15/01/2019, 00:56
La escena que se encontró Kenzou era cuanto menos... curiosa. Había una tensión palpable en el aire, Amekoro Yui tenía ambos puños plantados sobre la mesa de piedra y aquella afilada sonrisa suya resplandeciendo como el filo de una katana contra el cuello de Sarutobi Hanabi. El Morikage había tenido claro que los dos protagonistas principales de aquella extraña función de teatro serían precisamente la Arashikage y el Uzukage, dadas las diferencias y contratiempos que habían contraído sus dos aldeas, pero también esperaba que su presencia sirviera como péndulo para inclinar a un lado o a otro aquella delicada balanza.
Sobre todo, hacia el lado que mejor le conviniera a Kusagakure.
—Buenos días, Kenzou-dono —saludó Hanabi.
—¡Oh, Kenzou! Hola. ¿Dónde te has dejado al de las cejas?
La sonrisa del Morikage no varió ni un ápice ante el preciso dardo lanzado por Yui, pero tardó varios valiosos segundos en responder. Había esperado una pregunta así, por supuesto que la había esperado. Yubiwa había sido su inseparable mano derecha hasta hacía apenas un par de semanas, cuando unas desafortunadas corrientes habían terminado con lo que quedaba de su cordura... y con su lealtad hacia la aldea.
—Mi buen amigo cejudo ha sentido la tentadora llamada de la traición —respondió, sin ningún tipo de anestesia ni aviso previo. En aquellos instantes, lo que más le interesaba a Kusagakure era que Yubiwa desapareciera de una buena vez de la faz de Oonindo, por lo que, cuantas más personas estuviesen al tanto de su naturaleza, mejor sería para ellos. Y ni la mujer de los ojos cerrados ni el enmascarado se inmutaron siquiera, aquella información era ya bien sabida por ambos. Kenzou alzó una mano en el aire y agitó sus largos y nudosos dedos—. Pero mucho me temo que esa alimaña se nos ha escurrido de entre los dedos en el último momento... Por eso, señores Kage, si sus shinobi dan con cualquier pista sobre su paradero agradecería que me informaran de inmediato. Ese ninja ya tiene su retrato en nuestro Libro Bingo como criminal de rango S.
»¡Pero estamos aquí para discutir de otros asuntos más importantes! ¿Me equivoco? —añadió, de manera súbita y alegre, como si lo que estaban a punto de debatir fuese un plato de mejor gusto.
Aunque, para desgracia de todos los allí presentes, todos sabían que no era así.
Sobre todo, hacia el lado que mejor le conviniera a Kusagakure.
—Buenos días, Kenzou-dono —saludó Hanabi.
—¡Oh, Kenzou! Hola. ¿Dónde te has dejado al de las cejas?
La sonrisa del Morikage no varió ni un ápice ante el preciso dardo lanzado por Yui, pero tardó varios valiosos segundos en responder. Había esperado una pregunta así, por supuesto que la había esperado. Yubiwa había sido su inseparable mano derecha hasta hacía apenas un par de semanas, cuando unas desafortunadas corrientes habían terminado con lo que quedaba de su cordura... y con su lealtad hacia la aldea.
—Mi buen amigo cejudo ha sentido la tentadora llamada de la traición —respondió, sin ningún tipo de anestesia ni aviso previo. En aquellos instantes, lo que más le interesaba a Kusagakure era que Yubiwa desapareciera de una buena vez de la faz de Oonindo, por lo que, cuantas más personas estuviesen al tanto de su naturaleza, mejor sería para ellos. Y ni la mujer de los ojos cerrados ni el enmascarado se inmutaron siquiera, aquella información era ya bien sabida por ambos. Kenzou alzó una mano en el aire y agitó sus largos y nudosos dedos—. Pero mucho me temo que esa alimaña se nos ha escurrido de entre los dedos en el último momento... Por eso, señores Kage, si sus shinobi dan con cualquier pista sobre su paradero agradecería que me informaran de inmediato. Ese ninja ya tiene su retrato en nuestro Libro Bingo como criminal de rango S.
»¡Pero estamos aquí para discutir de otros asuntos más importantes! ¿Me equivoco? —añadió, de manera súbita y alegre, como si lo que estaban a punto de debatir fuese un plato de mejor gusto.
Aunque, para desgracia de todos los allí presentes, todos sabían que no era así.