20/01/2019, 00:22
Hanabi observó con interés el breve intercambio de palabras entre Yui y Kenzou a raíz de que el té estuviese, al parecer, hirviendo. Se notaba entre ellos cierta familiaridad, cierta naturalidad al hablar, signo inequívoco de que ya se conocían de muchos años de estar al frente de sus respectivas Villas. No sucedía así con Hanabi, el nuevo del grupo, que como ese chico que llega a un nuevo instituto todavía se está asentando. Integrando. Conociendo. Y, muchas veces, no siempre las primeras impresiones eran las correctas.
Superado el momento, Hanabi fue directo a lo importante. En aquella ocasión, fue Shanise quien respondió. Habían sido ya muchas las veces que ella había intervenido, demostrando el peso que tenía en las decisiones de Yui. Kenzou, en cambio, era el único que hablaba. Así también sucedía con el propio Hanabi, más allá de que luego gustase de consultar muchas de sus decisiones con su consejo de ninjas de alto rango así como con el Consejo de Sabios Uzumaki.
Shanise le aseguró que el jutsu era muy similar al del propio Akame, lo cual, por supuesto, cogió con pinzas. Podía ser que le estuviese diciendo la verdad… o podía ser que el propio Akame, antes de morir, hubiese hecho el último favor a la Villa entregando una teoría muy bien cimentada y estructurada. Fuese como fuese, no entró a discutir, pues Shanise le propuso una alternativa mejor: un fuuinjutsu para cuidarse de tales intromisiones. No solo la de ellos, sino la de Yubiwas, Generales, y sabe Shiona qué más, pues últimamente le habían cogido el gusto a colarse en su aldea.
Mandaría comprobar a sus especialistas que no hubiese ningún resquicio en la fórmula que se pudiese aprovechar, pero sin duda estaba conforme con la idea. Ahora solo quedaba un pequeñísimo detalle que finiquitar. Su mano se dirigió de forma inconsciente a su bolsillo. Sí, algo le decía que iba a necesitarlas.
Pero tomarlas delante de ellos mostraría debilidad.
¿Podría camuflarlas en la taza de té?
No, seguro que se darían cuenta que eran pastillas para la ansiedad.
Mierda.
Estaba jodido.
—Pues hay una acción en concreto que quiero, sí. —Puto Datsue de los huevos. Como volviese a fallarle después de esto, iba a regalarle un viaje al Yomi. Solo de ida—. Un efectivo que al parecer no estáis usando, y que a mí me vendría bien. Un ninja inmortal que pierde su memoria cada vez que muere, idóneo para misiones suicidas con poco riesgo a filtrar cualquier tipo de información.
»Su nombre, me han dicho, es Watasashi Aiko. La quiero a ella.
Katsudon se tensó, consciente de que la bomba en forma de petición no sentaría demasiado bien. Pero tenía que recordar las órdenes de Hanabi: nada de intervenir, a no ser que él mismo lo pidiese.
Superado el momento, Hanabi fue directo a lo importante. En aquella ocasión, fue Shanise quien respondió. Habían sido ya muchas las veces que ella había intervenido, demostrando el peso que tenía en las decisiones de Yui. Kenzou, en cambio, era el único que hablaba. Así también sucedía con el propio Hanabi, más allá de que luego gustase de consultar muchas de sus decisiones con su consejo de ninjas de alto rango así como con el Consejo de Sabios Uzumaki.
Shanise le aseguró que el jutsu era muy similar al del propio Akame, lo cual, por supuesto, cogió con pinzas. Podía ser que le estuviese diciendo la verdad… o podía ser que el propio Akame, antes de morir, hubiese hecho el último favor a la Villa entregando una teoría muy bien cimentada y estructurada. Fuese como fuese, no entró a discutir, pues Shanise le propuso una alternativa mejor: un fuuinjutsu para cuidarse de tales intromisiones. No solo la de ellos, sino la de Yubiwas, Generales, y sabe Shiona qué más, pues últimamente le habían cogido el gusto a colarse en su aldea.
Mandaría comprobar a sus especialistas que no hubiese ningún resquicio en la fórmula que se pudiese aprovechar, pero sin duda estaba conforme con la idea. Ahora solo quedaba un pequeñísimo detalle que finiquitar. Su mano se dirigió de forma inconsciente a su bolsillo. Sí, algo le decía que iba a necesitarlas.
Pero tomarlas delante de ellos mostraría debilidad.
¿Podría camuflarlas en la taza de té?
No, seguro que se darían cuenta que eran pastillas para la ansiedad.
Mierda.
Estaba jodido.
—Pues hay una acción en concreto que quiero, sí. —Puto Datsue de los huevos. Como volviese a fallarle después de esto, iba a regalarle un viaje al Yomi. Solo de ida—. Un efectivo que al parecer no estáis usando, y que a mí me vendría bien. Un ninja inmortal que pierde su memoria cada vez que muere, idóneo para misiones suicidas con poco riesgo a filtrar cualquier tipo de información.
»Su nombre, me han dicho, es Watasashi Aiko. La quiero a ella.
Katsudon se tensó, consciente de que la bomba en forma de petición no sentaría demasiado bien. Pero tenía que recordar las órdenes de Hanabi: nada de intervenir, a no ser que él mismo lo pidiese.