21/01/2019, 16:41
Ranko no supo si reír o no ante la amenaza de una mordida por parte del can. Pero Etsu mostraba un espíritu juguetón, así que la chica soltó una risilla muy queda al verlo hacer un gesto chusco. Asintió. Se llevó las manos a la nuca y desató la bandana que la identificaba como shinobi de Kusagakure, para luego atarla en su frente, tal como haría mucho después ante Rōga, en Unraikyo.
Etsu se colocaría en una posición que, según Ranko se veía defensiva. No era una postura estándar, de alguien con entrenamiento únicamente proveniente de la Academia.
”Parece que Inuzuka-san sabe pelear… Mi estilo no es el mejor para una situación ofensiva. ¡Pero hay que intentarlo! ¡A pelear solo se mejora peleando! Ay, eso no suena muy bonito…”
Ranko asintió de nuevo.
—E-es perfecto. Cuerpo a cuerpo. O… o mordida. —La chica ya sentía su vista más firme, sus mejillas menos rojas, y su estómago más estable. Un buen entrenamiento siempre alejaba la pena. Era mejor con los golpes que con las palabras, aunque eso contradijera su ideal de dejar los golpes como único recurso.
La chica adoptó su pose también: ligeramente de costado, pierna izquierda casi estirada hacia adelante, pierna derecha flexionada, brazo izquierdo paralelo a la pierna y con el antebrazo a noventa grados, brazo derecho alzado a la altura del hombro y con el antebrazo perpendicular al suelo.
—El Hakuto no Mai —Ranko recordó de repente la voz de su madre —no es sutil. Algo teatral, tal vez, pero nada delicado. Un poco impredecible para algunos. Pero no pienses que no tiene sus defectos. Será trabajo tuyo pulirlo, pues fue el mío heredarlo. Hazlo tuyo. Baila a tu manera.
”Si fuese más… elocuente, ¿tendría que entrenar de todas formas? ¡Qué estoy diciendo! Claro que sí. El que las palabras suaves puedan más que puños duros no significa que no debas de practicar cómo lanzar un puñetazo, ¿no? Creo que madre dijo eso una vez… ¿o fue padre?”
Habría un largo instante de silencio entre los dos. Parecía que Etsu estaba ya listo para pelear, mas al haber sido él el retador, la kunoichi consideró que él debía iniciar. Tenía un par de malos recuerdos acerca de lanzarse primero contra su madre en entrenamientos. Pero también algunos donde Kuumi se lanzaba primero y ganaba. Al final, indecisa, asintió una tercera vez, indicando al chico de las rastas que podía comenzar.
Etsu se colocaría en una posición que, según Ranko se veía defensiva. No era una postura estándar, de alguien con entrenamiento únicamente proveniente de la Academia.
”Parece que Inuzuka-san sabe pelear… Mi estilo no es el mejor para una situación ofensiva. ¡Pero hay que intentarlo! ¡A pelear solo se mejora peleando! Ay, eso no suena muy bonito…”
Ranko asintió de nuevo.
—E-es perfecto. Cuerpo a cuerpo. O… o mordida. —La chica ya sentía su vista más firme, sus mejillas menos rojas, y su estómago más estable. Un buen entrenamiento siempre alejaba la pena. Era mejor con los golpes que con las palabras, aunque eso contradijera su ideal de dejar los golpes como único recurso.
La chica adoptó su pose también: ligeramente de costado, pierna izquierda casi estirada hacia adelante, pierna derecha flexionada, brazo izquierdo paralelo a la pierna y con el antebrazo a noventa grados, brazo derecho alzado a la altura del hombro y con el antebrazo perpendicular al suelo.
—El Hakuto no Mai —Ranko recordó de repente la voz de su madre —no es sutil. Algo teatral, tal vez, pero nada delicado. Un poco impredecible para algunos. Pero no pienses que no tiene sus defectos. Será trabajo tuyo pulirlo, pues fue el mío heredarlo. Hazlo tuyo. Baila a tu manera.
”Si fuese más… elocuente, ¿tendría que entrenar de todas formas? ¡Qué estoy diciendo! Claro que sí. El que las palabras suaves puedan más que puños duros no significa que no debas de practicar cómo lanzar un puñetazo, ¿no? Creo que madre dijo eso una vez… ¿o fue padre?”
Habría un largo instante de silencio entre los dos. Parecía que Etsu estaba ya listo para pelear, mas al haber sido él el retador, la kunoichi consideró que él debía iniciar. Tenía un par de malos recuerdos acerca de lanzarse primero contra su madre en entrenamientos. Pero también algunos donde Kuumi se lanzaba primero y ganaba. Al final, indecisa, asintió una tercera vez, indicando al chico de las rastas que podía comenzar.
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