23/01/2019, 13:15
Hanabi no pudo más que mostrarse de acuerdo con la afirmación de Kenzou. Desde luego, por muy grandes que fueran las brechas que separaran a aquellas dos aldeas, no podían negar una verdad como aquella.
—Y estos… carruajes, ¿qué tan grandes pueden ser? —El Uzukage planteó una nueva pregunta—. ¿A qué velocidad pueden ir? Sin duda, Uzushiogakure se apunta al proyecto.
Y Kenzou asintió enérgicamente, mostrando su apoyo y su curiosidad al mismo tiempo.
—De momento, sólo hemos construido prototipos —respondió Shanise, encogiéndose de hombros—. Pero Hanabi-dono. Decenas de personas. Quizás una centena. Al menos el doble de rápido que un shinobi, y si va por vías, salvando el terreno difícil... Sin duda será una revolución.
—¿¡Decenas o centenas de personas!? —exclamó el Morikage, absolutamente anonadado, apoyando ambas manos sobre el tablero de la mesa—. ¡Pero eso sería como desplazar a un pueblo pequeño entero!
—Me gustaría proponer una cosa al respecto —añadió Hanabi, desplazando la mirada de sus ardientes ojos de uno a otro—. Hay algo muy importante, de lo que ya se habló, en este Pacto: y es el compromiso de que nuestros ninjas protejan a los Jinchuurikis, sin importar de que Villan sean, por el bien mayor. No obstante, yo me pregunto: ¿cómo se compenetrarían si se diese dicha situación de riesgo? Creo que la respuesta es muy dispar. Unos bien, otros rematadamente mal. Pero, ¿y si pudiésemos hacer algo para mejorar este índice? Pienso fervientemente que jugaría a nuestro favor. Ya saben lo que dicen: planta una semilla, y quizá florezca; planta una piedra, y no te esperes una flor.
—¿Qué pretendes sugerir, Hanabi-dono? —preguntó el Morikage, que volvía a mesarse la perilla con gesto pensativo.
—A lo que voy, es que creo que deberíamos potenciar las misiones conjuntas, entre las Villas. No voy a pedirles que compartan vuestros mejores clientes, no, pero hay ciertas misiones, como por ejemplo la vigilancia u obra de las vías, que perfectamente se podría hacer en equipos mixtos. Creo que ayudaría a estrechar lazos, a trabajar en equipo, y, en definitiva, a prepararnos para lo peor. Sí, soy consciente de que podría surgir alguna problemática. Pero es que lo prefiero así. Prefiero que se produzcan roces en misiones controladas a que surjan en medio de la protección de un Jinchuuriki, haciendo que cada uno libre la batalla por su cuenta y terminen todos mal.
—No veo ningún problema con ello, Hanabi-dono. Me parece... bien —respondió Shanise, y Kenzou le dio la razón.
Entonces sucedió algo inaudito. Tras echar una breve ojeada a la arboleda por la cual había desaparecido la Arashikage, Shanise comenzó a hablar sobre ella, sobre lo difícil que era aquella curiosa mujer y las razones que la habían impulsado a ser así. Kenzou ya conocía muchos de aquellos detalles, después de todo la conocía desde que había subido al poder como Arashikage (si no antes) y conocía el carácter explosivo de la mujer. Quizás por eso le era más fácil lidiar con ella que el joven e inexperto Hanabi. También ayudaba su don de gentes, todo había que decirlo. Pero Shanise no se quedó ahí, llegó a admitir delante de las otras dos aldeas que no sería extraño un escenario en el que Yui abdicase, y que si no lo había hecho aún había sido debido a problemas internos con grupos extremistas, muchos de ellos de su propio clan.
Y entonces se quitó del rostro aquel respirador que siempre, siempre llevaba consigo, dedicándoles una afilada sonrisa similar a la de la misma Arashikage.
Kenzou se cruzó de brazos y se volvió hacia Hanabi. Después de todo, era a él a quien se había dirigido abiertamente.
—Y estos… carruajes, ¿qué tan grandes pueden ser? —El Uzukage planteó una nueva pregunta—. ¿A qué velocidad pueden ir? Sin duda, Uzushiogakure se apunta al proyecto.
Y Kenzou asintió enérgicamente, mostrando su apoyo y su curiosidad al mismo tiempo.
—De momento, sólo hemos construido prototipos —respondió Shanise, encogiéndose de hombros—. Pero Hanabi-dono. Decenas de personas. Quizás una centena. Al menos el doble de rápido que un shinobi, y si va por vías, salvando el terreno difícil... Sin duda será una revolución.
—¿¡Decenas o centenas de personas!? —exclamó el Morikage, absolutamente anonadado, apoyando ambas manos sobre el tablero de la mesa—. ¡Pero eso sería como desplazar a un pueblo pequeño entero!
—Me gustaría proponer una cosa al respecto —añadió Hanabi, desplazando la mirada de sus ardientes ojos de uno a otro—. Hay algo muy importante, de lo que ya se habló, en este Pacto: y es el compromiso de que nuestros ninjas protejan a los Jinchuurikis, sin importar de que Villan sean, por el bien mayor. No obstante, yo me pregunto: ¿cómo se compenetrarían si se diese dicha situación de riesgo? Creo que la respuesta es muy dispar. Unos bien, otros rematadamente mal. Pero, ¿y si pudiésemos hacer algo para mejorar este índice? Pienso fervientemente que jugaría a nuestro favor. Ya saben lo que dicen: planta una semilla, y quizá florezca; planta una piedra, y no te esperes una flor.
—¿Qué pretendes sugerir, Hanabi-dono? —preguntó el Morikage, que volvía a mesarse la perilla con gesto pensativo.
—A lo que voy, es que creo que deberíamos potenciar las misiones conjuntas, entre las Villas. No voy a pedirles que compartan vuestros mejores clientes, no, pero hay ciertas misiones, como por ejemplo la vigilancia u obra de las vías, que perfectamente se podría hacer en equipos mixtos. Creo que ayudaría a estrechar lazos, a trabajar en equipo, y, en definitiva, a prepararnos para lo peor. Sí, soy consciente de que podría surgir alguna problemática. Pero es que lo prefiero así. Prefiero que se produzcan roces en misiones controladas a que surjan en medio de la protección de un Jinchuuriki, haciendo que cada uno libre la batalla por su cuenta y terminen todos mal.
—No veo ningún problema con ello, Hanabi-dono. Me parece... bien —respondió Shanise, y Kenzou le dio la razón.
Entonces sucedió algo inaudito. Tras echar una breve ojeada a la arboleda por la cual había desaparecido la Arashikage, Shanise comenzó a hablar sobre ella, sobre lo difícil que era aquella curiosa mujer y las razones que la habían impulsado a ser así. Kenzou ya conocía muchos de aquellos detalles, después de todo la conocía desde que había subido al poder como Arashikage (si no antes) y conocía el carácter explosivo de la mujer. Quizás por eso le era más fácil lidiar con ella que el joven e inexperto Hanabi. También ayudaba su don de gentes, todo había que decirlo. Pero Shanise no se quedó ahí, llegó a admitir delante de las otras dos aldeas que no sería extraño un escenario en el que Yui abdicase, y que si no lo había hecho aún había sido debido a problemas internos con grupos extremistas, muchos de ellos de su propio clan.
Y entonces se quitó del rostro aquel respirador que siempre, siempre llevaba consigo, dedicándoles una afilada sonrisa similar a la de la misma Arashikage.
Kenzou se cruzó de brazos y se volvió hacia Hanabi. Después de todo, era a él a quien se había dirigido abiertamente.