4/01/2019, 04:09
La caída de Ranko solo había alcanzado a mojarle las piernas, hasta medio muslo, pues su reacción había sido suficientemente rápida para no estamparse de lleno contra el líquido. Sin embargo, eso fue suficiente para, al parecer, preocupar a Rōga por su salud.
”Es amable que diga eso… ¡Pero su tono al dirigirse a un desconocido debería ser amable también!”
Pasó varios segundos a la expectativa, mas al ver que el peliazul no le daba caza, la kunoichi se relajó un poco, lentamente.
”¡Oh, ya sé! ¡Tal vez es así a como se llevan todos en Amegakure! No sería raro que diferentes aldeas tengan diferentes culturas y modos de saludar… ¿Debería de hablarle a como él me está hablando? ¡No! Debo de comunicar la formalidad, nobleza y amabilidad que define la familia Sagisō. ¡Así se llevará una buena impresión de Kusagakure!”
—No… No estoy… Enf… Estoy bien —Suspiró, cerró los ojos e intentó calmarse con una respiración pausada. Luego abrió los ojos de nuevo e intentó alzarlos hacia Rōga. Pero, al cruzarse su mirada con la de él, una fuerza mística tiró de ella hacia sus pies. Era como si la diferencia entre la presencia del Amejin y la presencia de la Kusajin fuera la diferencia entre una montaña y un guijarro —. Estoy bien. Gracias —Se mordió los labios y apretó sus puños por varios segundos, hasta que el color bajó de su rostro —. Siento… Siento haber… Perdón.
”Bien, Ranko, creo que ahora tiene la impresión de que los de Kusagakure somos débiles y lastimosos. Qué vergüenza. ¡Mírale a los ojos y háblale! ¡Que quede claro que eres una Sagisō! ¡Eres una hija del bosque y de la tierra! ¡Una futura maestra del Hakuto no Mai y del Hachimon Tonkō! ¡Eres la Princesa Conejo, quien algún día será leyenda!” pensó, sintiendo un aura cálida emerger de lo profundo de su espíritu. Aspiró con ganas, lista para declarar su existencia ante los dioses.
—¡Conej…! —se interrumpió casi al instante con una mano en la boca.
”¡Aaaah por todos los cielos! ¡¿No puedes pasar cinco segundos sin humillarte sola?!”
No sabía qué hacer, y la ansiedad parecía estar a punto de hacerle estallar la cabeza y el estómago. Casi desesperada, apuntó con su índice izquierdo a la bandana que colgaba de su cuello. Luego apuntó a la de él.
—Vi-vienes de más lejos —dijo, forzando a su lengua a destrabarse —. M-más lejos que yo.
Sintió algo de alivio de que al menos su comentario no fuese un disparate. Si bien desconocía la ubicación de la Aldea Escondida entre la Lluvia, dado que el País de la Tormenta estaba más hacia el oeste, y el del Bosque colindaba con el del Rayo, era claro que Amegakure estaría más retirada de Unraikyo que Kusagakure.
”Es amable que diga eso… ¡Pero su tono al dirigirse a un desconocido debería ser amable también!”
Pasó varios segundos a la expectativa, mas al ver que el peliazul no le daba caza, la kunoichi se relajó un poco, lentamente.
”¡Oh, ya sé! ¡Tal vez es así a como se llevan todos en Amegakure! No sería raro que diferentes aldeas tengan diferentes culturas y modos de saludar… ¿Debería de hablarle a como él me está hablando? ¡No! Debo de comunicar la formalidad, nobleza y amabilidad que define la familia Sagisō. ¡Así se llevará una buena impresión de Kusagakure!”
—No… No estoy… Enf… Estoy bien —Suspiró, cerró los ojos e intentó calmarse con una respiración pausada. Luego abrió los ojos de nuevo e intentó alzarlos hacia Rōga. Pero, al cruzarse su mirada con la de él, una fuerza mística tiró de ella hacia sus pies. Era como si la diferencia entre la presencia del Amejin y la presencia de la Kusajin fuera la diferencia entre una montaña y un guijarro —. Estoy bien. Gracias —Se mordió los labios y apretó sus puños por varios segundos, hasta que el color bajó de su rostro —. Siento… Siento haber… Perdón.
”Bien, Ranko, creo que ahora tiene la impresión de que los de Kusagakure somos débiles y lastimosos. Qué vergüenza. ¡Mírale a los ojos y háblale! ¡Que quede claro que eres una Sagisō! ¡Eres una hija del bosque y de la tierra! ¡Una futura maestra del Hakuto no Mai y del Hachimon Tonkō! ¡Eres la Princesa Conejo, quien algún día será leyenda!” pensó, sintiendo un aura cálida emerger de lo profundo de su espíritu. Aspiró con ganas, lista para declarar su existencia ante los dioses.
—¡Conej…! —se interrumpió casi al instante con una mano en la boca.
”¡Aaaah por todos los cielos! ¡¿No puedes pasar cinco segundos sin humillarte sola?!”
No sabía qué hacer, y la ansiedad parecía estar a punto de hacerle estallar la cabeza y el estómago. Casi desesperada, apuntó con su índice izquierdo a la bandana que colgaba de su cuello. Luego apuntó a la de él.
—Vi-vienes de más lejos —dijo, forzando a su lengua a destrabarse —. M-más lejos que yo.
Sintió algo de alivio de que al menos su comentario no fuese un disparate. Si bien desconocía la ubicación de la Aldea Escondida entre la Lluvia, dado que el País de la Tormenta estaba más hacia el oeste, y el del Bosque colindaba con el del Rayo, era claro que Amegakure estaría más retirada de Unraikyo que Kusagakure.
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