5/01/2019, 02:51
El chico de las rastas no parecía comprender el todo a Ranko. Pasaba ante sus ojos de psicópata a chica formal, y luego a rarita. Por su lado, Ranko no comprendía del todo lo que Etsu decía. Parecía bromear con el perro que le acompañaba como si de un parlanchín amigo se tratase, aunque Akane mantuviera su semblante serio. Es más: el que el perro estuviese tan quieto como un adulto le dio mucha más impresión a la kunoichi de que se trataba de un ser humano disfrazado.
”Tal vez es un Henge no jutsu, o tal vez está maldito… ¡Quisiera tanto preguntarle, y que me contara historias al respecto!” pensó, tirando mentalmente del suave hilo de la curiosidad.
Ranko soltó un leve suspiro cuando Etsu se sentó de piernas cruzadas, respingando. Lo que dijo le provocó un rápido pero poderoso estallido de emociones. Le daba suma pena que le tuviesen que aconsejar cómo hacer algo tan teóricamente sencillo como hablarle a otra persona. Le alegraba que Etsu fuese una persona lo suficientemente amable como para tomarse la molestia de aconsejarla. Le confundió el que alguien que bromeaba en voz alta con un perro tuviese problemas para hablar con otros. Le hizo gracia que el chico tuviese que imaginarse a otros en forma de perro.
Tosió. Pensó si en algún momento su garganta sufriría de tanto falso toser.
—Ehm… Gra-gracias. Lo… Lo intentaré.
Cerró los ojos y se concentró un momento. Cuando los volvió a abrir, en lugar de Etsu había un perro sentado. Mas no era un perro común, era un ser humanoide, con la misma complexión y estatura que el ninja, con al diferencia de que sus manos y pies eran ahora almohadillas caninas. El rostro de Etsu era la mezcla del de un cánido y un humano, con rastas y marcas en las mejillas incluidas. Pero seguía habiendo una persona allí.
Cerró los ojos de nuevo. ”No, eso no funcionará… Lo sigo viendo. Sigue habiendo alguien a quien no conozco. ¡Eso es! ¡Pensaré en alguien en quien sí conozca!” Cuando los volvió a abrir, las cabezas de los Inuzuka eran lo único diferente: eran cabezas pequeñas, de cortos cabellos de un rojo intenso. Al contrario de calmarla, ver el rostro de su hermana Kuumi sobre el sudoroso y musculoso cuerpo de un chico era traumatizante.
Cerró los ojos de nuevo. ”¡No! ¡No así! Tal vez… ¡tal vez un animal ayude! ¿Cuál es el animal favorito de Kuumi?” Cuando los volvió a abrir, divisó algo similar a la primera ilusión: esta vez eran dos tigres, uno de forma normal y otro humanoide, quienes estaban frente a ella.
Cerró los ojos al instante. ”¡No, esto no sirve, no sirve! Su consejo fue muy bien intencionado, estoy segura, pero no me ayuda en nada. No puedo. No puedo. Tengo que irme.”
—Yo… —Al abrir los ojos, se sintió calmada. Su mente había transformado a Etsu en un musculoso conejo marrón gigante. Su rostro no era antropomórfico, como el perro o el tigre, sino que era… un rostro de conejo. Normal. Tierno, callado, suavecito. Contrastaba hilarantemente con el cuerpo del ninja. Ranko soltó una risita. Se sentó de nuevo, quedando frente a su compañero de aldea. Respiró profundamente y, por primera vez, habló con un tono casi natural —. Quería un lugar para entrenar hoy. Y éste fue… Entré aquí. Disculpa. Gracias por compartir este tatami conmigo. ¿Estabas entrenando con tu amigo, Inuzuka-san?
