20/01/2019, 16:00
(Última modificación: 20/01/2019, 16:01 por Amekoro Yui. Editado 1 vez en total.)
Yui cerró los ojos, bajó la cabeza y estampó los puños contra la mesa. Sintió cómo todo su cuerpo empezaba a temblar violentamente. Todos los presentes fueron testigos de cómo el tono de su piel fue transitando del blanco pálido al rojo, casi morado; era el color de la más profunda cólera. ¿¡Pero cómo se atrevía!?
La mujer se levantó, y una vez más, volvió a golpear la mesa.
—¡Qué insolente! ¡No pienso entregar una de mis ninjas a otra aldea! ¡Esto es inaceptable! ¡Maldito seas, Hanabi, maldito...! —Cogió la taza de té que le había ofrecido Kenzou apenas unos minutos antes, y se lo bebió todo de un trago, sin mostrar signos de que la temperatura del brebaje le molestase ya lo más mínimo—. ¡Esta negociación ha terminado para mi!
Se bajó del banco de piedra y se dispuso a marcharse, pero se topó de lleno con su subalterna, Shanise, con la que chocó.
—No —dijo, lanzando una dura mirada a Yui. El ANBU, detrás de ellas dos, se había llevado ambas manos a la cabeza: había visto a Yui cabreada en el pasado, oh, vaya que si la había visto, pero nunca nadie le había desafiado en uno de sus... momentos difíciles. O más bien no había llegado a conocer a ninguno que lo hubiera hecho... y hubiera vivido para contárselo.
—¿Cómo dices...? —Yui agarró a Shanise por la ropa y la levantó con total facilidad al menos veinte centímetros por encima del suelo.
—Es por Ayame. No nos levantaremos de esta reunión. Oonindo necesita este Pacto, y además... es por Ayame.
Las dos mujeres mantuvieron un tenso duelo de miradas durante unos segundos. Yui bajó a Shanise poco a poco hasta volverla a dejar en el suelo. Dejó caer su cabeza, lentamente, sobre el hombro de Shanise.
Lo que estaba a punto de suceder sería algo totalmente insólito para todos los presentes.
—¡BAH! —Yui empujó a Shanise y se apartó a un lado, quedándose atrás, en el lado opuesto del ANBU—. Odio las negociaciones. Esto se te da mejor a ti que a mi. Pero espero que merezca la pena, Shanise, te lo advierto. Espero que nos merezca la pena.
Shanise asintió, y ante los ojos de todos los presentes, tomó asiento en el banco de piedra reservado a la líder de la aldea. Si le hubieran podido ver el rostro tras la máscara al ANBU de Ame, habrían descubierto al mismo tiempo una mueca de puro terror y de un desconcierto absurdo.
—Bien, Hanabi-dono. —Shanise se aclaró la garganta—. Por la autoridad que me concede Arashikage-sama, ahora yo represento a la Lluvia. Tenga esto presente desde el momento en el que comience a tratar el tema que nos ocupa.
»Si ambos estamos de acuerdo, y yo lo estoy, Amegakure entregará a Watasashi Aiko de una pieza a Uzushiogakure. A cambio, Uzushiogakure ayudará a revertir el sellado de bijuu de Ayame para devolverla a la normalidad. Será un proceso que supervisaré personalmente para asegurarme que Ayame vuelve sana y salva a Amegakure, y sólo por dicha razón.
»Sin embargo, tengo condiciones para lo de Aiko: la chica no tendrá recuerdos cuando llegue a Uzushiogakure. Uzushiogakure empleará cuantos recursos sean necesarios para que Aiko no recuerde su pasado como kunoichi de la Lluvia.
—Pfff, se lo contará el Uchiha. —Yui, con los brazos cruzados y la mirada apartada, profundamente molesta, intervenía ahora como subalterna, sin perder su habitual carácter.
—Confío en que Hanabi-dono hará lo posible para que Uchiha Datsue mantenga la boca cerrada con este tema en la medida de lo posible —añadió Shanise—, y adoptando las medidas necesarias. —¿Un Fuuinjutsu? ¿Un soborno? ¿Una amenaza? Shanise no quería aventurarse a sugerirle nada concreto al líder del Remolino—. Este acuerdo se restringirá únicamente a la reversión del sello de Aotsuki Ayame. Entiendo que los tres estamos interesados en forjar ese Pacto de las Tres Grandes, y al menos a mi me gustaría que la buena voluntad de los tres quedara reflejada en ese documento más adelante, al margen de este turbio asunto.
