19/01/2019, 18:57
—Kajiya-san, abra por favor. —
La puerta se abrió de inmediato, desvelando al mismo hombre de antes, ahora ataviado con una camisa negra y un enorme mandil de herrero.
— Oh, ya estáis de vuelta, pasad.
No se esperaría ni a que estuviésemos dentro para preguntar.
— ¿Y bien? ¿Qué habéis encontrado?
Seguía de los nervios. Nos hizo pasar a la misma sala de antes, con la misma mesa y las mismas sillas y ni rastro de mujer, aunque se oían voces en la parte de atrás de la casa.
— Mi mujer está intentando explicárselo a mi hija, se niega a creer que... Bueno, nada de esto en general.
Aclaró sin que nadie se lo pidiera.
La puerta se abrió de inmediato, desvelando al mismo hombre de antes, ahora ataviado con una camisa negra y un enorme mandil de herrero.
— Oh, ya estáis de vuelta, pasad.
No se esperaría ni a que estuviésemos dentro para preguntar.
— ¿Y bien? ¿Qué habéis encontrado?
Seguía de los nervios. Nos hizo pasar a la misma sala de antes, con la misma mesa y las mismas sillas y ni rastro de mujer, aunque se oían voces en la parte de atrás de la casa.
— Mi mujer está intentando explicárselo a mi hija, se niega a creer que... Bueno, nada de esto en general.
Aclaró sin que nadie se lo pidiera.
—Nabi—