30/12/2018, 20:54
(Última modificación: 30/12/2018, 20:55 por Aotsuki Ayame.)
—¡Tú sí que vas a dormir, pedazo de monstruol!
—Monstruo... —Kokuo dejó escapar una seca carcajada—. Me pregunto quién es más monstruo entre las dos, Arashikage-sama.
—Daruu insistió en que el Gobi intentó embaucarle en varias ocasiones para hacerle creer que Ayame estaba muerta —habló Kiroe—. Por favor, no prestéis atención a nada de lo que diga, es una mentirosa, y además, nada de lo que hable debería cambiar nuestros planes. Si va a revertir el sello, Arashikage-sama, reviértalo, y nos preocuparemos de Ayame cuando haya recuperado su cuerpo.
—¿Mentirosa? Ni afirmé que la señorita estuviese muerta, ni he mentido en ningún momento, no me comparen con ustedes, humanos.
—Antes quiero saber una cosa —cortó Yui, con voz afilada—. ¿Fuiste tú el primero, Potrillo? —Yui dio un paso al frente y el Gobi volvió a devolverse, pero Zetsuo la mantenía firmemente inmovilizada. Maldito y debilucho cuerpo humano....—. [sub=mediumpurple]¿O el Kyūbi ya ha reclutado más bijūs en su ejército de pacotilla?
Pero Kokuo apretaba las mandíbulas, mostrando los dientes.
—¿De verdad cree que voy a responder a una pregunta así? ¿Por qué habría de hacerlo? ¿¿Con este humillante trato?? ¡¿EH?!
La puerta volvió a abrirse y el Gobi llegó a escuchar varios pares de pasos. Giró la cabeza como pudo, lo justo para ver por el rabillo del ojo a la mano derecha de la Arashikage acompañada por una anciana encorvada que caminaba ayudada por un bastón y un chiquillo escuchimizado cargado de nervios y con gafas rectangulares.
—Ayuda a Zetsuo a tranquilizar el bijuu, Chika.
La anciana comenzó a acercarse y Kokuo se revolvió con todas sus fuerzas. El golpeteo del bastón sobre las baldosas resonaba como las agujas de un reloj que SÓLO marcaba su condena.
—¡SUELTENME! ¡NO SE ATREVAN A PONERME SUS HUMANAS MANOS ENCIMA! ¡SE HACEN LLAMAR HUMANOS Y SON MÁS MONSTRUOS QUE CUALQUIERA DE NOSOTROS!
Pero cualquier acto de resistencia fue inútil. La anciana apoyó una de sus nudosas manos sobre su hombro y, un un simple sello después, se vio petrificada de los pies a la cabeza. Como pequeñas hormigas, una serie de indescifrables símbolos se extendieron sobre su piel, atándola, sometiéndola.
Y Aotsuki Zetsuo, habiéndose a salvo, se reincorporó con un extraño brillo en sus ojos aguamarina.
—Monstruo... —Kokuo dejó escapar una seca carcajada—. Me pregunto quién es más monstruo entre las dos, Arashikage-sama.
—Daruu insistió en que el Gobi intentó embaucarle en varias ocasiones para hacerle creer que Ayame estaba muerta —habló Kiroe—. Por favor, no prestéis atención a nada de lo que diga, es una mentirosa, y además, nada de lo que hable debería cambiar nuestros planes. Si va a revertir el sello, Arashikage-sama, reviértalo, y nos preocuparemos de Ayame cuando haya recuperado su cuerpo.
—¿Mentirosa? Ni afirmé que la señorita estuviese muerta, ni he mentido en ningún momento, no me comparen con ustedes, humanos.
—Antes quiero saber una cosa —cortó Yui, con voz afilada—. ¿Fuiste tú el primero, Potrillo? —Yui dio un paso al frente y el Gobi volvió a devolverse, pero Zetsuo la mantenía firmemente inmovilizada. Maldito y debilucho cuerpo humano....—. [sub=mediumpurple]¿O el Kyūbi ya ha reclutado más bijūs en su ejército de pacotilla?
Pero Kokuo apretaba las mandíbulas, mostrando los dientes.
—¿De verdad cree que voy a responder a una pregunta así? ¿Por qué habría de hacerlo? ¿¿Con este humillante trato?? ¡¿EH?!
La puerta volvió a abrirse y el Gobi llegó a escuchar varios pares de pasos. Giró la cabeza como pudo, lo justo para ver por el rabillo del ojo a la mano derecha de la Arashikage acompañada por una anciana encorvada que caminaba ayudada por un bastón y un chiquillo escuchimizado cargado de nervios y con gafas rectangulares.
—Ayuda a Zetsuo a tranquilizar el bijuu, Chika.
La anciana comenzó a acercarse y Kokuo se revolvió con todas sus fuerzas. El golpeteo del bastón sobre las baldosas resonaba como las agujas de un reloj que SÓLO marcaba su condena.
—¡SUELTENME! ¡NO SE ATREVAN A PONERME SUS HUMANAS MANOS ENCIMA! ¡SE HACEN LLAMAR HUMANOS Y SON MÁS MONSTRUOS QUE CUALQUIERA DE NOSOTROS!
Pero cualquier acto de resistencia fue inútil. La anciana apoyó una de sus nudosas manos sobre su hombro y, un un simple sello después, se vio petrificada de los pies a la cabeza. Como pequeñas hormigas, una serie de indescifrables símbolos se extendieron sobre su piel, atándola, sometiéndola.
Y Aotsuki Zetsuo, habiéndose a salvo, se reincorporó con un extraño brillo en sus ojos aguamarina.