28/01/2019, 20:52
Corriendo como lo hacían no dieron ni oportunidad a Nabi de alcanzarlos, no hasta que tuvieron que encargarse de uno de los ladrones que patrullaba gracias a la acción de Stuffy. No pararon ni a celebrar haberlo derrotado, así que continuaron, bajando por pasillos de roca hasta dar con risas y conversaciones que provenían del final del pasillo.
Ni Eri ni Stuffy pararon hasta que entraron en una enorme sala bien iluminada con una mesa de madera en el centro, con diversos hombres riendo, bebiendo y disfrutando de una charla que pronto llegaría a su fin sobre lo machos que eran por haber secuestrado mujeres y poder degustarlas en contra de su voluntad.
— A ti te tocan las hermanas rubias esas, capullo.
— A esas las matamos ayer cuando intentaban escapar, si es que no sé qué le pasa al jefe que siempre las deja escapar.
— ¿Es que quieres morir? Que te va a escuchar, desgraciado.
Stuffy ladró para hacerse notar, y pronto todas las mirada se posaron en ellos tres. El que parecía el jefe —el hombre que más imponía del lugar— no dijo nada, pero denotaba cierto poder sobre todo el lugar. Eri cerró los puños y se posicionó por delante de Nabi y Stuffy.
—Hemos venido a por el arma, devuélvanosla —dijo, con aparente calma, sin dejar de mirar a todos los que allí se encontraban, aunque por dentro sentía cierto temor por lo que podría ocurrir.
Ni Eri ni Stuffy pararon hasta que entraron en una enorme sala bien iluminada con una mesa de madera en el centro, con diversos hombres riendo, bebiendo y disfrutando de una charla que pronto llegaría a su fin sobre lo machos que eran por haber secuestrado mujeres y poder degustarlas en contra de su voluntad.
— A ti te tocan las hermanas rubias esas, capullo.
— A esas las matamos ayer cuando intentaban escapar, si es que no sé qué le pasa al jefe que siempre las deja escapar.
— ¿Es que quieres morir? Que te va a escuchar, desgraciado.
Stuffy ladró para hacerse notar, y pronto todas las mirada se posaron en ellos tres. El que parecía el jefe —el hombre que más imponía del lugar— no dijo nada, pero denotaba cierto poder sobre todo el lugar. Eri cerró los puños y se posicionó por delante de Nabi y Stuffy.
—Hemos venido a por el arma, devuélvanosla —dijo, con aparente calma, sin dejar de mirar a todos los que allí se encontraban, aunque por dentro sentía cierto temor por lo que podría ocurrir.