28/12/2018, 19:29
Ninguno de los dos lo habían acordado, pero ella sóla se había hecho presente. Una negociación, en la que ambos se cedían pequeños fragmentos de confianza. ¿Hasta qué punto podía Datsue confiar en Yubiwa? ¿Y hasta qué punto podía Yubiwa confiar en Datsue?
Fuera como fuese, Yubiwa había decidido hacía ya tiempo jugar con todo.
—Vamos al grano, porque me consta que sabes de negocios, y como sabrás, podría intentar embellecer mis palabras de mil y una formas, pero habría una verdad en el fondo, una intención. El producto. ¿Qué es lo que quiero? Te quiero a ti, Uchiha Datsue, quiero que te unas a mí. —Yubiwa extendió la mano hacia adelante, diciéndole "espera"—. Estarás pensando, "joder, el hijoputa este, qué huevos". Claro, un Uchiha, y un jinchuuriki, qué tío más listo. ¿"Y por qué debería yo unirme a ti ahora"? Bueno, no lo sé, yo te digo lo que deseo, porque eres mi compatriota. Y de patria vengo a hablarte.
»Tú eres muy joven como para haberla conocido, pero antes, la parte oeste del País del Bosque no era el País del Bosque, sino el País del Río. Lo formaban las dos Riberas, un buen trozo de Oonindo más y el Árbol Sagrado. —Señaló el cuadro que había elogiado—. Y allí, alrededor del Árbol, vivía felizmente una aldea ninja. Mi aldea. Takigakure. La Villa Oculta de la Cascada.
Yubiwa suspiró, y alzó sus ojos dorados al techo.
»Éramos una villa humilde, no nos metíamos con nadie. Conseguimos salir sin un solo rasguño del conflicto de las Cinco Grandes, turbio asunto todo aquél, gracias a un poderoso Fuuinjutsu inscrito en las más profundas raíces de nuestro querido Árbol Sagrado. Lamentablemente, y aunque estábamos a salvo de ataques tan obvios como el de un bicho gigante que te viene a aplastar la cabeza, nadie esperó la puñalada de nuestro vecino el del este. Sí, exacto... Moyashi Kenzou.
»Enviar el ejército de noche. Matar a hombres, mujeres y niños por igual. Daba igual que fuesen ninjas que civiles. Y ese hombre, Datsue, oh. Uzumaki Zoku, ¡menuda risa! Ese hombre sí que no deja nada al azar. Ahora que ya tiene el poder parece lo más bonachón del mundo, pero es capaz de cualquier cosa. Vaya que si fue capaz. Recorrió las Riberas de arriba a abajo, asesinando a todo afín a la Cascada y lavando el cerebro a todo aquél que supiera de su existencia. Nos borró del mapa, Datsue. Nos borró del mapa literalmente.
»Y a mi... a mi también me mató uno de sus ninjas. Pero no contaba con cierta tendencia mía a... desobeceder a la realidad. —Sonrió, enigmático.
Fuera como fuese, Yubiwa había decidido hacía ya tiempo jugar con todo.
—Vamos al grano, porque me consta que sabes de negocios, y como sabrás, podría intentar embellecer mis palabras de mil y una formas, pero habría una verdad en el fondo, una intención. El producto. ¿Qué es lo que quiero? Te quiero a ti, Uchiha Datsue, quiero que te unas a mí. —Yubiwa extendió la mano hacia adelante, diciéndole "espera"—. Estarás pensando, "joder, el hijoputa este, qué huevos". Claro, un Uchiha, y un jinchuuriki, qué tío más listo. ¿"Y por qué debería yo unirme a ti ahora"? Bueno, no lo sé, yo te digo lo que deseo, porque eres mi compatriota. Y de patria vengo a hablarte.
»Tú eres muy joven como para haberla conocido, pero antes, la parte oeste del País del Bosque no era el País del Bosque, sino el País del Río. Lo formaban las dos Riberas, un buen trozo de Oonindo más y el Árbol Sagrado. —Señaló el cuadro que había elogiado—. Y allí, alrededor del Árbol, vivía felizmente una aldea ninja. Mi aldea. Takigakure. La Villa Oculta de la Cascada.
Yubiwa suspiró, y alzó sus ojos dorados al techo.
»Éramos una villa humilde, no nos metíamos con nadie. Conseguimos salir sin un solo rasguño del conflicto de las Cinco Grandes, turbio asunto todo aquél, gracias a un poderoso Fuuinjutsu inscrito en las más profundas raíces de nuestro querido Árbol Sagrado. Lamentablemente, y aunque estábamos a salvo de ataques tan obvios como el de un bicho gigante que te viene a aplastar la cabeza, nadie esperó la puñalada de nuestro vecino el del este. Sí, exacto... Moyashi Kenzou.
»Enviar el ejército de noche. Matar a hombres, mujeres y niños por igual. Daba igual que fuesen ninjas que civiles. Y ese hombre, Datsue, oh. Uzumaki Zoku, ¡menuda risa! Ese hombre sí que no deja nada al azar. Ahora que ya tiene el poder parece lo más bonachón del mundo, pero es capaz de cualquier cosa. Vaya que si fue capaz. Recorrió las Riberas de arriba a abajo, asesinando a todo afín a la Cascada y lavando el cerebro a todo aquél que supiera de su existencia. Nos borró del mapa, Datsue. Nos borró del mapa literalmente.
»Y a mi... a mi también me mató uno de sus ninjas. Pero no contaba con cierta tendencia mía a... desobeceder a la realidad. —Sonrió, enigmático.
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