19/01/2019, 20:52
Hanabi mantuvo un rostro sereno y calmado, tan marcado por las ojeras que denotaba lo poco que había dormido en las últimas noches. Le resultaba gracioso que Yui diese por hecho que él iba a ayudarla con el sellado de Ayame, cuando él lo único que había dicho era que, en efecto, el Consejo de Sabios estaba trabajando en una fórmula. Nada más… y nada menos.
Hubiese podido decirle que no se precipitase tanto, pero optó por no hacerlo. En toda negociación, las cosas funcionaban mejor si los miembros se encontraban cómodos y a gusto. Los momentos de ponerse duros tenían que ser perfectamente medidos y calculados, en ningún caso de forma gratuita. Las cosas ya estaban lo suficientemente tensas como para añadir más leña al fuego.
Respecto al nombre de aquel nuevo acuerdo, le daba bastante igual. Tampoco creía que el período conocido como la Paz de Shiona fuese llamado así porque ese hubiese sido el nombre del pacto —que ahora mismo, ni recordaba si ese había sido el nombre—, sino más bien por el reconocimiento del pueblo a la vital labor de Shiona en que aquello se fraguase y mantuviese en el tiempo.
Con el paso de los años, así sucedería con aquel. Poniendo a cada uno en su sitio.
A Hanabi las tazas le trajeron malos recuerdos. Recuerdos de su antecesora, la hija de Shiona, que había muerto envenenada por una taza de té en el edificio de Kenzou. No es que desconfiase, pero recordar la muerte de Gouna hizo que se le cerrase el estómago.
—Estoy bien así, muchas gracias —rechazó amablemente. Ni su ANBU ni Katsudon se movieron del sitio—. El Pacto de las Tres Grandes me gusta —reconoció, dando más crédito a las Villas y no a sí mismos—. Así que quieres hacerlo aquí —dijo, volviendo a mirar a Yui y pasando a temas más importantes. Llevar a todo su Consejo de Sabios, uno de los mayores valores de su Villa, en un viaje largo y expuesto no era poca cosa. Por semejante esfuerzo, pedir un par de detallitos a cambio no parecía mucho…—. Hmm… Es factible. Y podrías mandar a Daruu junto a Ayame. He oído que son novios, ¿no? Y así aprovechamos el viaje para que nos explique cómo funciona ese jutsu suyo que le permite colarse en mi Villa —y que tantos quebraderos le había dado en los últimos tiempos, con todo lo que había sucedido—. Ya sabes, para impedir que él u otro con semejante poder lo haga dentro de mis muros si algún día se le pasa por la cabeza. —Últimamente se les pasaba a muchos.
Todavía le quedaba otra cosa por pedir, como mínimo. Pero esa… esa mejor esperar un poco, no fuese Yui a atragantarse. Además, la Arashikage acababa de mencionar a Datsue, y no le convenía que su nombre estuviese todavía flotando en el aire cuando soltase su petición.
Hubiese podido decirle que no se precipitase tanto, pero optó por no hacerlo. En toda negociación, las cosas funcionaban mejor si los miembros se encontraban cómodos y a gusto. Los momentos de ponerse duros tenían que ser perfectamente medidos y calculados, en ningún caso de forma gratuita. Las cosas ya estaban lo suficientemente tensas como para añadir más leña al fuego.
Respecto al nombre de aquel nuevo acuerdo, le daba bastante igual. Tampoco creía que el período conocido como la Paz de Shiona fuese llamado así porque ese hubiese sido el nombre del pacto —que ahora mismo, ni recordaba si ese había sido el nombre—, sino más bien por el reconocimiento del pueblo a la vital labor de Shiona en que aquello se fraguase y mantuviese en el tiempo.
Con el paso de los años, así sucedería con aquel. Poniendo a cada uno en su sitio.
A Hanabi las tazas le trajeron malos recuerdos. Recuerdos de su antecesora, la hija de Shiona, que había muerto envenenada por una taza de té en el edificio de Kenzou. No es que desconfiase, pero recordar la muerte de Gouna hizo que se le cerrase el estómago.
—Estoy bien así, muchas gracias —rechazó amablemente. Ni su ANBU ni Katsudon se movieron del sitio—. El Pacto de las Tres Grandes me gusta —reconoció, dando más crédito a las Villas y no a sí mismos—. Así que quieres hacerlo aquí —dijo, volviendo a mirar a Yui y pasando a temas más importantes. Llevar a todo su Consejo de Sabios, uno de los mayores valores de su Villa, en un viaje largo y expuesto no era poca cosa. Por semejante esfuerzo, pedir un par de detallitos a cambio no parecía mucho…—. Hmm… Es factible. Y podrías mandar a Daruu junto a Ayame. He oído que son novios, ¿no? Y así aprovechamos el viaje para que nos explique cómo funciona ese jutsu suyo que le permite colarse en mi Villa —y que tantos quebraderos le había dado en los últimos tiempos, con todo lo que había sucedido—. Ya sabes, para impedir que él u otro con semejante poder lo haga dentro de mis muros si algún día se le pasa por la cabeza. —Últimamente se les pasaba a muchos.
Todavía le quedaba otra cosa por pedir, como mínimo. Pero esa… esa mejor esperar un poco, no fuese Yui a atragantarse. Además, la Arashikage acababa de mencionar a Datsue, y no le convenía que su nombre estuviese todavía flotando en el aire cuando soltase su petición.