27/01/2019, 05:48
Era bastante curioso, que Muñeca fuera tan desafortunada en eso de elegir sabiamente los momentos en los cuáles comportarse como una niña, en cuáles no. Esa ocasión, donde Kaido esperaba que su pequeña demostración transmitiera un claro mensaje al hombre que tenía en frente, ella decidió hacerse la adulta. Al menos hasta que la idea coló en su pequeña cabecita, a veces inocente. Otras tantas...
—Por favor, por favor… Yo no fui, yo no fui. No, por favor, ¡no! —un toque mágico bastó para que el terror inundara al pobre hombre, obligándole a chillar como el puerco que se acerca a los filos de un matadero. Kaido se percató de la sutil diferencia entre lo que sintió él tras el tacto de Muñeca a lo que agobiaba ahora al segundo guardia. Ahora se daba cuenta de que nunca acabaría de conocer a Masumi en su totalidad, ni de los secretos que se escondían tras su oscura alma encerrada en el cuerpo de una princesa—. ¡NOO, POR FAVOR NOOOOO!
—Por las dunas de Sanbei —soltó Tetsu, desenvainando su espada. A lo que Kaido respondió con el alza de su brazo, y con su dedo índice apuntándole a la cabeza. Un simple gesto sumamente inverosímil para mundanos civiles como ellos, pero que escondía un inminente peligro.
—Eh eh eh. Cuidadito.
Ninguno tendría que calmar al otro, sin embargo. El noble advirtió a su guardia y controló sus impulsos protectores. Kaido alzó la vista hacia el viejo grasiento y sonrió con amplitud cuando entendió que éste había picado el anzuelo. Todos lo hacían. Después de todo, la vida de los sangre azul no solía ser demasiado emocionante salvo por alguna borrachera esporádica o algún intento de derrocamiento. Claro que eso no solía suceder en las familias menores.
»Bien. Parece que podemos hablar de negocios, pues.
—Bien —repitió—. ¿Por qué no nos habla un poco de ese encargo que necesita solventar?
—Por favor, por favor… Yo no fui, yo no fui. No, por favor, ¡no! —un toque mágico bastó para que el terror inundara al pobre hombre, obligándole a chillar como el puerco que se acerca a los filos de un matadero. Kaido se percató de la sutil diferencia entre lo que sintió él tras el tacto de Muñeca a lo que agobiaba ahora al segundo guardia. Ahora se daba cuenta de que nunca acabaría de conocer a Masumi en su totalidad, ni de los secretos que se escondían tras su oscura alma encerrada en el cuerpo de una princesa—. ¡NOO, POR FAVOR NOOOOO!
—Por las dunas de Sanbei —soltó Tetsu, desenvainando su espada. A lo que Kaido respondió con el alza de su brazo, y con su dedo índice apuntándole a la cabeza. Un simple gesto sumamente inverosímil para mundanos civiles como ellos, pero que escondía un inminente peligro.
—Eh eh eh. Cuidadito.
Ninguno tendría que calmar al otro, sin embargo. El noble advirtió a su guardia y controló sus impulsos protectores. Kaido alzó la vista hacia el viejo grasiento y sonrió con amplitud cuando entendió que éste había picado el anzuelo. Todos lo hacían. Después de todo, la vida de los sangre azul no solía ser demasiado emocionante salvo por alguna borrachera esporádica o algún intento de derrocamiento. Claro que eso no solía suceder en las familias menores.
»Bien. Parece que podemos hablar de negocios, pues.
—Bien —repitió—. ¿Por qué no nos habla un poco de ese encargo que necesita solventar?