9/01/2019, 02:30
La mente de Kaido procesaba todo a millón. A veces era difícil, la Marca del Dragón y su efecto solapa lo hacían el doble de jodido. Eran demasiados sentimientos encontrados, y aún así, siempre acababa ganando esa pequeña semilla, que de a poco germinaba, que le obligaba a pensar en pro de la organización, y de nadie más.
—Escuchen. No soy estúpido, conozco los límites de mis capacidades. Quiero matar a Zaide no porque me salga de los cojones, sino porque siento que es lo que necesita esta jodida organización para enterrar a los putos fantasmas del pasado y poder seguir adelante. ¿Que voy a ser capaz de hacerlo? no lo sé. Creo que ninguno aquí sentado puede decir que lo sabe con certeza. Pero visto lo visto, estamos hablando de un tipo con el que hay que tener muchísimo cuidado. Ya me lo advirtió Shaneji «también Hageshi» y ahora Kyūtsuki. No me lo voy a tomar a la ligera —concluyó, aunque aún tenía mucho que decir—. además, es Uchiha. Yo a los Uchiha se las tengo medida. Esos cabrones son fuertes por naturaleza.
»En fin, lo que quiero decir es que voy a ir a por él. Está decidido. ¿Algún voluntario para la causa? ¿o voy a tener que jugármela yo sólo?
Ya se imaginaba la respuesta. La negativa de todos. Así que empezó a maquinar un plan. Recursos, aliados; conocimiento del terreno. Todo. Iba a ser una tarea titánica y ardua. Le iba a llevar tiempo. ¿Pero qué era el tiempo a cambio de la máxima gloria de Dragón Rojo, su organización?
Nada. El tiempo para él era inverosímil. Curiosamente lo venía siendo para todos los ninja de su generación.
Quince años tenía el hijo de puta. Y ahi estaba, a cientos de kilómetros de su aldea natal, exiliado; trabajando para un cubil de asesinos, ladrones y camellos.
—Escuchen. No soy estúpido, conozco los límites de mis capacidades. Quiero matar a Zaide no porque me salga de los cojones, sino porque siento que es lo que necesita esta jodida organización para enterrar a los putos fantasmas del pasado y poder seguir adelante. ¿Que voy a ser capaz de hacerlo? no lo sé. Creo que ninguno aquí sentado puede decir que lo sabe con certeza. Pero visto lo visto, estamos hablando de un tipo con el que hay que tener muchísimo cuidado. Ya me lo advirtió Shaneji «también Hageshi» y ahora Kyūtsuki. No me lo voy a tomar a la ligera —concluyó, aunque aún tenía mucho que decir—. además, es Uchiha. Yo a los Uchiha se las tengo medida. Esos cabrones son fuertes por naturaleza.
»En fin, lo que quiero decir es que voy a ir a por él. Está decidido. ¿Algún voluntario para la causa? ¿o voy a tener que jugármela yo sólo?
Ya se imaginaba la respuesta. La negativa de todos. Así que empezó a maquinar un plan. Recursos, aliados; conocimiento del terreno. Todo. Iba a ser una tarea titánica y ardua. Le iba a llevar tiempo. ¿Pero qué era el tiempo a cambio de la máxima gloria de Dragón Rojo, su organización?
Nada. El tiempo para él era inverosímil. Curiosamente lo venía siendo para todos los ninja de su generación.
Quince años tenía el hijo de puta. Y ahi estaba, a cientos de kilómetros de su aldea natal, exiliado; trabajando para un cubil de asesinos, ladrones y camellos.