15/01/2019, 18:38
Seguimos a Stuffy durante un rato, corriendo por las calles, apartando a las personas que claramente no entendían la prisa que llevábamos pero que se lo pensaban dos veces antes de calumniarnos por apartarles al ver nuestras bandanas. Doblamos esquinas y corrimos en linea recta para volver a doblar esquinas durante un rato hasta que la gente se redujo al igual que la calidad de los habitáculos.
Las forjas se sustituyeron por otros lugares donde también podías encontrar potentes fuentes de calor y también fundían cosas, pero a lo mejor con las espadas que usan allí no podías armar un ejercito. Crear uno, si envainas tu espada en suficientes vainas y esperas, igual sí, pero armarlo desde luego no. A menos que fueses muy bueno con tu espada y te pagasen por ello.
Volviendo a Stuffy, bajó el ritmo y empezó a hacer eses pasando a la fase de la localización precisa. Tras andar casi un minuto se metió en un callejón lleno de basura. Y cuando digo lleno de basura, digo que parecía que todo el vecindario se hubiese puesto de acuerdo en tirar toda su mierda ahí. Bolsas enteras llenas de botellas vacías, envoltorios de comida rápida, envoltorios de comida lenta, liquido amarillento que desprendía un reconocible olor a orina, alguna que otra cagada que definitivamente NO era de perro... Stuffy se lanzó a nadar esa piscina de restos hasta desaparecer bajo estos.
Durante unos ricos segundos de contemplación, el montón empezó a moverse hacia mi y Eri y de él, echando marcha atrás, apareció Stuffy arrastrando algo con su boca. Era un pie. Por suerte, ese pie venía pegado a un hombre.
— Al menos sabemos que no estaba con ellos.
El pestazo del callejón enmascaraba el olor a muerto a la perfección, pero la palidez y los ojos sin vida, como los de un pez, certificaban que llevaba muerto un tiempecito ya. Por suerte, el olor de sus pies no se había acabado de borrar de ellos. Puse los brazos en jarra. El difunto no llevaba más ropa que la interior, parecía que le habían lavado bien. Robarle la ropa a un muerto era la más baja de las calañas entre los ladrones.
Cuando Stuffy acabó de sacarlo del montón de mierda se corroboró que habían robado el arma los mismos que lo habían matado. Tenía un enorme corte en el hombro que le bajaba casi hasta el pecho, partiendolo casi en dos. Ahí estábamos, en medio de la calle de los prostibulos con un cuerpo con el brazo a medio amputar.
— ¿Y ahora qué? Bien hecho, Stuffy, pero sueltale el pie ya, anda.
El can me hizo caso por primera vez en su vida y soltó el pie, que cayó al suelo con un golpe seco, puede que se rompiera algo en el proceso, pero poco le iba a importar ya. Empezó a olfatear el resto del cadaver, sin tener en cuenta los gusanos que estaba criando ya en orificios y heridas.
— Sí que es bestia el arma, sí.
Me acuclillé para ver la herida y era terrible, había atravesado hueso y todo lo que había, un poco más de puntería y desde luego lo hubiese partido en dos.
Las forjas se sustituyeron por otros lugares donde también podías encontrar potentes fuentes de calor y también fundían cosas, pero a lo mejor con las espadas que usan allí no podías armar un ejercito. Crear uno, si envainas tu espada en suficientes vainas y esperas, igual sí, pero armarlo desde luego no. A menos que fueses muy bueno con tu espada y te pagasen por ello.
Volviendo a Stuffy, bajó el ritmo y empezó a hacer eses pasando a la fase de la localización precisa. Tras andar casi un minuto se metió en un callejón lleno de basura. Y cuando digo lleno de basura, digo que parecía que todo el vecindario se hubiese puesto de acuerdo en tirar toda su mierda ahí. Bolsas enteras llenas de botellas vacías, envoltorios de comida rápida, envoltorios de comida lenta, liquido amarillento que desprendía un reconocible olor a orina, alguna que otra cagada que definitivamente NO era de perro... Stuffy se lanzó a nadar esa piscina de restos hasta desaparecer bajo estos.
Durante unos ricos segundos de contemplación, el montón empezó a moverse hacia mi y Eri y de él, echando marcha atrás, apareció Stuffy arrastrando algo con su boca. Era un pie. Por suerte, ese pie venía pegado a un hombre.
— Al menos sabemos que no estaba con ellos.
El pestazo del callejón enmascaraba el olor a muerto a la perfección, pero la palidez y los ojos sin vida, como los de un pez, certificaban que llevaba muerto un tiempecito ya. Por suerte, el olor de sus pies no se había acabado de borrar de ellos. Puse los brazos en jarra. El difunto no llevaba más ropa que la interior, parecía que le habían lavado bien. Robarle la ropa a un muerto era la más baja de las calañas entre los ladrones.
Cuando Stuffy acabó de sacarlo del montón de mierda se corroboró que habían robado el arma los mismos que lo habían matado. Tenía un enorme corte en el hombro que le bajaba casi hasta el pecho, partiendolo casi en dos. Ahí estábamos, en medio de la calle de los prostibulos con un cuerpo con el brazo a medio amputar.
— ¿Y ahora qué? Bien hecho, Stuffy, pero sueltale el pie ya, anda.
El can me hizo caso por primera vez en su vida y soltó el pie, que cayó al suelo con un golpe seco, puede que se rompiera algo en el proceso, pero poco le iba a importar ya. Empezó a olfatear el resto del cadaver, sin tener en cuenta los gusanos que estaba criando ya en orificios y heridas.
— Sí que es bestia el arma, sí.
Me acuclillé para ver la herida y era terrible, había atravesado hueso y todo lo que había, un poco más de puntería y desde luego lo hubiese partido en dos.
—Nabi—