11/01/2019, 03:37
Abandonar Ryūgū-jō fue mucho más difícil para Muñeca que para él. Aún con la Marca en su brazo, su sentido de pertenencia no estaba tan arraigado a aquel lugar como podía serlo para otros miembros. La definición de hogar era un concepto demasiado trillado para un muchacho que se crió para ser la herramienta de otros y que nunca se sintió parte de algo, hasta que aniquiló a toda su familia y juró lealtad a Amekoro Yui.
Pero esa lealtad se había esfumado. Ahora imperaba nuevamente esa necesidad empírica y antinatural de querer ganarse su puesto en la escala alimenticia entre dragones.
—Tú ... viste lo que él quiso que vieras, probablemente. Son buenos en eso —comentó, con los recuerdos de Uchiha Datsue destrozándole la mandíbula asolándole la cabeza—. te voy a ayudar, Muñeca. Enmendaremos juntos el error de Katame —sí, buena elección; la de poner toda la responsabilidad sobre un puto muerto y no en ella—. y volveremos a casa con la cabeza en alto.
»Todos me han dicho que eres una kunoichi excepcional. Y les creo. Sé que podré confiar en ti cuando vayamos a por ese hijo de puta.
Pero esa lealtad se había esfumado. Ahora imperaba nuevamente esa necesidad empírica y antinatural de querer ganarse su puesto en la escala alimenticia entre dragones.
—Tú ... viste lo que él quiso que vieras, probablemente. Son buenos en eso —comentó, con los recuerdos de Uchiha Datsue destrozándole la mandíbula asolándole la cabeza—. te voy a ayudar, Muñeca. Enmendaremos juntos el error de Katame —sí, buena elección; la de poner toda la responsabilidad sobre un puto muerto y no en ella—. y volveremos a casa con la cabeza en alto.
»Todos me han dicho que eres una kunoichi excepcional. Y les creo. Sé que podré confiar en ti cuando vayamos a por ese hijo de puta.