa mencionó a Ryouta, y a Datsue se le paró el corazón. ¿Cuánto hacía que no oía el nombre de su padre en boca de nadie? ¿Dos, tres años? Lo gracioso era que Ryouta ni siquiera era su padre. No el biológico, al menos. ¿Cómo iba a serlo? No era un ninja, no tenía sangre Uchiha. Ni su madre. No hacía falta ser un genio para darse cuenta que algo no encajaba.
Y sin embargo…
—Lo soy —dijo, y toda la vergüenza y la rabia que había sentido los últimos años se transformaron en un repentino orgullo.
»Cuando te vi en el despacho de Kenzou... a mí también me sonaste. Así que eres del Norte. —Se mordió el labio inferior. Estaba jugando con fuego y lo sabía. Había muchas cosas que todavía se le estaban escapando. Muchas preguntas sin respuesta. Pero tenía la certeza que todo lo que fuese no intentar atraparle en aquel momento y entregarlo a Hanabi era peligroso para él. Y, sin embargo, ¿no iba a oír siquiera lo que tenía que decirle? ¿Más después de lo que le había dicho Shukaku? Chasqueó la lengua, y accedió con voz ronca:—. Te escucho.
Le escuchaba, sí. Pero mantendría la guardia alta. Muy alta.
Quién se lo iba a decir. El mundo era un jodido pañuelo.
Pero, ¿qué coño hacía el segundo de Kenzou en su habitación? ¿Advertirle… o embaucarle? Pasó el peso del cuerpo de una pierna a otra, incómodo, cuando Yubiwa mencionó lo sucia de su misión S. Aquello debía ser casualidad, ¿verdad? Joder, había matado al único testigo, al mismísimo Zoku, para que aquello no saliese a la luz —entre otros pormenores—.
Entonces, Yubiwa mencionó a Ryouta, y a Datsue se le paró el corazón. ¿Cuánto hacía que no oía el nombre de su padre en boca de nadie? ¿Dos, tres años? Lo gracioso era que Ryouta ni siquiera era su padre. No el biológico, al menos. ¿Cómo iba a serlo? No era un ninja, no tenía sangre Uchiha. Ni su madre. No hacía falta ser un genio para darse cuenta que algo no encajaba.
Y sin embargo…
—Lo soy —dijo, y toda la vergüenza y la rabia que había sentido los últimos años se transformaron en un repentino orgullo.
»Cuando te vi en el despacho de Kenzou... a mí también me sonaste. Así que eres del Norte. —Se mordió el labio inferior. Estaba jugando con fuego y lo sabía. Había muchas cosas que todavía se le estaban escapando. Muchas preguntas sin respuesta. Pero tenía la certeza que todo lo que fuese no intentar atraparle en aquel momento y entregarlo a Hanabi era peligroso para él. Y, sin embargo, ¿no iba a oír siquiera lo que tenía que decirle? ¿Más después de lo que le había dicho Shukaku? Chasqueó la lengua, y accedió con voz ronca:—. Te escucho.
Le escuchaba, sí. Pero mantendría la guardia alta. Muy alta.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado