18/01/2019, 23:52
Cuando Kazuma preguntó sobre su apellido, Juro decidió no contestar. No era el momento.
Kazuma esperó pacientemente, y fue capaz incluso de resistir la tentación de mirar. Afortunadamente. Lo que se hubiera encontrado no habría sido capaz de explicarlo, por muy respetado que fuese por su alumno. Katsue, lejos de entenderlo, primero se había reído de él, y luego casi había barrido el suelo con su cara tras ver como le hacía perder el tiempo con sus estupideces.
Afortunadamente, seguía siendo su hermana.
La puerta se abrió. Juro, intacto (aunque algo despeinado), sonrió ante Kazuma.
— Adelante.
El interior de la tienda era mucho más acogedor de lo que pudiera haber pensado Kazuma. Las paredes eran de un tono azul relajante, y el suelo, de madera, estaba perfectamente limpio y ordenado. Había numerosas estanterias, y todas estaban llenas de diversos tipos de armas. En un estante, había colgados maniquies y lo que parecían ser marionetas.
Sobre el mostrador principal, se exponían cuchillas y katanas. También había esferas rojas ("bolas de polvora") y esferas blancas ("bombas de humo").
Una mujer reposaba tranquilamente sobre el mostrador. Era más alta que Juro y que Kazuma. Su cabello era rubio, y le llegaba hasta mitad de la espalda. Sus ojos eran negros y profundos. Su rostro, pálido como la porcelana (similar a la palidez de Juro) y salpicado por unas cuantas pecas. Llevaba una simple ropa compusta por una camisa blanca y unos pantalones anchos.
Lo único que resaltaba de ella era una profunda cicatriz, que aparecía en su mejilla derecha y seguía hasta la frente, casi pasando por el ojo.
Observó a Kazuma con curiosidad, y sonrió.
— ¡Hola, Kazuma-kun! — exclamó —. Soy Eikyu Katsue, la dueña de ésta tienda.
Kazuma esperó pacientemente, y fue capaz incluso de resistir la tentación de mirar. Afortunadamente. Lo que se hubiera encontrado no habría sido capaz de explicarlo, por muy respetado que fuese por su alumno. Katsue, lejos de entenderlo, primero se había reído de él, y luego casi había barrido el suelo con su cara tras ver como le hacía perder el tiempo con sus estupideces.
Afortunadamente, seguía siendo su hermana.
La puerta se abrió. Juro, intacto (aunque algo despeinado), sonrió ante Kazuma.
— Adelante.
El interior de la tienda era mucho más acogedor de lo que pudiera haber pensado Kazuma. Las paredes eran de un tono azul relajante, y el suelo, de madera, estaba perfectamente limpio y ordenado. Había numerosas estanterias, y todas estaban llenas de diversos tipos de armas. En un estante, había colgados maniquies y lo que parecían ser marionetas.
Sobre el mostrador principal, se exponían cuchillas y katanas. También había esferas rojas ("bolas de polvora") y esferas blancas ("bombas de humo").
Una mujer reposaba tranquilamente sobre el mostrador. Era más alta que Juro y que Kazuma. Su cabello era rubio, y le llegaba hasta mitad de la espalda. Sus ojos eran negros y profundos. Su rostro, pálido como la porcelana (similar a la palidez de Juro) y salpicado por unas cuantas pecas. Llevaba una simple ropa compusta por una camisa blanca y unos pantalones anchos.
Lo único que resaltaba de ella era una profunda cicatriz, que aparecía en su mejilla derecha y seguía hasta la frente, casi pasando por el ojo.
Observó a Kazuma con curiosidad, y sonrió.
— ¡Hola, Kazuma-kun! — exclamó —. Soy Eikyu Katsue, la dueña de ésta tienda.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
...
Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60