5/01/2019, 22:56
(Última modificación: 5/01/2019, 23:07 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
¿Qué había sucedido desde los acontecimientos que habían desembocado en la tumba de Umikiba Kaido? En realidad, poca cosa.
Kaido había regresado a la guarida secreta, con el cadáver y junto a Kyūtsuki, la mujer que rebanaba trozos de piel de sus víctimas —y de Kadio—. Shaneji, el Hozuki sanguinario con el que había iniciado el viaje, no le había gustado nada el detalle. Se enfadó mucho con ellos dos. Para él, a sus paisanos había que protegerles, no matarles. Si iban a tirar el cuerpo en el País del Bosque, ¿por qué no matar a uno de esos extranjeros cuando estuviesen allí?
Se veía a la legua que Kaido le había decepcionado en aquello.
El cadáver ahora estaba sellado en un pergamino para facilitar su transporte, gracias a Otohime, la experta en fuuinjutsu del grupo y creadora de la Marca del Dragón. Era una mujer de unos cuarenta años, de esas que no se metían con nadie… Pero ojo con buscarle las cosquillas, porque entonces sí la encontrabas.
Masumi —al que todo el mundo llamaba Muñeca—, estaba mucho más seria de lo normal. Tenía los ojos enrojecidos, como si se hubiese pasado horas llorando, y todo apuntaba a que había sido provocado por la bronca con Ryū. Aquel al que había llamado padre.
Ryū era un gigante de piel oscura y tatuajes blancos fluorescentes. Parecía un dragón andante, y había recobrado su habitual mutismo tras el eléctrico cabreo que le había producido descubrir la verdad sobre Uchiha Zaide.
Todos estaban dentro de la cueva, llena de estalactitas y estalagmitas. Junto a un lago, sentados alrededor de una gran mesa redonda de madera rojiza, con un dragón de siete cabezas y ocho colas tallado en su superficie. Cada cabeza situada frente a una silla. Frente a un Cabeza de Dragón. La que debería estar frente a Ryū — y la que tendría que ser la octava cabeza— se encontraba decapitada: no había resistido su arrebato de furia horas atrás.
Dos figuras surgieron en las dos únicas sillas vacías. Cuerpos inmateriales, del color de un arcoíris difuminado. En efecto, estaban usando la Técnica de la Linterna Mágica Corporal. Poco se podía decir de ellos, salvo que uno tenía los ojos del color de un billete de cincuenta ryos y los otros del matiz de un viejo castaño.
—Primer asunto del día —anunció Ryū, con voz grave—, decidir qué hacer con Kaido. Ya todos sabemos que pasó el bautizo, pero no se ganó la marca de manera debida. Sugiero darle voz y oído en las reuniones, pero no voto hasta que mate a un asesino de dragón.
Kaido había regresado a la guarida secreta, con el cadáver y junto a Kyūtsuki, la mujer que rebanaba trozos de piel de sus víctimas —y de Kadio—. Shaneji, el Hozuki sanguinario con el que había iniciado el viaje, no le había gustado nada el detalle. Se enfadó mucho con ellos dos. Para él, a sus paisanos había que protegerles, no matarles. Si iban a tirar el cuerpo en el País del Bosque, ¿por qué no matar a uno de esos extranjeros cuando estuviesen allí?
Se veía a la legua que Kaido le había decepcionado en aquello.
El cadáver ahora estaba sellado en un pergamino para facilitar su transporte, gracias a Otohime, la experta en fuuinjutsu del grupo y creadora de la Marca del Dragón. Era una mujer de unos cuarenta años, de esas que no se metían con nadie… Pero ojo con buscarle las cosquillas, porque entonces sí la encontrabas.
Masumi —al que todo el mundo llamaba Muñeca—, estaba mucho más seria de lo normal. Tenía los ojos enrojecidos, como si se hubiese pasado horas llorando, y todo apuntaba a que había sido provocado por la bronca con Ryū. Aquel al que había llamado padre.
Ryū era un gigante de piel oscura y tatuajes blancos fluorescentes. Parecía un dragón andante, y había recobrado su habitual mutismo tras el eléctrico cabreo que le había producido descubrir la verdad sobre Uchiha Zaide.
Todos estaban dentro de la cueva, llena de estalactitas y estalagmitas. Junto a un lago, sentados alrededor de una gran mesa redonda de madera rojiza, con un dragón de siete cabezas y ocho colas tallado en su superficie. Cada cabeza situada frente a una silla. Frente a un Cabeza de Dragón. La que debería estar frente a Ryū — y la que tendría que ser la octava cabeza— se encontraba decapitada: no había resistido su arrebato de furia horas atrás.
Dos figuras surgieron en las dos únicas sillas vacías. Cuerpos inmateriales, del color de un arcoíris difuminado. En efecto, estaban usando la Técnica de la Linterna Mágica Corporal. Poco se podía decir de ellos, salvo que uno tenía los ojos del color de un billete de cincuenta ryos y los otros del matiz de un viejo castaño.
—Primer asunto del día —anunció Ryū, con voz grave—, decidir qué hacer con Kaido. Ya todos sabemos que pasó el bautizo, pero no se ganó la marca de manera debida. Sugiero darle voz y oído en las reuniones, pero no voto hasta que mate a un asesino de dragón.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado