2/01/2019, 22:13
—¡No de nuevo!— El bandolero empezó a correr para salir de la polvareda. Demasiada desventaja tenía en esa pelea. "Si tan sólo las manos dejaran de temblarme otro gallo cantaría." Se alejaría del sitio, al darse cuenta que no estaba en posición de pelea. Si querían perdirle cuentas, ya sería luego.
En el centro de la trifulca, el malherido Mano Cortada intentaba resistir el dolor, pero el ardor de la piel desprendiéndose y el hilo de sangre que manaba de sus comisuras demostraban que no estaba en condición para ello. Aún así, hizo lo posible para sostenerse sobre sus rodillas y sobre sus codos, alzando la vista contra el jefe del trío de renegados, el cual se mantenía impasible y silencioso en medio de tanto caos, enigmático respecto a las cosas que pasaban por su cabeza. Este último, sacudió su espada, tirando las shuriken enredadas al piso y guardando el arma tras ello, sólo para girar sobre sus talones y caminar hasta le grandulón en el suelo.
—¡Epa!— El Yotsuki dio un par de saltos largos para interponerse entre el herido y el criminal. —Mira, que soy el héroe al rescate, así que no puedo permitir que me dejes ignorado en una esquina— Curvó un poco las rodillas y mantenía los brazos medianamente extendidos en caso de necesitar realizar alguna acción.
Pese a que su guardia se mostraba segura, no tenía intenciones de ir a un mano a mano. Desconocía el nivel de habilidad de su oponente, así que era mejor fanfarronear para intentar persuadir al atacante.
—No, no te metas. Es mi pelea— Dijo el gigantón, aún el suelo y llevándose la mano al estómago. —Los extranjeros no tienen porque inmiscuirse en nuestros asuntos. Si yo no pude, tú menos.
—¡¿De qué hablas?! ¡Acaban de apalearte!— Bufó molesto.
Y aún con todo lo que estaba viendo, el jefe mantenía su silencio, observando estoico y sin prisas para actuar. Fue entonces que hubo dos pequeñas explosiones de humo a cada uno de sus costados. Riko no podría encontrar a su enemigo entre el polvo, porque este ahora había aparecido al lado derecho del jefe. Mientras, el que había desaparecido tras el kawarimi nuevamente estaba parado a la izquierda.
—Lo arruinaste— El de ojos vendados movió la mano y giró su cabeza a la derecha para intentar llamar la atención de su compañero que estaba del otro lado, de forma que pudiera verle de frente. —Dijiste que sólo había dos ninjas de los cuales preocuparnos, y ahora tenemos a otros dos niñatos interfiriendo.
—Meh. Estos mocosos sólo sirven para estorbar. El problema es que el peso pesado acaba de venir y esto se terminaría alargando más de lo necesario—. Se cruzó de brazos. —El otro sigue manteniéndose a raya.
—Cómo les gusta hablar de más a ustedes, ¿eh?
En el centro de la trifulca, el malherido Mano Cortada intentaba resistir el dolor, pero el ardor de la piel desprendiéndose y el hilo de sangre que manaba de sus comisuras demostraban que no estaba en condición para ello. Aún así, hizo lo posible para sostenerse sobre sus rodillas y sobre sus codos, alzando la vista contra el jefe del trío de renegados, el cual se mantenía impasible y silencioso en medio de tanto caos, enigmático respecto a las cosas que pasaban por su cabeza. Este último, sacudió su espada, tirando las shuriken enredadas al piso y guardando el arma tras ello, sólo para girar sobre sus talones y caminar hasta le grandulón en el suelo.
—¡Epa!— El Yotsuki dio un par de saltos largos para interponerse entre el herido y el criminal. —Mira, que soy el héroe al rescate, así que no puedo permitir que me dejes ignorado en una esquina— Curvó un poco las rodillas y mantenía los brazos medianamente extendidos en caso de necesitar realizar alguna acción.
Pese a que su guardia se mostraba segura, no tenía intenciones de ir a un mano a mano. Desconocía el nivel de habilidad de su oponente, así que era mejor fanfarronear para intentar persuadir al atacante.
—No, no te metas. Es mi pelea— Dijo el gigantón, aún el suelo y llevándose la mano al estómago. —Los extranjeros no tienen porque inmiscuirse en nuestros asuntos. Si yo no pude, tú menos.
—¡¿De qué hablas?! ¡Acaban de apalearte!— Bufó molesto.
Y aún con todo lo que estaba viendo, el jefe mantenía su silencio, observando estoico y sin prisas para actuar. Fue entonces que hubo dos pequeñas explosiones de humo a cada uno de sus costados. Riko no podría encontrar a su enemigo entre el polvo, porque este ahora había aparecido al lado derecho del jefe. Mientras, el que había desaparecido tras el kawarimi nuevamente estaba parado a la izquierda.
—Lo arruinaste— El de ojos vendados movió la mano y giró su cabeza a la derecha para intentar llamar la atención de su compañero que estaba del otro lado, de forma que pudiera verle de frente. —Dijiste que sólo había dos ninjas de los cuales preocuparnos, y ahora tenemos a otros dos niñatos interfiriendo.
—Meh. Estos mocosos sólo sirven para estorbar. El problema es que el peso pesado acaba de venir y esto se terminaría alargando más de lo necesario—. Se cruzó de brazos. —El otro sigue manteniéndose a raya.
—Cómo les gusta hablar de más a ustedes, ¿eh?