31/12/2018, 19:50
El despacho de Yui se quedó sumido en un silencio extraño, antinatural. Uno que muy pocas veces se daba. Y no era porque Yui no estuviese gritando, o descargando su furia sobre alguna mesa, pared, o lo que fuese que se le pusiese en medio.
No, era un silencio antinatural porque no se oía el característico repiqueteo de la lluvia contra el cristal. De algún modo, se había convertido en una música de fondo para aquel lugar. Era su eterna banda sonora, y algo muy grave tenía que estar pasando para que no se oyese.
No fue sino Yui, tras un largo rato, quien interrumpió aquel silencio opresivo.
—¿Quieres decirme algo, Zetsuo? —preguntó, sin darse la vuelta.
No, era un silencio antinatural porque no se oía el característico repiqueteo de la lluvia contra el cristal. De algún modo, se había convertido en una música de fondo para aquel lugar. Era su eterna banda sonora, y algo muy grave tenía que estar pasando para que no se oyese.
No fue sino Yui, tras un largo rato, quien interrumpió aquel silencio opresivo.
—¿Quieres decirme algo, Zetsuo? —preguntó, sin darse la vuelta.