22/01/2019, 14:45
Hanabi parecía tan o casi más interesado que el propio Kenzou acerca del curioso artefacto amejin.
—Sea mucho o poco, es una inversión de futuro que sin duda apuesto por hacer —incidió el Uzukage—. Una infraestructura así nos vendrá de perlas para cualquier urgencia que surja.
—Eso es, es una utilidad que nos convendrá a todos —asintió Shanise—. Pero sí que es cierto que supondrá cierto esfuerzo. Si lo llevo a la reunión es porque es evidente que las tres aldeas tendríamos que aportar mano de obra y financiación... Con una correcta planificación, podremos juntar las tres líneas en algún punto cercano al Valle del Fin en... cuatro, quizás seis meses.
Los sonrientes labios de Kenzou se torcieron ligeramente. De cuatro a seis meses, y eso si no surgían imprevistos. Y todos sabían que siempre surgían imprevistos. Era mucho tiempo. Demasiado.
—Si se me permite, tengo una idea para ayudar en la financiación, quizás en la mano de obra: los jefazos. Los Señores Feudales. Seguro que nos los podemos camelar un poquito. Ya sabéis, todos los Señores querrán enganchar su línea telefónica también. Para llamarse y jugar a las cartas, o lo que sea que hace esa gente cuando no trabaja, que es la mayor parte del año, vaya.
—Por eso no creo que haya problema, Shanise-san. Todos conocemos a esos peces gordos: les presentas un juguetito nuevo y se convierten en niños —habló Kenzou, divertido.
—Hay... otro proyecto tecnológico destinado a camuflar el primero —añadió Shanise—. Se haría al mismo tiempo, y de aceptarse probablemente elevaría el coste a más de diez veces el inicial y tardaríamos un año entero. Pero íbamos a presentarlo igual antes de que... nuestras aldeas encontrasen diferencias. —Dirigió una breve mirada a Hanabi—. Quizás anime a limar asperezas, y además para este sospecho que tendríamos mecenazgo de más de un ricachón. Pero prefiero discutirlo luego. Se nos acumulan los temas.
—No desearía ser un aguafiestas al respecto —Kenzou tomó la palabra—. Pero, señores, creo que estarán de acuerdo conmigo en que lo que estamos buscando ahora mismo es una solución inmediata a nuestros problemas de comunicación. En cuatro o seis meses, los Generales tienen tiempo de sobra para dar caza a nuestros jinchuriki. Y ya no hablemos de un año si se pone en marcha ese misterioso asunto del que acabas de hablar, Shanise. El Gentōshin no Jutsu nos permitiría comunicarnos rápidamente, lo sabemos, pero dependemos de cuando nos citemos para reunirnos. Y ante un improvisto repentino dudo que podamos esperar hasta la siguiente reunión para informarnos. Por no hablar de los mensajeros, aún mucho más lento.
»Y eso me da cierta idea... aunque es probable que no nos agrade demasiado. ¡Ni siquiera a mí me gusta la idea, vaya! Pero, Shanise-san... ¿no has dicho que tienes un shinobi capaz de teletransportarse incluso a grandes distancias?
—Sea mucho o poco, es una inversión de futuro que sin duda apuesto por hacer —incidió el Uzukage—. Una infraestructura así nos vendrá de perlas para cualquier urgencia que surja.
—Eso es, es una utilidad que nos convendrá a todos —asintió Shanise—. Pero sí que es cierto que supondrá cierto esfuerzo. Si lo llevo a la reunión es porque es evidente que las tres aldeas tendríamos que aportar mano de obra y financiación... Con una correcta planificación, podremos juntar las tres líneas en algún punto cercano al Valle del Fin en... cuatro, quizás seis meses.
Los sonrientes labios de Kenzou se torcieron ligeramente. De cuatro a seis meses, y eso si no surgían imprevistos. Y todos sabían que siempre surgían imprevistos. Era mucho tiempo. Demasiado.
—Si se me permite, tengo una idea para ayudar en la financiación, quizás en la mano de obra: los jefazos. Los Señores Feudales. Seguro que nos los podemos camelar un poquito. Ya sabéis, todos los Señores querrán enganchar su línea telefónica también. Para llamarse y jugar a las cartas, o lo que sea que hace esa gente cuando no trabaja, que es la mayor parte del año, vaya.
—Por eso no creo que haya problema, Shanise-san. Todos conocemos a esos peces gordos: les presentas un juguetito nuevo y se convierten en niños —habló Kenzou, divertido.
—Hay... otro proyecto tecnológico destinado a camuflar el primero —añadió Shanise—. Se haría al mismo tiempo, y de aceptarse probablemente elevaría el coste a más de diez veces el inicial y tardaríamos un año entero. Pero íbamos a presentarlo igual antes de que... nuestras aldeas encontrasen diferencias. —Dirigió una breve mirada a Hanabi—. Quizás anime a limar asperezas, y además para este sospecho que tendríamos mecenazgo de más de un ricachón. Pero prefiero discutirlo luego. Se nos acumulan los temas.
—No desearía ser un aguafiestas al respecto —Kenzou tomó la palabra—. Pero, señores, creo que estarán de acuerdo conmigo en que lo que estamos buscando ahora mismo es una solución inmediata a nuestros problemas de comunicación. En cuatro o seis meses, los Generales tienen tiempo de sobra para dar caza a nuestros jinchuriki. Y ya no hablemos de un año si se pone en marcha ese misterioso asunto del que acabas de hablar, Shanise. El Gentōshin no Jutsu nos permitiría comunicarnos rápidamente, lo sabemos, pero dependemos de cuando nos citemos para reunirnos. Y ante un improvisto repentino dudo que podamos esperar hasta la siguiente reunión para informarnos. Por no hablar de los mensajeros, aún mucho más lento.
»Y eso me da cierta idea... aunque es probable que no nos agrade demasiado. ¡Ni siquiera a mí me gusta la idea, vaya! Pero, Shanise-san... ¿no has dicho que tienes un shinobi capaz de teletransportarse incluso a grandes distancias?