30/12/2018, 22:22
Entonces, por primera vez en aquel par de días terribles para él, Riko pudo hablar por sí mismo. Tuvo un momento de poder de decisión en lo que pareció ser su propia pesadilla personal, en la que creyó estar cerca de morir. Sin que nadie se lo preguntara, prácticamente sugirió por todos lo que debían hacer. Y eso era permanecer juntos. Siempre.
—Por la derecha será. Sombra, ¿percibes algo más? —In'eimaru ladró de nuevo. Su nariz había captado otra cosa—. es él. Está ahí.
—Espera —lanzó Kaido, buscando algo en su mochila. Sacó luego una bandana ninja con el símbolo de Amegakure—. Es de Jibo-san. ¿Le hueles cerca?
El lobo negro salió despedido. ¡Le había captado! todos salieron corriendo tras él.
El pasillo izquierdo se extendió finalmente hasta una abertura que dio paso a una caída inclinada. Los ninja cayeron en una especie de charco de agua remanente, que habitaba una cámara repleta de huesos por todos lados. Era similar a aquella cueva que Hauru le había mostrado a Riko horas atrás. Muy similar.
En el fondo, había un hombre atado a un lar de esposas supresoras que a su vez colgaban de una travesera de hierro. Parecía dormido, o desmayado, pues colgaba de la coyuntura de los hombros.
Kaido corrió hasta él y le palmeó la cara.
—Joder, Jibo. ¿Estás bien? despierta, chaval, hemos venido a salvarte el culo.
—Por la derecha será. Sombra, ¿percibes algo más? —In'eimaru ladró de nuevo. Su nariz había captado otra cosa—. es él. Está ahí.
—Espera —lanzó Kaido, buscando algo en su mochila. Sacó luego una bandana ninja con el símbolo de Amegakure—. Es de Jibo-san. ¿Le hueles cerca?
El lobo negro salió despedido. ¡Le había captado! todos salieron corriendo tras él.
El pasillo izquierdo se extendió finalmente hasta una abertura que dio paso a una caída inclinada. Los ninja cayeron en una especie de charco de agua remanente, que habitaba una cámara repleta de huesos por todos lados. Era similar a aquella cueva que Hauru le había mostrado a Riko horas atrás. Muy similar.
En el fondo, había un hombre atado a un lar de esposas supresoras que a su vez colgaban de una travesera de hierro. Parecía dormido, o desmayado, pues colgaba de la coyuntura de los hombros.
Kaido corrió hasta él y le palmeó la cara.
—Joder, Jibo. ¿Estás bien? despierta, chaval, hemos venido a salvarte el culo.