19/01/2019, 03:49
Hanabi suspiró por la nariz, con pesadez. Yubiwa había escapado, y con ello, cualquier posibilidad de averiguar cómo narices se había colado en su Villa y si estaba o no compinchado con los Generales de Kurama. Aunque, algo le decía, aquella no sería la última vez que oyese hablar de aquel particular hombre de cejas exageradamente pobladas y encrespadas.
No obstante, lo importante ahora era centrarse en el gran enemigo que había surgido y que parecía querer hacer temblar los cimientos de Oonindo: Kurama, y sus ocho Generales. No tan solo se les intuía potencia bruta, sino la suficiente destreza e ingenio como para introducirse en Uzushiogakure sin ser vistos y adentrarse hasta su mismísimo edificio, matando a varios de sus hombres en el proceso. Además, con la habilidad como para revertir un sellado que antaño se creía infranqueable.
Sin ningún tipo de duda, era el mayor peligro al que ninguno de ellos se había enfrentado nunca.
—Me alegra oír que lograsteis recuperar a Ayame sana y a salvo —dijo, sincero. Aquella kunoichi era la única amejin de la que había oído que había intentado algo para curar las heridas del torneo y volver a estrechar lazos. Cuantos más como ella en Ame, mejor—. El Consejo de Sabios Uzumaki ha estado trabajando desde el momento en que supimos que Kurama podía revertir los sellados de nuestros Jinchuurikis —continuó, respondiendo a Shanise—, y lo cierto es que en los últimos días han llegado a resultados bastante optimistas. —No era cien por cien seguro, pero lo que hace meses se veía imposible, ahora era…
… lo más complejo y engorroso que habían hecho en sus vidas. Aunque, quién sabía, quizá Kurama todavía les tenía reservado alguna sorpresita en su revertido de sellado.
—Yubiwa-dono, Kenzou-dono, creo que estaréis conmigo en que esta es la mayor amenaza a la que nuestras Villas se ha enfrentado en doscientos años. —Desde que Shiomaru, Riona y Kouta eliminaron a los bijuu en el Valle del Fin—. Sería un gran error por nuestra parte subestimar a Kurama y su ejército. Honestamente, ahora mismo, van por delante nuestra. Nos conocen, y, de algún modo, parecen poder identificar a nuestros Jinchuurikis. Nosotros, en cambio, apenas sabemos nada de ellos. El año pasado dieron dos grandes golpes: revertir el sellado de Ayame; y… matar a uno de mis Jinchuuriki —reveló, por si alguno todavía albergaba alguna duda de la gravedad de la situación—. Mucho me temo que este año va a ser peor.
»Pero en el pasado ya se eliminó una amenaza igual. Luchando… juntos. —Las dos llamas que tenía como orbes pasaron de Kenzou a Yui, deteniéndose en ella. Aquello era básico. No importaba si ahora se ayudaban puntualmente con esto o lo otro, para conveniencia de cada uno. Si no empezaban a pensar que se necesitaban, si no empezaban a pensar como verdaderos aliados, entonces…
… ya habrían empezado la Guerra del Siglo perdiendo la primera batalla.
No obstante, lo importante ahora era centrarse en el gran enemigo que había surgido y que parecía querer hacer temblar los cimientos de Oonindo: Kurama, y sus ocho Generales. No tan solo se les intuía potencia bruta, sino la suficiente destreza e ingenio como para introducirse en Uzushiogakure sin ser vistos y adentrarse hasta su mismísimo edificio, matando a varios de sus hombres en el proceso. Además, con la habilidad como para revertir un sellado que antaño se creía infranqueable.
Sin ningún tipo de duda, era el mayor peligro al que ninguno de ellos se había enfrentado nunca.
—Me alegra oír que lograsteis recuperar a Ayame sana y a salvo —dijo, sincero. Aquella kunoichi era la única amejin de la que había oído que había intentado algo para curar las heridas del torneo y volver a estrechar lazos. Cuantos más como ella en Ame, mejor—. El Consejo de Sabios Uzumaki ha estado trabajando desde el momento en que supimos que Kurama podía revertir los sellados de nuestros Jinchuurikis —continuó, respondiendo a Shanise—, y lo cierto es que en los últimos días han llegado a resultados bastante optimistas. —No era cien por cien seguro, pero lo que hace meses se veía imposible, ahora era…
… lo más complejo y engorroso que habían hecho en sus vidas. Aunque, quién sabía, quizá Kurama todavía les tenía reservado alguna sorpresita en su revertido de sellado.
—Yubiwa-dono, Kenzou-dono, creo que estaréis conmigo en que esta es la mayor amenaza a la que nuestras Villas se ha enfrentado en doscientos años. —Desde que Shiomaru, Riona y Kouta eliminaron a los bijuu en el Valle del Fin—. Sería un gran error por nuestra parte subestimar a Kurama y su ejército. Honestamente, ahora mismo, van por delante nuestra. Nos conocen, y, de algún modo, parecen poder identificar a nuestros Jinchuurikis. Nosotros, en cambio, apenas sabemos nada de ellos. El año pasado dieron dos grandes golpes: revertir el sellado de Ayame; y… matar a uno de mis Jinchuuriki —reveló, por si alguno todavía albergaba alguna duda de la gravedad de la situación—. Mucho me temo que este año va a ser peor.
»Pero en el pasado ya se eliminó una amenaza igual. Luchando… juntos. —Las dos llamas que tenía como orbes pasaron de Kenzou a Yui, deteniéndose en ella. Aquello era básico. No importaba si ahora se ayudaban puntualmente con esto o lo otro, para conveniencia de cada uno. Si no empezaban a pensar que se necesitaban, si no empezaban a pensar como verdaderos aliados, entonces…
… ya habrían empezado la Guerra del Siglo perdiendo la primera batalla.