11/10/2015, 21:42
Encima que odiaba tener que ser tan formal entre compañeros, Ayame estaba haciéndose de rogar. Con esa mirada y con esos temblores, su cuerpo entero parecía suplicar "no, quiero seguir dándonos de ostias hasta que se nos caiga un ojo, sólo por orgullo". Pero a Daruu se le estaba acabando la paciencia, estando allí con el brazo estirado como un imbécil.
De modo que adelantó el otro brazo, asió el de Ayame y lo llevó hasta el suyo obligándola a juntar sus dedos en señal de paz.
—¡Venga, chica! —instó—. Que me duelen los cortes.
El escozor incrementaba con los golpes de las gotas de lluvia que se cernían sobre ellos. Pero a la vez, el agua lamía dulcemente la herida, relajándole a ratos. Era una sensación extraña.
—Te invito a un chocolate calentito en la pastelería de mi madre si te calmas, ¿vale? —dijo, sonrojado y mirando hacia otro lado al ver que Ayame no levantaba la cabeza.
De modo que adelantó el otro brazo, asió el de Ayame y lo llevó hasta el suyo obligándola a juntar sus dedos en señal de paz.
—¡Venga, chica! —instó—. Que me duelen los cortes.
El escozor incrementaba con los golpes de las gotas de lluvia que se cernían sobre ellos. Pero a la vez, el agua lamía dulcemente la herida, relajándole a ratos. Era una sensación extraña.
—Te invito a un chocolate calentito en la pastelería de mi madre si te calmas, ¿vale? —dijo, sonrojado y mirando hacia otro lado al ver que Ayame no levantaba la cabeza.