3/01/2019, 02:40
La audiencia aplaudió al fin, aunque Ranko no se dio cuenta al inicio, pues estaba demasiado enfocada en el sentimiento transmitido por la actuación de la mujer. Kiyomi agradeció inclinándose ante el público. Ranko suspiró entre sus dedos al verla regresar a detrás del escenario.
El señor Keisaku se apareció de nuevo ante la multitud para animarla, amén de explicar cómo procedería el evento: Tendrían una hora para prepararse e inspirarse, podrían ir a la biblioteca, un cuarto oscuro, una galería, y un jardín con fuente.
”¿Participar? Jajajajaja… Claro que no voy a participar” pensó la kunoichi, respirando profundamente, intentando que la emoción provocada por la poetisa se diluyera y quedara relegada a un hermoso recuerdo. ”Aunque… se expondrán a los jueces individualmente, ¿no? No se declamará ante la audiencia como lo hizo Tano-san. ¿verdad? Entonces… ¡no! No soy tan buena… Ni tan… valiente como para decir mis intentos de poemas. No, imposible.”
Suspiró mientras escuchaba el resto: firmas de libros, exposiciones y juegos.
”Tal vez algún juego… No tengo ningún libro conmigo… Ni sé tanto de autores, así que eso no. Tal vez pueda ver alguna exposición. Ouh, ¿qué puedo hacer?”
Ranko se rascó el mentón mientras las personas se levantaban de sus asientos y se ponían en marcha. Pudo notar que la mayoría estaba animada, algunos podrían respirar sonetos, leguas por encima de la habilidad de la chica. Esperó a que la gente que la rodeaba se pusiera en pie antes de imitarlas. Pensó ir en la dirección en que la menor cantidad de público fuese, mas parecía que todos se repartían equitativamente entre las áreas a las cuales podían entrar.
”Tranquila, tranquila… ¿qué hay en una habitación oscura? ¿Es para esas cosas con las fotografías? ¿Tal vez a la biblioteca…? ¡No, ya sé! ¡El jardín!”
Tal vez estar rodeada de flores y en presencia de agua podría calmarse. Las orquídeas, símbolo de su familia, eran para Ranko sinónimo de hogar, calidez y tranqulidad. Se dispuso, entonces, a abrirse paso entre la multitud con rumbo a los jardines. Y con “abrirse paso” se quiere decir “esperar a que la gente deje de caminar y aprovechar el espacio entre dos personas para moverse rápidamente, cual fantasma, esperando que nadie la notara”. Se vio obligada a pasar entre silla y silla en lugar de entre los pasillos, pues la mayoría de la gente estaba ya de pie.
Sin embargo, alguien que pasaba justo detrás de ella la empujó sin querer. Ranko entonces tropezó hacia adelante, pero no cayó, pues logró aferrarse de los hombros de alguien. Era una persona de cabellos muy blancos y rebeldes, ataviado de forma algo anticuada.
”AAAAAAGH. ¡Acabo de golpear a un anciano! ¡Discúlpate ahora, Ranko!”
La chica apartó sus manos de los hombros de la persona y comenzó a agitarlas torpemente, intentando materializar algún cartel etéreo que explicara que había sido un accidente.
—Dididididi… —Enrojeció, juntó las manos en posición de plegaria, y se inclinó un poco, pues el espacio entre la gente le impedía hacerlo más —. ¡Dididididisculpe! ¡N-n-no fue…! ¡No fue…!
No pudo terminar con un “mi intención”. Pronto, la calidez espiritual de un hermoso poema se había transformado en un infierno tanto en su estómago como en sus mejillas. Esperaba no haber lastimado o molestado a la persona peliblanca que tenía enfrente. Parte de ella oraba porque él no se hubiese dado cuenta, que lo tomara como los típicos empujones de multitud, y se alejara sin más, dándole pauta a Ranko para esfumarse rumbo a los jardines.
Pero los dioses no son tan clementes.
El señor Keisaku se apareció de nuevo ante la multitud para animarla, amén de explicar cómo procedería el evento: Tendrían una hora para prepararse e inspirarse, podrían ir a la biblioteca, un cuarto oscuro, una galería, y un jardín con fuente.
”¿Participar? Jajajajaja… Claro que no voy a participar” pensó la kunoichi, respirando profundamente, intentando que la emoción provocada por la poetisa se diluyera y quedara relegada a un hermoso recuerdo. ”Aunque… se expondrán a los jueces individualmente, ¿no? No se declamará ante la audiencia como lo hizo Tano-san. ¿verdad? Entonces… ¡no! No soy tan buena… Ni tan… valiente como para decir mis intentos de poemas. No, imposible.”
Suspiró mientras escuchaba el resto: firmas de libros, exposiciones y juegos.
”Tal vez algún juego… No tengo ningún libro conmigo… Ni sé tanto de autores, así que eso no. Tal vez pueda ver alguna exposición. Ouh, ¿qué puedo hacer?”
Ranko se rascó el mentón mientras las personas se levantaban de sus asientos y se ponían en marcha. Pudo notar que la mayoría estaba animada, algunos podrían respirar sonetos, leguas por encima de la habilidad de la chica. Esperó a que la gente que la rodeaba se pusiera en pie antes de imitarlas. Pensó ir en la dirección en que la menor cantidad de público fuese, mas parecía que todos se repartían equitativamente entre las áreas a las cuales podían entrar.
”Tranquila, tranquila… ¿qué hay en una habitación oscura? ¿Es para esas cosas con las fotografías? ¿Tal vez a la biblioteca…? ¡No, ya sé! ¡El jardín!”
Tal vez estar rodeada de flores y en presencia de agua podría calmarse. Las orquídeas, símbolo de su familia, eran para Ranko sinónimo de hogar, calidez y tranqulidad. Se dispuso, entonces, a abrirse paso entre la multitud con rumbo a los jardines. Y con “abrirse paso” se quiere decir “esperar a que la gente deje de caminar y aprovechar el espacio entre dos personas para moverse rápidamente, cual fantasma, esperando que nadie la notara”. Se vio obligada a pasar entre silla y silla en lugar de entre los pasillos, pues la mayoría de la gente estaba ya de pie.
Sin embargo, alguien que pasaba justo detrás de ella la empujó sin querer. Ranko entonces tropezó hacia adelante, pero no cayó, pues logró aferrarse de los hombros de alguien. Era una persona de cabellos muy blancos y rebeldes, ataviado de forma algo anticuada.
”AAAAAAGH. ¡Acabo de golpear a un anciano! ¡Discúlpate ahora, Ranko!”
La chica apartó sus manos de los hombros de la persona y comenzó a agitarlas torpemente, intentando materializar algún cartel etéreo que explicara que había sido un accidente.
—Dididididi… —Enrojeció, juntó las manos en posición de plegaria, y se inclinó un poco, pues el espacio entre la gente le impedía hacerlo más —. ¡Dididididisculpe! ¡N-n-no fue…! ¡No fue…!
No pudo terminar con un “mi intención”. Pronto, la calidez espiritual de un hermoso poema se había transformado en un infierno tanto en su estómago como en sus mejillas. Esperaba no haber lastimado o molestado a la persona peliblanca que tenía enfrente. Parte de ella oraba porque él no se hubiese dado cuenta, que lo tomara como los típicos empujones de multitud, y se alejara sin más, dándole pauta a Ranko para esfumarse rumbo a los jardines.
Pero los dioses no son tan clementes.
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