20/01/2019, 22:21
—Es mejor que dejemos este desliz atrás —concedió Hanabi, para satisfacción de Moyashi Kenzou—. Estoy contigo en esto, Yui-dono, en serio. Pero no sacaremos nada poniéndonos a discutir ahora sobre esto. Eso sí —añadió, a modo de aviso—, nos tiene que servir para aprender de los errores del pasado. A este nuevo Pacto le vendría bien un par de cláusulas para impedir semejantes olvidos.
A Kenzou no le pasó desapercibido que la ANBU de cabellos de fuego que acompañaba al joven Uzukage se volvía momentáneamente hacia él.
—O para que no salgan... gratis.
—Por supuesto, Hanabi-dono. Por el bien del Pacto no pueden repetirse descuidos tan desafortunados como este en el futuro —se excusó Kenzou, inclinando la cabeza de forma sumisa.
Pero no todos parecían tan satisfechos con el tema. Amekoro Yui parecía incapaz de soportar la situación por más tiempo, no sin saltar al cuello del alguno de los presentes al menos. Por lo que optó por una completa retirada y dejó todo el poder de decisión en las manos de su subalterna. Kenzou la despidió alegremente, alzando una mano.
—Ais... —Shanise se pellizcó el puente de la nariz, buscando una paciencia que en aquellos momentos escaseaba en el bando azul. Pero no tardó en reponerse—: Ahem. Bueno... estoy de acuerdo con Hanabi. ¿Una sanción económica, quizás?
Kenzou alzó una ceja. Algo le decía que el joven Uzukage no se estaba refiriendo, precisamente, a una sanción económica.
—Y... sería mejor que llevásemos un orden de temas a tratar. Primero, déjenme contarles... Vamos, Taro-senpai. Sácalo.
Tras un breve sobresalto, el ANBU de Amegakure se adelantó; y, de forma similar a como había hecho Hana, sacó un pergamino que dejó y desplegó sobre la mesa. Un sello, y una pequeña nube de humo dio lugar a una especie de aparato electrónico circular con una infinidad de botones y que estaba unido por un cable a otra pieza de forma alargada.
«Oh, ¿otro aparato Amejin?» Se preguntó Kenzou, sumamente interesado en el extraño artefacto.
—Hasta ahora... verán —comenzó a explicar Shanise—. No sé si han visto uno de estos antes. En Amegakure los tenemos desde hace unos años... le llamamos teléfono. Con él, marcas un identificador numérico y puedes... hablar con alguien a distancia. Lo que ofrecemos es exportar esta tecnología, como ya hemos hecho otras veces, a Uzushiogakure y Kusagakure. Para todos los usos. Pero además, la construcción de una línea directa bajo tierra, secreta. Entre los despachos oficiales de los Tres Kage. Con esto... por supuesto, puede que hubiera un retraso en la llamada de un segundo o dos. Pero... sería un gran avance, ¿no creen?
—Oh, ¿una especie de comunicador a grandes distancias? —preguntó Kenzou.
—Lo siguiente que les mostraré es el Fuuinjutsu del que hablé al principio de la reunión, pero antes quizás estaría bien que discutiéramos ese par de cláusulas que sugiere Hanabi.
—Antes de eso, y si me disculpa, Shanise-san. Déjeme hacer una pregunta: ¿Cuánto se tardaría en hacer esas... líneas bajo tierra? ¿No malgastaríamos demasiado tiempo? La distancia que separa nuestras aldeas no es precisamente pequeña, y hay accidentes geográficos por todas partes.
A Kenzou no le pasó desapercibido que la ANBU de cabellos de fuego que acompañaba al joven Uzukage se volvía momentáneamente hacia él.
—O para que no salgan... gratis.
—Por supuesto, Hanabi-dono. Por el bien del Pacto no pueden repetirse descuidos tan desafortunados como este en el futuro —se excusó Kenzou, inclinando la cabeza de forma sumisa.
Pero no todos parecían tan satisfechos con el tema. Amekoro Yui parecía incapaz de soportar la situación por más tiempo, no sin saltar al cuello del alguno de los presentes al menos. Por lo que optó por una completa retirada y dejó todo el poder de decisión en las manos de su subalterna. Kenzou la despidió alegremente, alzando una mano.
—Ais... —Shanise se pellizcó el puente de la nariz, buscando una paciencia que en aquellos momentos escaseaba en el bando azul. Pero no tardó en reponerse—: Ahem. Bueno... estoy de acuerdo con Hanabi. ¿Una sanción económica, quizás?
Kenzou alzó una ceja. Algo le decía que el joven Uzukage no se estaba refiriendo, precisamente, a una sanción económica.
—Y... sería mejor que llevásemos un orden de temas a tratar. Primero, déjenme contarles... Vamos, Taro-senpai. Sácalo.
Tras un breve sobresalto, el ANBU de Amegakure se adelantó; y, de forma similar a como había hecho Hana, sacó un pergamino que dejó y desplegó sobre la mesa. Un sello, y una pequeña nube de humo dio lugar a una especie de aparato electrónico circular con una infinidad de botones y que estaba unido por un cable a otra pieza de forma alargada.
«Oh, ¿otro aparato Amejin?» Se preguntó Kenzou, sumamente interesado en el extraño artefacto.
—Hasta ahora... verán —comenzó a explicar Shanise—. No sé si han visto uno de estos antes. En Amegakure los tenemos desde hace unos años... le llamamos teléfono. Con él, marcas un identificador numérico y puedes... hablar con alguien a distancia. Lo que ofrecemos es exportar esta tecnología, como ya hemos hecho otras veces, a Uzushiogakure y Kusagakure. Para todos los usos. Pero además, la construcción de una línea directa bajo tierra, secreta. Entre los despachos oficiales de los Tres Kage. Con esto... por supuesto, puede que hubiera un retraso en la llamada de un segundo o dos. Pero... sería un gran avance, ¿no creen?
—Oh, ¿una especie de comunicador a grandes distancias? —preguntó Kenzou.
—Lo siguiente que les mostraré es el Fuuinjutsu del que hablé al principio de la reunión, pero antes quizás estaría bien que discutiéramos ese par de cláusulas que sugiere Hanabi.
—Antes de eso, y si me disculpa, Shanise-san. Déjeme hacer una pregunta: ¿Cuánto se tardaría en hacer esas... líneas bajo tierra? ¿No malgastaríamos demasiado tiempo? La distancia que separa nuestras aldeas no es precisamente pequeña, y hay accidentes geográficos por todas partes.