11/01/2019, 19:03
—Buenas tardes, señor, somos los ninjas enviados desde Uzushiogakure, mi compañero es Inuzuka Nabi y su acompañante se llama Stuffy, ambos son expertos en el arte del rastreo. Yo soy Uzumaki Eri, jounin de Uzushiogakure y experta en técnicas de sellado.
El herrero miró a la pelirroja de arriba a abajo, por un momento se le ocurrió escupirle el tipico "Como va a ser Jounin una niña", pero algo le dijo que por algo sería, y la seriedad que emanaba de la Uzumaki, además de ser Uzumaki, era bastante acojonante.
—Venimos por una misión, estamos buscando al señor Tetsuya Kajiya-san.
Recordando lo de la misión, torció el gesto.
— Pues ya lo habéis encontrado, ahora podeis empezar a buscar a Tanzō, que es el que está desaparecido.
Contestó contrariado. Una figura apareció por detrás del hombre y le arrebató el martillo como si no pesase y lo dejó en el suelo.
— Dejales pasar y deja de tocar las narices.
El hombre le sacaba una cabeza y media de altura a la mujer y solo una a los ninjas, con lo cual, era el más alto del lugar. La mujer era más bien pequeña y delgada, con algunas arrugas en el rostro pero una belleza sobria. Su pelo negro con algunas franjas blancas estaba recogido en una coleta corta y llevaba bata gris de andar por casa.
— ¡No vayas tras los bandidos! ¡Deja pasar a los ninjas! Siempre mandando.
Finalmente, se apartó hacia una habitación que había a la derecha y la mujer hizo un gesto a los ninjas para que pasasen tras dedicarle una mirada asesina a su marido que fue ignorada.
— Perdonadle, está... tenso desde el incidente. Pasad.
El gesto de la mujer les señalaba a que pasasen a la misma sala donde había entrado su marido, detrás suyo, en linea recta con la entrada, había unas escaleras de piedra que bajaban y bajaban y a la izquierda había otra habitación. Si la forja tenía que estar en algún sitio, sin duda tenía que ser abajo.
En la sala de la derecha, apenas había nada que no fuese de madera, menos las paredes, claro. El mobiliario eran varios muebles de madera, estantes de madera colgados de las paredes, por suerte, con clavos de hierro, una gran mesa de madera y unas seis sillas en total, de madera. Todo de madera pulida y de una calidad buena, entre eso y el exterior, el negocio debía rentar.
El hombre ya estaba sentado en la mesa, dando golpecitos con los dedos en la mesa, impaciente.
El herrero miró a la pelirroja de arriba a abajo, por un momento se le ocurrió escupirle el tipico "Como va a ser Jounin una niña", pero algo le dijo que por algo sería, y la seriedad que emanaba de la Uzumaki, además de ser Uzumaki, era bastante acojonante.
—Venimos por una misión, estamos buscando al señor Tetsuya Kajiya-san.
Recordando lo de la misión, torció el gesto.
— Pues ya lo habéis encontrado, ahora podeis empezar a buscar a Tanzō, que es el que está desaparecido.
Contestó contrariado. Una figura apareció por detrás del hombre y le arrebató el martillo como si no pesase y lo dejó en el suelo.
— Dejales pasar y deja de tocar las narices.
El hombre le sacaba una cabeza y media de altura a la mujer y solo una a los ninjas, con lo cual, era el más alto del lugar. La mujer era más bien pequeña y delgada, con algunas arrugas en el rostro pero una belleza sobria. Su pelo negro con algunas franjas blancas estaba recogido en una coleta corta y llevaba bata gris de andar por casa.
— ¡No vayas tras los bandidos! ¡Deja pasar a los ninjas! Siempre mandando.
Finalmente, se apartó hacia una habitación que había a la derecha y la mujer hizo un gesto a los ninjas para que pasasen tras dedicarle una mirada asesina a su marido que fue ignorada.
— Perdonadle, está... tenso desde el incidente. Pasad.
El gesto de la mujer les señalaba a que pasasen a la misma sala donde había entrado su marido, detrás suyo, en linea recta con la entrada, había unas escaleras de piedra que bajaban y bajaban y a la izquierda había otra habitación. Si la forja tenía que estar en algún sitio, sin duda tenía que ser abajo.
En la sala de la derecha, apenas había nada que no fuese de madera, menos las paredes, claro. El mobiliario eran varios muebles de madera, estantes de madera colgados de las paredes, por suerte, con clavos de hierro, una gran mesa de madera y unas seis sillas en total, de madera. Todo de madera pulida y de una calidad buena, entre eso y el exterior, el negocio debía rentar.
El hombre ya estaba sentado en la mesa, dando golpecitos con los dedos en la mesa, impaciente.
—Nabi—