30/12/2018, 20:48
(Última modificación: 30/12/2018, 20:50 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
«Seré un traidor igualmente», pensó, imaginándose ya a Hanabi infectando las mentes de los uzujines con sus mezquinas mentiras. Como lo había hecho con él. Desde el principio. ¿Nabi? Sí, quizá fuese el único que no se dejase influenciar. Y no, no se estaba olvidando de nadie. El único. Por eso…
Tenía que matarle, tenía que matarle, tenía que matarle…
Porque, ¿qué más daba? Él ya lo había perdido todo. Y, más importante, ¡la muerte de su Hermano no podía salir gratis! ¡Se negaba a aceptar eso! No importaba si era aquella noche u otra, no importaba cuándo ni dónde, ni el sacrificio que requeriría de su parte, ¡Hanabi pagaría el precio!
Lo juraba, lo juraba, lo juraba…
Pero Yubiwa tenía razón en algo. Lo notaba, hirviendo en su sangre. El poder de un bijuu tendiéndole la mano. Si se descontrolaba otra vez… Nabi, Eri, Riko… todos estarían en peligro. Y, no solo eso, sino que no sería rival para Hanabi. Esa era la jodida verdad. La jodida verdad que ya su propio Hermano le había soltado en el Valle del Fin. Porque sí, el Shukaku te daba fuerza, una fuente de poder inagotable. Pero con ello, también perdías la vista del campo de batalla. Tu corazón se convertía en el de una bestia; tu mente, se perdía. En su batalla contra Akame, no había sido más que un animal descontrolado haciendo ruido, sin estrategia, sin plan alguno, poca cosa para un ninja que actuaba con frialdad e inteligencia.
Akame, Akame, Akame…
¿Acaso, aún con su muerte, iba a seguir dándole la espalda a las tantas y valiosas enseñanzas de su Hermano? ¿O iba a hacer honor a su nombre, y a su legado, ¡y empezar a actuar como un jodido profesional!? Miró la fotografía de su Hermano, y casi pudo leer en sus labios un:
—Suicidándote no conseguirás nada —directo y sin adornos. Las mismas palabras que le había dicho cuando le propuso ir a por Aiko. Qué cabrón. Aun muerto seguía dándole lecciones. Cerró los ojos.
Tenía que ser listo, tenía que ser listo, tenía que ser listo…
Tenía que demostrarle a su Hermano que su muerte no había sido en vano. Siempre se había dejado llevar cuando su corazón bombeaba el fuego de Amateratsu. Era el momento de actuar como un Uchiha. Por sus venas corría la sangre de Susano’o, y Susano’o no se dejaba influenciar por nada ni nadie. Susano’o encerraba a Amateratsu en una jodida cueva perdida y empleaba su propia fuerza para arrasar con lo que quisiese.
Debía suprimir al Shukaku, debía suprimir al Shukaku, debía suprimir al Shukaku…
Abrió los ojos. Era hora de empezar a trazar decenas de planes fríos y calculados. Era hora de empezar a ejecutarlos hasta que uno de ellos lograse su objetivo: ofrecer a Hanabi el mismo final que su predecesor.
—Escuchaste toda la conversación de Hanabi y mía. —No lo preguntaba, simplemente estaba recordando sus palabras—. Tú podrías colarme en su despacho sin ser visto, ¿verdad? —¿Cómo les había oído sino?—. Podrías ayudarme a entrar e irme sin ser visto… y entonces, me iría —Tal y como quería Yubiwa.
»Así de fácil. —le tentó. Su rostro plagado de lágrimas secas—. Le dejaría un recuerdo de los Hermanos del Desierto y desapareceríamos. —Y, como nadie daba sin recibir nada a cambio, en un gesto muy simbólico, extendió la mano para aceptar las dos placas que le ofrecía.
Una placa de Jounin. Una placa de... ¿Takigakure?
Tenía que matarle, tenía que matarle, tenía que matarle…
Porque, ¿qué más daba? Él ya lo había perdido todo. Y, más importante, ¡la muerte de su Hermano no podía salir gratis! ¡Se negaba a aceptar eso! No importaba si era aquella noche u otra, no importaba cuándo ni dónde, ni el sacrificio que requeriría de su parte, ¡Hanabi pagaría el precio!
Lo juraba, lo juraba, lo juraba…
Pero Yubiwa tenía razón en algo. Lo notaba, hirviendo en su sangre. El poder de un bijuu tendiéndole la mano. Si se descontrolaba otra vez… Nabi, Eri, Riko… todos estarían en peligro. Y, no solo eso, sino que no sería rival para Hanabi. Esa era la jodida verdad. La jodida verdad que ya su propio Hermano le había soltado en el Valle del Fin. Porque sí, el Shukaku te daba fuerza, una fuente de poder inagotable. Pero con ello, también perdías la vista del campo de batalla. Tu corazón se convertía en el de una bestia; tu mente, se perdía. En su batalla contra Akame, no había sido más que un animal descontrolado haciendo ruido, sin estrategia, sin plan alguno, poca cosa para un ninja que actuaba con frialdad e inteligencia.
Akame, Akame, Akame…
¿Acaso, aún con su muerte, iba a seguir dándole la espalda a las tantas y valiosas enseñanzas de su Hermano? ¿O iba a hacer honor a su nombre, y a su legado, ¡y empezar a actuar como un jodido profesional!? Miró la fotografía de su Hermano, y casi pudo leer en sus labios un:
—Suicidándote no conseguirás nada —directo y sin adornos. Las mismas palabras que le había dicho cuando le propuso ir a por Aiko. Qué cabrón. Aun muerto seguía dándole lecciones. Cerró los ojos.
Tenía que ser listo, tenía que ser listo, tenía que ser listo…
Tenía que demostrarle a su Hermano que su muerte no había sido en vano. Siempre se había dejado llevar cuando su corazón bombeaba el fuego de Amateratsu. Era el momento de actuar como un Uchiha. Por sus venas corría la sangre de Susano’o, y Susano’o no se dejaba influenciar por nada ni nadie. Susano’o encerraba a Amateratsu en una jodida cueva perdida y empleaba su propia fuerza para arrasar con lo que quisiese.
Debía suprimir al Shukaku, debía suprimir al Shukaku, debía suprimir al Shukaku…
Abrió los ojos. Era hora de empezar a trazar decenas de planes fríos y calculados. Era hora de empezar a ejecutarlos hasta que uno de ellos lograse su objetivo: ofrecer a Hanabi el mismo final que su predecesor.
—Escuchaste toda la conversación de Hanabi y mía. —No lo preguntaba, simplemente estaba recordando sus palabras—. Tú podrías colarme en su despacho sin ser visto, ¿verdad? —¿Cómo les había oído sino?—. Podrías ayudarme a entrar e irme sin ser visto… y entonces, me iría —Tal y como quería Yubiwa.
»Así de fácil. —le tentó. Su rostro plagado de lágrimas secas—. Le dejaría un recuerdo de los Hermanos del Desierto y desapareceríamos. —Y, como nadie daba sin recibir nada a cambio, en un gesto muy simbólico, extendió la mano para aceptar las dos placas que le ofrecía.
Una placa de Jounin. Una placa de... ¿Takigakure?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado