26/01/2019, 23:56
Katsudon y la ANBU de Hanabi estaban avisados. Muy avisados. Se les había dicho, por activa y por pasiva, que no se moviesen un milímetro ante ninguna provocación. Ni siquiera ante una posible amenaza, no hasta que Hanabi no dijese lo contrario.
Cuando Yui se acercó a su Uzukage, no obstante, con la sonrisa afilada de un tiburón acercándose a su presa, no pudieron evitar arrimarse a él. ¿Para defenderle en caso de peligro? Probablemente. O quizá simplemente porque pegados a él se sentían más seguros. De hecho, era una bendición que la ANBU llevase máscara, pues estaba sudando a chorros por la frente. Ella solo había ido allí por el maldito Vínculo Sanguíneo. En realidad, dudaba que pudiese hacerle frente a ninguna de las bestias que allí se había congregado. Más que un templo, aquello parecía un panteón, lleno de Dioses encerrados en cuerpos mortales.
Hanabi sintió la necesidad de levantarse cuando Yui llegó hasta él, no tanto como un mecanismo de defensa, sino por educación. Lo que saldría a continuación de la boca de la Arashikage no se lo hubiese creído en la vida. Le halagó. Se subió a su barco —incluso cuando Shanise y Kenzou habían mostrado más que reticencias—, y fue más allá proponiendo unirse los tres por el Vínculo Sanguíneo. En este punto Hanabi hacía ya tiempo que le había estrechado la mano y la agitaba junto a ella.
Aquello era lo que realmente había querido desde el principio. Un Vínculo Sanguíneo que asegurase, de una vez por todas, la estabilidad de la nueva Alianza. Entre ellos, los Kage. Y ni siquiera había tenido que abrir la boca para proponerlo. Ya lo había hecho Yui por él.
Estaba feliz. Estaba sonriente. Estaba… «Shh. Tú no», se dijo, reforzando la coraza que aislaba el mundo de su chakra. No quería convertir una anécdota en algo más que eso.
—Una clave de sellado a tres… —miró a su ANBU, con gesto interrogatorio.
La ANBU, todavía demasiado aliviada de que al final el susto de Yui se hubiese quedado en nada, tardó unos momentos en reaccionar.
—Ehm… Sí… Se puede hacer. De hecho, creo que es una idea fantástica. L-lo siento. —se apresuró a añadir, nerviosa, por dar la opinión en un asunto de Kages.
Hanabi sonrió.
—Tranquila, yo pienso igual, Kuza-san. —Volvió a mirar a Yui—. Qué coño fantástica, me parece una idea cojonuda. De hecho, me molesta que no se me hubiese ocurrido a mí antes. —Un vínculo a tres, en todos sus aspectos. Si surgía alguna circunstancia que de verdad merecía romper aquella alianza, solo si los tres estaban de acuerdo, y daban su parte de clave, serían capaces de desvincularse sin morir en el proceso—. Que así sea, Yui-dono. Que así sea —dijo, con emoción, agitando ahora él la mano.
Claro que…
Desvió la mirada hacia Kenzou.
Todavía faltaba el anciano de mente olvidadiza.
Cuando Yui se acercó a su Uzukage, no obstante, con la sonrisa afilada de un tiburón acercándose a su presa, no pudieron evitar arrimarse a él. ¿Para defenderle en caso de peligro? Probablemente. O quizá simplemente porque pegados a él se sentían más seguros. De hecho, era una bendición que la ANBU llevase máscara, pues estaba sudando a chorros por la frente. Ella solo había ido allí por el maldito Vínculo Sanguíneo. En realidad, dudaba que pudiese hacerle frente a ninguna de las bestias que allí se había congregado. Más que un templo, aquello parecía un panteón, lleno de Dioses encerrados en cuerpos mortales.
Hanabi sintió la necesidad de levantarse cuando Yui llegó hasta él, no tanto como un mecanismo de defensa, sino por educación. Lo que saldría a continuación de la boca de la Arashikage no se lo hubiese creído en la vida. Le halagó. Se subió a su barco —incluso cuando Shanise y Kenzou habían mostrado más que reticencias—, y fue más allá proponiendo unirse los tres por el Vínculo Sanguíneo. En este punto Hanabi hacía ya tiempo que le había estrechado la mano y la agitaba junto a ella.
Aquello era lo que realmente había querido desde el principio. Un Vínculo Sanguíneo que asegurase, de una vez por todas, la estabilidad de la nueva Alianza. Entre ellos, los Kage. Y ni siquiera había tenido que abrir la boca para proponerlo. Ya lo había hecho Yui por él.
Estaba feliz. Estaba sonriente. Estaba… «Shh. Tú no», se dijo, reforzando la coraza que aislaba el mundo de su chakra. No quería convertir una anécdota en algo más que eso.
—Una clave de sellado a tres… —miró a su ANBU, con gesto interrogatorio.
La ANBU, todavía demasiado aliviada de que al final el susto de Yui se hubiese quedado en nada, tardó unos momentos en reaccionar.
—Ehm… Sí… Se puede hacer. De hecho, creo que es una idea fantástica. L-lo siento. —se apresuró a añadir, nerviosa, por dar la opinión en un asunto de Kages.
Hanabi sonrió.
—Tranquila, yo pienso igual, Kuza-san. —Volvió a mirar a Yui—. Qué coño fantástica, me parece una idea cojonuda. De hecho, me molesta que no se me hubiese ocurrido a mí antes. —Un vínculo a tres, en todos sus aspectos. Si surgía alguna circunstancia que de verdad merecía romper aquella alianza, solo si los tres estaban de acuerdo, y daban su parte de clave, serían capaces de desvincularse sin morir en el proceso—. Que así sea, Yui-dono. Que así sea —dijo, con emoción, agitando ahora él la mano.
Claro que…
Desvió la mirada hacia Kenzou.
Todavía faltaba el anciano de mente olvidadiza.