28/01/2019, 22:34
(Última modificación: 28/01/2019, 22:36 por Uzumaki Eri. Editado 1 vez en total.)
—Silencio —pidió el jefe, levantándose, medía tranquilamente dos metros—. Chiquilla, ¿tú eres la kunoichi que ha entrado en la ciudad? ¿Tú eres todo lo que nos manda Uzushiogakure tras semanas haciendo lo que nos place? Tu bestia parece feroz, pero yo tengo cien hombres en estos túneles con varias decenas de rehenes. ¿Qué crees que conseguirás de nosotros apareciendo aquí y exigiendo lo que no es tuyo? Nada.
Aguantó como todos los hombres allí presentes comenzaban a reírse ante las palabras antes mencionadas, y algo comenzó a hervir en su interior, sin embargo se contuvo en saltar y arrancarle la cabeza a aquel hombre. No le gustaba matar, no le había gustado para nada haberlo hecho con los anteriores, pero tampoco iba a permitir que aquellos hombres siguiesen haciendo lo que les placiera.
—Ahora vete y dile a tu kage que has fallado o únete y sacia a mis hombres, lo que más te apetezca.
—No.
Y Eri desapareció de su posición, volviendo a aparecer justo detrás del jefe de todos aquellos bandidos, con una bola de chispas resplandeciente que movía sus cabellos e iluminaba todo su rostro proveniente de su mano izquierda, moviéndose hacia delante hasta impactar con la espalda del mismo y mandándolo a volar por encima de la mesa donde todos sus hombres reían.
Aguantó como todos los hombres allí presentes comenzaban a reírse ante las palabras antes mencionadas, y algo comenzó a hervir en su interior, sin embargo se contuvo en saltar y arrancarle la cabeza a aquel hombre. No le gustaba matar, no le había gustado para nada haberlo hecho con los anteriores, pero tampoco iba a permitir que aquellos hombres siguiesen haciendo lo que les placiera.
—Ahora vete y dile a tu kage que has fallado o únete y sacia a mis hombres, lo que más te apetezca.
—No.
Y Eri desapareció de su posición, volviendo a aparecer justo detrás del jefe de todos aquellos bandidos, con una bola de chispas resplandeciente que movía sus cabellos e iluminaba todo su rostro proveniente de su mano izquierda, moviéndose hacia delante hasta impactar con la espalda del mismo y mandándolo a volar por encima de la mesa donde todos sus hombres reían.