Poco a poco, la forma del rostro real de Etsu sustituyó al del Conejetsu. Cuando la imagen del lepórido se desvaneció por completo de los ojos de Ranko, ésta bajó la mirada lentamente, pero no perdió la sonrisa que ver a un conejo gigante le había causado. Su corazón seguía muy nervioso, pero ya no lo sentía fuera de control. Al menos por el momento. Se sorprendió de que no hubiese pensado en imaginar eso antes.
”Tal vez es un Henge no jutsu, o tal vez está maldito… ¡Quisiera tanto preguntarle, y que me contara historias al respecto!” pensó, tirando mentalmente del suave hilo de la curiosidad.
Ranko soltó un leve suspiro cuando Etsu se sentó de piernas cruzadas, respingando. Lo que dijo le provocó un rápido pero poderoso estallido de emociones. Le daba suma pena que le tuviesen que aconsejar cómo hacer algo tan teóricamente sencillo como hablarle a otra persona. Le alegraba que Etsu fuese una persona lo suficientemente amable como para tomarse la molestia de aconsejarla. Le confundió el que alguien que bromeaba en voz alta con un perro tuviese problemas para hablar con otros. Le hizo gracia que el chico tuviese que imaginarse a otros en forma de perro.
Tosió. Pensó si en algún momento su garganta sufriría de tanto falso toser.
—Ehm… Gra-gracias. Lo… Lo intentaré.
Cerró los ojos y se concentró un momento. Cuando los volvió a abrir, en lugar de Etsu había un perro sentado. Mas no era un perro común, era un ser humanoide, con la misma complexión y estatura que el ninja, con al diferencia de que sus manos y pies eran ahora almohadillas caninas. El rostro de Etsu era la mezcla del de un cánido y un humano, con rastas y marcas en las mejillas incluidas. Pero seguía habiendo una persona allí.
Cerró los ojos de nuevo. ”No, eso no funcionará… Lo sigo viendo. Sigue habiendo alguien a quien no conozco. ¡Eso es! ¡Pensaré en alguien en quien sí conozca!” Cuando los volvió a abrir, las cabezas de los Inuzuka eran lo único diferente: eran cabezas pequeñas, de cortos cabellos de un rojo intenso. Al contrario de calmarla, ver el rostro de su hermana Kuumi sobre el sudoroso y musculoso cuerpo de un chico era traumatizante.
Cerró los ojos de nuevo. ”¡No! ¡No así! Tal vez… ¡tal vez un animal ayude! ¿Cuál es el animal favorito de Kuumi?” Cuando los volvió a abrir, divisó algo similar a la primera ilusión: esta vez eran dos tigres, uno de forma normal y otro humanoide, quienes estaban frente a ella.
Cerró los ojos al instante. ”¡No, esto no sirve, no sirve! Su consejo fue muy bien intencionado, estoy segura, pero no me ayuda en nada. No puedo. No puedo. Tengo que irme.”
—Yo… —Al abrir los ojos, se sintió calmada. Su mente había transformado a Etsu en un musculoso conejo marrón gigante. Su rostro no era antropomórfico, como el perro o el tigre, sino que era… un rostro de conejo. Normal. Tierno, callado, suavecito. Contrastaba hilarantemente con el cuerpo del ninja. Ranko soltó una risita. Se sentó de nuevo, quedando frente a su compañero de aldea. Respiró profundamente y, por primera vez, habló con un tono casi natural —. Quería un lugar para entrenar hoy. Y éste fue… Entré aquí. Disculpa. Gracias por compartir este tatami conmigo. ¿Estabas entrenando con tu amigo, Inuzuka-san?
Poco a poco, la forma del rostro real de Etsu sustituyó al del Conejetsu. Cuando la imagen del lepórido se desvaneció por completo de los ojos de Ranko, ésta bajó la mirada lentamente, pero no perdió la sonrisa que ver a un conejo gigante le había causado. Su corazón seguía muy nervioso, pero ya no lo sentía fuera de control. Al menos por el momento. Se sorprendió de que no hubiese pensado en imaginar eso antes.
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