10/01/2019, 23:02
El peliblanco nunca dejó de mostrarse calmado y dispuesto a charlar. Le explicó brevemente de dónde venía, que había tomado su apellido de tal sitio, y que, a pesar de que se le había hecho difícil adaptarse, cada vez se hacía menos complicado.
”¿No tiene apellido? Significa que no tiene… ¿padres” Ranko reflexionó un poco. Quiso preguntarle acerca de su familia, acerca del Paraje, acerca de su vida antes de la aldea. Pero sus labios no se separaron. ”No. Le ha costado acostumbrarse aquí, creo que yo no debería hacérselo más difícil, sino al contrario… ¡debería intentar que la pasase mejor!”
Sus manos soltaron el banco, y sus dedos se entrelazaron. Jugueteó con sus pulgares por un momento. Intentó alzar los ojos, pero su mirada no lograba llegar hasta la de Kazuma. El comentario sobre el ser camaradas le había animado, más que el de la interesante idea de agregarle fruta a la avena.
—M-m-me alegra que haya… ahm… decidido quedarse en Ku-Kusagakure, Hanamura-san —Tragó saliva. A cada oración que decía, su corazón latía más rápido —. Es un… Es muy bonito… aquí. Y fuerte. Digo, los… Los shinobis son fuertes. Digo, puede convertirse en alguien fuerte. A m-mí también… Yo he… Yo no… Lo siento.
Sus manos ahora se apretaban la una a la otra, como quien rezara de desesperación. Suspiró, soltando un leve chillido. Cerró los ojos de nuevo, intentando concentrarse en lo que diría, obligando a las palabras a salir de su boca.
—L-l-lo lamento. A veces… A veces no… No puedo. ¿Cómo puede…? N-no sé… Quisiera poder… como Hanamura-san… —Su voz disminuyó hasta convertirse en un susurro —. Poder hablar. Poder hablar como Hanamura-san. Como todos.
La presión de tener una charla más larga de lo común (con alguien desconocido, claro), estaba comenzando a causar estragos en la psique de Ranko. Empezaba a sentirse ligeramente mareada. Tanto su corazón como sus pulmones trabajaban cada vez más rápido, alimentando su ansiedad, y alimentándose de ella a la vez.
”¿No tiene apellido? Significa que no tiene… ¿padres” Ranko reflexionó un poco. Quiso preguntarle acerca de su familia, acerca del Paraje, acerca de su vida antes de la aldea. Pero sus labios no se separaron. ”No. Le ha costado acostumbrarse aquí, creo que yo no debería hacérselo más difícil, sino al contrario… ¡debería intentar que la pasase mejor!”
Sus manos soltaron el banco, y sus dedos se entrelazaron. Jugueteó con sus pulgares por un momento. Intentó alzar los ojos, pero su mirada no lograba llegar hasta la de Kazuma. El comentario sobre el ser camaradas le había animado, más que el de la interesante idea de agregarle fruta a la avena.
—M-m-me alegra que haya… ahm… decidido quedarse en Ku-Kusagakure, Hanamura-san —Tragó saliva. A cada oración que decía, su corazón latía más rápido —. Es un… Es muy bonito… aquí. Y fuerte. Digo, los… Los shinobis son fuertes. Digo, puede convertirse en alguien fuerte. A m-mí también… Yo he… Yo no… Lo siento.
Sus manos ahora se apretaban la una a la otra, como quien rezara de desesperación. Suspiró, soltando un leve chillido. Cerró los ojos de nuevo, intentando concentrarse en lo que diría, obligando a las palabras a salir de su boca.
—L-l-lo lamento. A veces… A veces no… No puedo. ¿Cómo puede…? N-no sé… Quisiera poder… como Hanamura-san… —Su voz disminuyó hasta convertirse en un susurro —. Poder hablar. Poder hablar como Hanamura-san. Como todos.
La presión de tener una charla más larga de lo común (con alguien desconocido, claro), estaba comenzando a causar estragos en la psique de Ranko. Empezaba a sentirse ligeramente mareada. Tanto su corazón como sus pulmones trabajaban cada vez más rápido, alimentando su ansiedad, y alimentándose de ella a la vez.
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