16/01/2019, 14:47
La pregunta que la pelirroja hizo a Stuffy fue respondida, aunque en idioma canino, el cual Eri no acostumbraba a usar y ni si quiera conocía sus fundamentos. Nabi, experto en el tema; se dedicó a no traducir ninguno de los ladridos que Stuffy le había dedicado, pasando completamente de la pobre e incomprendida chica que ahora mismo estaba relegada a un segundo plano.
—Eso no nos ayuda. Esta gente vive rodeada de minas, podría ser cualquier sitio, casi literalmente. Tendremos que preguntar al herrero en qué cueva decía que estaban los bandidos, aunque hay que ser idiota para quedarse en el mismo sitio después de liarla tanto.
Y, como si alguien hubiera oído sus quejas internas, Nabi miró a Eri y aclaró:
—Ha dicho que huele a cueva.
—Gracias.
Como aquello no solucionaba nada, la chica selló en su guante el cuerpo del hombre, y de nuevo retomaron el camino de forma más rápida que antes hasta la forja donde residía el peticionario. No quería tardar mucho en completar la misión, sin embargo; lo que necesitaban ahora era mantener la cabeza fría e ir con cautela sin demorarse demasiado. Tan enfrascada estaba en sus pensamientos que ni si quiera se dio cuenta que ya habían llegado a la Forja Incandescente.
Unos golpes firmes avisaron de su regreso.
—Kajiya-san, abra por favor.
—Eso no nos ayuda. Esta gente vive rodeada de minas, podría ser cualquier sitio, casi literalmente. Tendremos que preguntar al herrero en qué cueva decía que estaban los bandidos, aunque hay que ser idiota para quedarse en el mismo sitio después de liarla tanto.
Y, como si alguien hubiera oído sus quejas internas, Nabi miró a Eri y aclaró:
—Ha dicho que huele a cueva.
—Gracias.
Como aquello no solucionaba nada, la chica selló en su guante el cuerpo del hombre, y de nuevo retomaron el camino de forma más rápida que antes hasta la forja donde residía el peticionario. No quería tardar mucho en completar la misión, sin embargo; lo que necesitaban ahora era mantener la cabeza fría e ir con cautela sin demorarse demasiado. Tan enfrascada estaba en sus pensamientos que ni si quiera se dio cuenta que ya habían llegado a la Forja Incandescente.
Unos golpes firmes avisaron de su regreso.
—Kajiya-san, abra por favor.