28/01/2019, 19:18
Golpeé la pared con mucha fuerza, mucha, mucha, mucha fuerza, tal vez demasiada. Tal vez podría haber usado algo menos destructivo para que, aunque la entrada fuese sonora y vistosa igual, no tanto. Pero eso no era mi estilo, mi estilo era usar un pedazo de brazo de pura roca poderosa para reventar la pared y lo que no era la pared.
La grieta se extendió por todo el tejado, que amenazaba con caerse si se ejercía un poco más de presión mientras la pared entera se había venido abajo. La cueva en sí estaba unos dos metros más baja que donde estábamos Eri y yo.
Por desgracia, no veríamos mucho de la sala en la que entrabamos porque el golpe no solo tiró abajo la pared si no que además apagó la fuente de luz que había. Eri me hizo caso y la vi saltar y pegarse a la pared. Fui tras ella al instante y la pegué a la pared con mi cuerpo tras hacer un sello. Rápidamente nos cubrió una capa de tierra solida que nos escondía del exterior.
No veíamos nada, pero no tardaron en escucharse voces.
— ¿¡Qué coño acaba de pasar!? — preguntó una voz lejana, como si se acabase de encontrar con la escena.
— No, no lo sé, estábamos jugando a las cartas y, de repente, se ha venido el techo abajo.
— ¡Idiota! Eso no se ha venido abajo solo, alguien nos ha atacado. ¡Coge a los que estén vivos todavía y salid a buscar al responsable! Y más te vale que lo encontréis antes de que se entere el jefe.
— S-sí, señor.
Pasaron unos segundos en silencio hasta que se empezaron a escuchar movimientos de piedras.
— ¿Hay alguien vivo?
La única respuesta que obtuvo fueron algunos gruñidos y voces doloridas.
Eri estaba de pie de cara a mi, con la pared de verdad a la espalda y yo estaba de cara a ella con la capa artificial a mi espalda. Acerqué mi boca a su oído para susurrarle algo.
— Cuando quieras salir dimelo y quito la capa.
La grieta se extendió por todo el tejado, que amenazaba con caerse si se ejercía un poco más de presión mientras la pared entera se había venido abajo. La cueva en sí estaba unos dos metros más baja que donde estábamos Eri y yo.
Por desgracia, no veríamos mucho de la sala en la que entrabamos porque el golpe no solo tiró abajo la pared si no que además apagó la fuente de luz que había. Eri me hizo caso y la vi saltar y pegarse a la pared. Fui tras ella al instante y la pegué a la pared con mi cuerpo tras hacer un sello. Rápidamente nos cubrió una capa de tierra solida que nos escondía del exterior.
No veíamos nada, pero no tardaron en escucharse voces.
— ¿¡Qué coño acaba de pasar!? — preguntó una voz lejana, como si se acabase de encontrar con la escena.
— No, no lo sé, estábamos jugando a las cartas y, de repente, se ha venido el techo abajo.
— ¡Idiota! Eso no se ha venido abajo solo, alguien nos ha atacado. ¡Coge a los que estén vivos todavía y salid a buscar al responsable! Y más te vale que lo encontréis antes de que se entere el jefe.
— S-sí, señor.
Pasaron unos segundos en silencio hasta que se empezaron a escuchar movimientos de piedras.
— ¿Hay alguien vivo?
La única respuesta que obtuvo fueron algunos gruñidos y voces doloridas.
Eri estaba de pie de cara a mi, con la pared de verdad a la espalda y yo estaba de cara a ella con la capa artificial a mi espalda. Acerqué mi boca a su oído para susurrarle algo.
— Cuando quieras salir dimelo y quito la capa.
—Nabi—