3/01/2019, 03:11
Rōga hablaba con una confianza que aturdió a la kusajin. No era especialmente grandilocuente, sino que hablaba con Ranko como si fuesen amigos de la infancia. Primero le corrigió la pronunciación. Mejor dicho, le insinuó que había pronunciado mal su apellido, y le instó a llamarle por su nombre de pila.
”¿Eh? Pero es maleducado llamar a alguien por su nombre apenas conocerse…”
—Se… ¿séquito? —soltó Ranko, anonadada. De un segundo a otro, el chico pasó de confiado a presumido ante los ojos de la kunoichi —. ¿De fans?
Rōga no sólo la llamó por su apellido (”¡A como debería ser, al menos al inicio!”), sino que parecía conocer Kusagakure, o al menos eso intuyó Ranko al escucharlo hablar de la aldea tan a la ligera. Lo que siguió, sin embargo, elevó el medidor de incomodidad de la chica por las nubes.
El peliazul pareció analizar su físico, no era de sorprenderse que le llamase la atención la altura de Ranko, mas luego se interesó en sus piernas. Ranko recogió los brazos y cruzó un poco las rodillas al ver a Rōga agacharse. Su rostro se puso tan rojo que parecía una cereza viva al escucharlo alabar sus muslos y pantorrillas con palabras como “camote” y hablar de “sacarle carne”.
Al instante, Ranko saltó. Se alejó de la roca tan rápido como pudo, cayó a varios metros de distancia de la roca donde había estado, usó su chakra y se paró sobre la superficie del agua. Al ponerse de pie en dirección a Rōga, quien ahora estaba no solo alejado de ella, sino que en una altura superior sobre la estructura rocosa, Ranko se cubría el pecho y el regazo, como si estuviese desnuda.
—¡E-e-esa no es… no es manera de…! ¡Po-por favor, no se… no use esas…! ¡Esas palabras!
Ranko se había criado en una familia de manera formal, como una noble. A pesar de que a veces su madre vistiese de manera floja, siempre les había enseñado a sus hijas cómo comportarse y hablar con educación. El encontrarse con alguien tan irreverente como Rōga había sorprendido a Ranko en demasía. Tal vez el peliazul no tenía mala intención, o tal vez era así de juguetón con todos, pero en ese momento Ranko no pudo reaccionar de otra manera. Tal vez si hubiese usado un registro más estándar, su comentario sobre las piernas de la ninja no habrían sonado tan...
"¡Vulgares! ¡Agh! ¡Habría preferido que me lanzara un kunai al rostro!” pensó, no enfadada, sino sumamente avergonzada.
”¿Eh? Pero es maleducado llamar a alguien por su nombre apenas conocerse…”
—Se… ¿séquito? —soltó Ranko, anonadada. De un segundo a otro, el chico pasó de confiado a presumido ante los ojos de la kunoichi —. ¿De fans?
Rōga no sólo la llamó por su apellido (”¡A como debería ser, al menos al inicio!”), sino que parecía conocer Kusagakure, o al menos eso intuyó Ranko al escucharlo hablar de la aldea tan a la ligera. Lo que siguió, sin embargo, elevó el medidor de incomodidad de la chica por las nubes.
El peliazul pareció analizar su físico, no era de sorprenderse que le llamase la atención la altura de Ranko, mas luego se interesó en sus piernas. Ranko recogió los brazos y cruzó un poco las rodillas al ver a Rōga agacharse. Su rostro se puso tan rojo que parecía una cereza viva al escucharlo alabar sus muslos y pantorrillas con palabras como “camote” y hablar de “sacarle carne”.
Al instante, Ranko saltó. Se alejó de la roca tan rápido como pudo, cayó a varios metros de distancia de la roca donde había estado, usó su chakra y se paró sobre la superficie del agua. Al ponerse de pie en dirección a Rōga, quien ahora estaba no solo alejado de ella, sino que en una altura superior sobre la estructura rocosa, Ranko se cubría el pecho y el regazo, como si estuviese desnuda.
—¡E-e-esa no es… no es manera de…! ¡Po-por favor, no se… no use esas…! ¡Esas palabras!
Ranko se había criado en una familia de manera formal, como una noble. A pesar de que a veces su madre vistiese de manera floja, siempre les había enseñado a sus hijas cómo comportarse y hablar con educación. El encontrarse con alguien tan irreverente como Rōga había sorprendido a Ranko en demasía. Tal vez el peliazul no tenía mala intención, o tal vez era así de juguetón con todos, pero en ese momento Ranko no pudo reaccionar de otra manera. Tal vez si hubiese usado un registro más estándar, su comentario sobre las piernas de la ninja no habrían sonado tan...
"¡Vulgares! ¡Agh! ¡Habría preferido que me lanzara un kunai al rostro!” pensó, no enfadada, sino sumamente avergonzada.
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