7/01/2019, 15:02
(Última modificación: 7/01/2019, 15:03 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
La conversación llegó a su final. Kori se levantó con una queda despedida hacia su hermana y Kokuo escuchó a Ayame gimotear en su interior.
Los siguientes días fueron mucho más solitarios. Nadie vino a visitarlas, a excepción de los usuales guardias que venían a cambiar su bandeja de comida diariamente.
Le recriminaba Ayame, rota de dolor.
Kokuo había empezado a comer por sí misma, reducida a la evidencia de que no le quedaba alternativa si quería evitar que la redujeran una y otra vez, pero seguía recibiendo a sus carceleros con la misma cara de pocos amigos, acurrucada en su colchón.
No sería hasta pasada una semana cuando volvió. Arrastraba los pies e iba vestido de paisano, pero era inconfundible... aún con aquel ojo hinchado y amoratado.
—Hola —pronunció, con una débil sonrisa.
—Ho... Hola.
—¿Qué...? Esto... Ayame quiere saber qué te ha pasado.
«Los echo de menos... Papá, Kori...»
Los siguientes días fueron mucho más solitarios. Nadie vino a visitarlas, a excepción de los usuales guardias que venían a cambiar su bandeja de comida diariamente.
«Enfadaste a Daruu. Ahora no va a volver.»
Le recriminaba Ayame, rota de dolor.
Kokuo había empezado a comer por sí misma, reducida a la evidencia de que no le quedaba alternativa si quería evitar que la redujeran una y otra vez, pero seguía recibiendo a sus carceleros con la misma cara de pocos amigos, acurrucada en su colchón.
No sería hasta pasada una semana cuando volvió. Arrastraba los pies e iba vestido de paisano, pero era inconfundible... aún con aquel ojo hinchado y amoratado.
«D... ¿Daruu?»
—Hola —pronunció, con una débil sonrisa.
—Ho... Hola.
«¡Pregúntale qué le ha pasado, Kokuo!»
—¿Qué...? Esto... Ayame quiere saber qué te ha pasado.