27/01/2019, 01:09
Las puertas al templo de abrieron y pronto se encontraron en el interior de la sala del trono. Altos muros de mármol y bloques pedruscos les dio la bienvenida, a su vez que caminaban sobre una alfombra, que ostentosa les guiaba el camino hacia el Noble de turno: Gabbra Takuya.
Un hombre que en juventud tuvo que haber sido bastante bajo ya de por sí, y que ahora, con inclemente paso del tiempo —el vino, las buena comida, y el exceso de hacer nada—. lucía más bajito aún. Su rostro se vestía de omnipresencia, aquella que por lo general habitaba las mentes de todos aquellos que nacieron en alta cuna y el cuál miró con desdén a los dos shinobi. Comadreja hizo una reverencia. Los dos guardias también.
Muñeca, bueno, no se le puede pedir un buen manejo de modales a una cría que para algunos probablemente estaba aún aprendiendo a contener su vejiga. Kaido apenas dobló el cuerpo.
—Gabbra-sama —escupió, conteniendo el asco que le generaba hacer la pelota al puto patriarcado—. no se deje engañar por las apariencias. En nuestro mundo, aquellos que aparentan ser gran cosa son los primeros en caer.
Volteó a ver a Muñeca.
—Muñeca-kun, ¿por qué no le sostienes la mano a éste hombre —miró al segundo guardia—. por un momento, ¿eh?
Un hombre que en juventud tuvo que haber sido bastante bajo ya de por sí, y que ahora, con inclemente paso del tiempo —el vino, las buena comida, y el exceso de hacer nada—. lucía más bajito aún. Su rostro se vestía de omnipresencia, aquella que por lo general habitaba las mentes de todos aquellos que nacieron en alta cuna y el cuál miró con desdén a los dos shinobi. Comadreja hizo una reverencia. Los dos guardias también.
Muñeca, bueno, no se le puede pedir un buen manejo de modales a una cría que para algunos probablemente estaba aún aprendiendo a contener su vejiga. Kaido apenas dobló el cuerpo.
—Gabbra-sama —escupió, conteniendo el asco que le generaba hacer la pelota al puto patriarcado—. no se deje engañar por las apariencias. En nuestro mundo, aquellos que aparentan ser gran cosa son los primeros en caer.
Volteó a ver a Muñeca.
—Muñeca-kun, ¿por qué no le sostienes la mano a éste hombre —miró al segundo guardia—. por un momento, ¿eh?