16/01/2019, 00:12
—Lo siento, pero no —respondió Daruu y Kokuō volvió la mirada hacia la pared que tenía enfrente con gesto vago y cansado—. Puede que la única encerrada en el calabozo seas tú, pero a los demás nos tienen tan aislados o más en cuanto a información sobre vuestro caso se refiere.
—De hecho es extraño que le dejen bajar a vernos, y tantas veces.
¿Acaso no temían que ella, como el monstruo sanguinario que era ejerciera una mala influencia sobre el muchacho? ¿O es que esperaban que le sacara algún tipo de información adicional?
—Zetsuo está hecho una furia —añadió entonces Daruu, con una risilla.
Y Kokuō sonrió para sí. Lo sabía. Y, por mucho que le doliera ahora la cara, era algo de lo que jamás podría arrepentirse: poder meter el casco en la llaga de aquel despreciable ser humano había sido una experiencia deliciosa.
—Bueno, Kokuō, creo que va siendo hora que nos despidamos por hoy. No puedo estar más tiempo aquí.
El Bijū observó a Daruu por el rabillo del ojo mientras el chico se reincorporaba de su asiento.
—Hasta mañana. Te quiero, Ayame, espero que estés llevándolo lo mejor que puedas.
Daruu echó a caminar hacia la puerta, pero justo antes de salir pudo escuchar a una irritada Kokuō hablando presuntamente consigo misma... o no:
—¡No pienso decirle "te quiero"! ¡Se lo dirá usted si quiere, yo no soy su novia!
—De hecho es extraño que le dejen bajar a vernos, y tantas veces.
¿Acaso no temían que ella, como el monstruo sanguinario que era ejerciera una mala influencia sobre el muchacho? ¿O es que esperaban que le sacara algún tipo de información adicional?
—Zetsuo está hecho una furia —añadió entonces Daruu, con una risilla.
Y Kokuō sonrió para sí. Lo sabía. Y, por mucho que le doliera ahora la cara, era algo de lo que jamás podría arrepentirse: poder meter el casco en la llaga de aquel despreciable ser humano había sido una experiencia deliciosa.
—Bueno, Kokuō, creo que va siendo hora que nos despidamos por hoy. No puedo estar más tiempo aquí.
El Bijū observó a Daruu por el rabillo del ojo mientras el chico se reincorporaba de su asiento.
—Hasta mañana. Te quiero, Ayame, espero que estés llevándolo lo mejor que puedas.
Daruu echó a caminar hacia la puerta, pero justo antes de salir pudo escuchar a una irritada Kokuō hablando presuntamente consigo misma... o no:
—¡No pienso decirle "te quiero"! ¡Se lo dirá usted si quiere, yo no soy su novia!