»Cuanto antes pasemos a ese terreno mejor. El pobre Kenzou-dono debe de estar aburriéndose.
La mujer se levantó, y una vez más, volvió a golpear la mesa.
—¡Qué insolente! ¡No pienso entregar una de mis ninjas a otra aldea! ¡Esto es inaceptable! ¡Maldito seas, Hanabi, maldito...! —Cogió la taza de té que le había ofrecido Kenzou apenas unos minutos antes, y se lo bebió todo de un trago, sin mostrar signos de que la temperatura del brebaje le molestase ya lo más mínimo—. ¡Esta negociación ha terminado para mi!
Se bajó del banco de piedra y se dispuso a marcharse, pero se topó de lleno con su subalterna, Shanise, con la que chocó.
—No —dijo, lanzando una dura mirada a Yui. El ANBU, detrás de ellas dos, se había llevado ambas manos a la cabeza: había visto a Yui cabreada en el pasado, oh, vaya que si la había visto, pero nunca nadie le había desafiado en uno de sus... momentos difíciles. O más bien no había llegado a conocer a ninguno que lo hubiera hecho... y hubiera vivido para contárselo.
—¿Cómo dices...? —Yui agarró a Shanise por la ropa y la levantó con total facilidad al menos veinte centímetros por encima del suelo.
—Es por Ayame. No nos levantaremos de esta reunión. Oonindo necesita este Pacto, y además... es por Ayame.
Las dos mujeres mantuvieron un tenso duelo de miradas durante unos segundos. Yui bajó a Shanise poco a poco hasta volverla a dejar en el suelo. Dejó caer su cabeza, lentamente, sobre el hombro de Shanise.
Lo que estaba a punto de suceder sería algo totalmente insólito para todos los presentes.
—¡BAH! —Yui empujó a Shanise y se apartó a un lado, quedándose atrás, en el lado opuesto del ANBU—. Odio las negociaciones. Esto se te da mejor a ti que a mi. Pero espero que merezca la pena, Shanise, te lo advierto. Espero que nos merezca la pena.
Shanise asintió, y ante los ojos de todos los presentes, tomó asiento en el banco de piedra reservado a la líder de la aldea. Si le hubieran podido ver el rostro tras la máscara al ANBU de Ame, habrían descubierto al mismo tiempo una mueca de puro terror y de un desconcierto absurdo.
—Bien, Hanabi-dono. —Shanise se aclaró la garganta—. Por la autoridad que me concede Arashikage-sama, ahora yo represento a la Lluvia. Tenga esto presente desde el momento en el que comience a tratar el tema que nos ocupa.
»Si ambos estamos de acuerdo, y yo lo estoy, Amegakure entregará a Watasashi Aiko de una pieza a Uzushiogakure. A cambio, Uzushiogakure ayudará a revertir el sellado de bijuu de Ayame para devolverla a la normalidad. Será un proceso que supervisaré personalmente para asegurarme que Ayame vuelve sana y salva a Amegakure, y sólo por dicha razón.
»Sin embargo, tengo condiciones para lo de Aiko: la chica no tendrá recuerdos cuando llegue a Uzushiogakure. Uzushiogakure empleará cuantos recursos sean necesarios para que Aiko no recuerde su pasado como kunoichi de la Lluvia.
—Pfff, se lo contará el Uchiha. —Yui, con los brazos cruzados y la mirada apartada, profundamente molesta, intervenía ahora como subalterna, sin perder su habitual carácter.
—Confío en que Hanabi-dono hará lo posible para que Uchiha Datsue mantenga la boca cerrada con este tema en la medida de lo posible —añadió Shanise—, y adoptando las medidas necesarias. —¿Un Fuuinjutsu? ¿Un soborno? ¿Una amenaza? Shanise no quería aventurarse a sugerirle nada concreto al líder del Remolino—. Este acuerdo se restringirá únicamente a la reversión del sello de Aotsuki Ayame. Entiendo que los tres estamos interesados en forjar ese Pacto de las Tres Grandes, y al menos a mi me gustaría que la buena voluntad de los tres quedara reflejada en ese documento más adelante, al margen de este turbio asunto.
»Cuanto antes pasemos a ese terreno mejor. El pobre Kenzou-dono debe de estar aburriéndose.