9/01/2019, 13:11
Kokuo se sumió en un denso silencio. Daruu casi podía respirar sus dudas. Una vez más, comprobó como un bijuu era más humano que alguno de los humanos –tanto humanos como bijuus querrían matarle por dicha afirmación–. Kokuo apretó los puños y las mandíbulas, se puso a temblar y...
Su presencia se desvaneció. El pelo de aquél cuerpo volvió a ser negro, los ojos, el avellana de Ayame. Daruu se lanzó, casi en desesperación, a agarrar las rejas de la celda, de rodillas.
—¡Ayame!
—Esto... ha sido muy repentino —jadeó ella.
—Pero... ¿qué ha pasado? ¿Por qué os habéis intercambiado ahora?
¡Puuff!
Su presencia se desvaneció. El pelo de aquél cuerpo volvió a ser negro, los ojos, el avellana de Ayame. Daruu se lanzó, casi en desesperación, a agarrar las rejas de la celda, de rodillas.
—¡Ayame!
—Esto... ha sido muy repentino —jadeó ella.
—Pero... ¿qué ha pasado? ¿Por qué os habéis intercambiado ahora?