22/01/2019, 17:45
Casi cualquier pregunta aumentaría un grado el medidor de ansiedad de Ranko, pero aquella sobre su estilo le emocionó en su lugar. Había heredado el sentido del orgullo familiar que ambos padres poseían.
—¡Sí! Es… Mi madre… Mi madre me lo enseñó —Cada vez entraba más en familiaridad con el chico, aunque no alcanzaba a poder charlar bien sin interrumpirse o dudar cada tantos segundos —. N-no soy experta… aún. Debo de… Tengo que… entrenar mucho más.
”Para eso vine aquí, al dojo. No sabe lo mucho que le agradezco que haya decidido ayudarme a practicar, Inuzuka-san. Usted parece alguien que dedica mucho a ello. ¡Es todo un gusto conocerlo!” Ranko no pronunciaría tales palabras, pues su espíritu no le daría la suficiente fuerza. Pero sí las sentiría, y se movería con sumo respeto ante el joven de las rastas.
Entonces comenzaron.
Lo primero que Ranko notó fue que Etsu era rápido. Muy rápido. Tal vez más del doble que ella. La kunoichi, con ojos como platos, retrocedió, dando un salto hacia atrás e invirtiendo la dirección de su postura, pasando los miembros derechos hacia adelante. Si él no hubiese anunciado su golpe con un “¡Voy!”, no le habría dado tiempo alguno de reaccionar y habría recibido una buena patada.
”¡Cielos! ¡Si esto no fuese un entrenamiento, sino un combate a muerte, estoy segura de que yo no tendría oportunidad ni de respirar!” Sentía que toda su vida había estado luchando contra alguien más fuerte que ella, así que no podía hacer más que tomarlo como un reto. Un reto que tenía que superar algún día.
La velocidad del ninja canino se habría llevado casi toda la atención de la kunoichi, quien no pensaría mucho en recuperar la distancia perdida con la evasión y lanzar una patada frontal con la siniestra, similar a una mae geri del karatedō tradicional. Al ejecutarla, sin embargo, el impacto iría ligeramente hacia la derecha, no totalmente frontal, como si intentase girar a su oponente sobre un eje. Tendría los brazos en guardia sobre su torso al momento de patear.
Tanto si la conectaba o no, al terminar el movimiento intentaría retroceder de nuevo, poniendo la pierna izquierda hacia adelante. Su madre la había regañado varias veces por ello. ”No debes de ceder. ¡Ataca a través de la mínima ventana que se te presente!”. Pero Ranko seguía siendo un poco indecisa, y prefería ver de qué era capaz su oponente antes de ser imprudente. Esto le había costado varios golpes en muchos entrenamientos.
—¡Sí! Es… Mi madre… Mi madre me lo enseñó —Cada vez entraba más en familiaridad con el chico, aunque no alcanzaba a poder charlar bien sin interrumpirse o dudar cada tantos segundos —. N-no soy experta… aún. Debo de… Tengo que… entrenar mucho más.
”Para eso vine aquí, al dojo. No sabe lo mucho que le agradezco que haya decidido ayudarme a practicar, Inuzuka-san. Usted parece alguien que dedica mucho a ello. ¡Es todo un gusto conocerlo!” Ranko no pronunciaría tales palabras, pues su espíritu no le daría la suficiente fuerza. Pero sí las sentiría, y se movería con sumo respeto ante el joven de las rastas.
Entonces comenzaron.
Lo primero que Ranko notó fue que Etsu era rápido. Muy rápido. Tal vez más del doble que ella. La kunoichi, con ojos como platos, retrocedió, dando un salto hacia atrás e invirtiendo la dirección de su postura, pasando los miembros derechos hacia adelante. Si él no hubiese anunciado su golpe con un “¡Voy!”, no le habría dado tiempo alguno de reaccionar y habría recibido una buena patada.
”¡Cielos! ¡Si esto no fuese un entrenamiento, sino un combate a muerte, estoy segura de que yo no tendría oportunidad ni de respirar!” Sentía que toda su vida había estado luchando contra alguien más fuerte que ella, así que no podía hacer más que tomarlo como un reto. Un reto que tenía que superar algún día.
La velocidad del ninja canino se habría llevado casi toda la atención de la kunoichi, quien no pensaría mucho en recuperar la distancia perdida con la evasión y lanzar una patada frontal con la siniestra, similar a una mae geri del karatedō tradicional. Al ejecutarla, sin embargo, el impacto iría ligeramente hacia la derecha, no totalmente frontal, como si intentase girar a su oponente sobre un eje. Tendría los brazos en guardia sobre su torso al momento de patear.
Tanto si la conectaba o no, al terminar el movimiento intentaría retroceder de nuevo, poniendo la pierna izquierda hacia adelante. Su madre la había regañado varias veces por ello. ”No debes de ceder. ¡Ataca a través de la mínima ventana que se te presente!”. Pero Ranko seguía siendo un poco indecisa, y prefería ver de qué era capaz su oponente antes de ser imprudente. Esto le había costado varios golpes en muchos entrenamientos.
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