17/01/2019, 16:01
(Última modificación: 17/01/2019, 16:01 por Aotsuki Ayame.)
Varias horas después, cuando Kokuō ya estaba plenamente despierta, el inconfundible sonido de los pasos de Daruu llegaron hasta sus oídos, sobresaltándola. Y es que no eran los mismos pasos de siempre, calmados y alegres. No, aquellos pasos tenían la prisa de un hombre que corre por su vida. Y no le faltaba razón. El muchacho, jadeante y exhausto, apenas tardó unos segundos en entrar en su rango de visión. Extenuado, se aferró a los barrotes de la celda en un acto de lo más temerario, considerando quién estaba dentro. Pero parecía que fuera a caerse al suelo si osaba separarse de ellos y Kokuō no estaba de humor para darle un susto por su atrevimiento.
—Yu... Yui ha salido de la aldea. Va a haber... una reunión... de los tres kages. En el Valle de los Dojos.
—¡¿QUÉ?! —exclamó el Bijū, poniéndose en pie de golpe.
Pero Daruu necesitó algunos segundos para recuperar el aliento. Separándose de la celda, cogió la silla y se sentó frente a ella como solía hacer.
—Eso significa que van a tener que pedir ayuda a Uzushiogakure para revertir el sello, según mamá —se explicó—. Espero que sea pronto y que lo consigan, y así podréis salir de esa celda.
Pero Kokuō no compartía su deseo. En una representación mucho más fidedigna a la bestia a la que Daruu había enfrentado en el País del Agua, se abalanzó sobre los barrotes y estos emitieron quejidos metálicos ante la embestida.
—¡SÁQUEME DE ESTA JAULA INMEDIATAMENTE! —bramó, con ojos desorbitados por el terror—. ¡SÁQUEME AHORA MISMO, HUMANO!
—Yu... Yui ha salido de la aldea. Va a haber... una reunión... de los tres kages. En el Valle de los Dojos.
—¡¿QUÉ?! —exclamó el Bijū, poniéndose en pie de golpe.
Pero Daruu necesitó algunos segundos para recuperar el aliento. Separándose de la celda, cogió la silla y se sentó frente a ella como solía hacer.
—Eso significa que van a tener que pedir ayuda a Uzushiogakure para revertir el sello, según mamá —se explicó—. Espero que sea pronto y que lo consigan, y así podréis salir de esa celda.
Pero Kokuō no compartía su deseo. En una representación mucho más fidedigna a la bestia a la que Daruu había enfrentado en el País del Agua, se abalanzó sobre los barrotes y estos emitieron quejidos metálicos ante la embestida.
—¡SÁQUEME DE ESTA JAULA INMEDIATAMENTE! —bramó, con ojos desorbitados por el terror—. ¡SÁQUEME AHORA MISMO, HUMANO!