30/12/2018, 23:02
No hacía falta descolgar a nadie, los pies del Kaguya tocaban el suelo. Sólo que su cuerpo endeble, acaecido por la inconsciencia, no le permitía estar rígido, sino suelto como un flan.
—Hay que cortar las putas esposas. ¡Venga, rápido!
Ikari trató de darles un garrazo, pero nada sucedió. Bastó que sombra la mordiera con fuerza como para que el metal se doblase y cediera una de las manos. El amejin se desplomó sobre su compañero. Parecía estar respirando, al menos.
—Demasiado sencillo. ¡Sal de tu escondrijo, bastardo! ¡He venido a matarte!
El sonido gutural que hace un hueso partiéndose inundó la cueva. Y es que de uno de los huesos que estaba al otro extremo, la imagen vívida de un hombre se desprendió de éste.
—Mi querido, inestimable y desagradecido Yaban. ¿A qué debo tu... vuestra indeseada visita? ¿acaso os he pedido ya a esa nueva ofrenda? aún no es tiempo.
Una sonrisa solemne adornaba un rostro impóluto. Era un hombre robusto, alto; con la apariencia de un treintañero. Cabello magenta, ese lunar de aquella foto ya vista por Riko, y ojos pardos dignos de un cazador. Vestía una bata blanca sobre un conjunto de hilo negro. Dos tinturas rojas adornaban su frente.
—Hay que cortar las putas esposas. ¡Venga, rápido!
Ikari trató de darles un garrazo, pero nada sucedió. Bastó que sombra la mordiera con fuerza como para que el metal se doblase y cediera una de las manos. El amejin se desplomó sobre su compañero. Parecía estar respirando, al menos.
—Demasiado sencillo. ¡Sal de tu escondrijo, bastardo! ¡He venido a matarte!
El sonido gutural que hace un hueso partiéndose inundó la cueva. Y es que de uno de los huesos que estaba al otro extremo, la imagen vívida de un hombre se desprendió de éste.
—Mi querido, inestimable y desagradecido Yaban. ¿A qué debo tu... vuestra indeseada visita? ¿acaso os he pedido ya a esa nueva ofrenda? aún no es tiempo.
Una sonrisa solemne adornaba un rostro impóluto. Era un hombre robusto, alto; con la apariencia de un treintañero. Cabello magenta, ese lunar de aquella foto ya vista por Riko, y ojos pardos dignos de un cazador. Vestía una bata blanca sobre un conjunto de hilo negro. Dos tinturas rojas adornaban su frente.