28/01/2019, 23:09
Eri dejó que su Ninjutsu hablase por ella, apareciendose sin previo aviso detrás del líder de los bandidos y atravesando su trono y su espalda con su mano envuelta en una densa capa de chakra eléctrico. La kunoichi sintió la punta de sus dedos salir por el pecho del hombre, pero no logró atravesarlo del todo por la cantidad de capas que la retuvieron.
Sacó la mano justo a tiempo para que el hombre se levantase y posase sus manos sobre el hacha, dispuesto a levantarla incluso con un boquete enorme en la espalda.
— Maldita insensata. ¡Atacad!
Todos los hombres se pusieron en pie al mismo tiempo, algunos tropezándose, otros demasiado borrachos para saber donde estaba su espada. El bandido jefe levanto el hacha por encima de su cabeza, dispuesto a dejarla caer sobre Eri que estaba rodeada de bandidos. Justo entonces algo apareció tras él.
Yo completamente fuera de mí, con unas garras que parecían de oso y unos colmillos que parecían de vampiro, con los ojos inyectados en sangre. Me lancé sobre él, rasgándole los brazos a lo largo y obligandole a soltar el hacha mientras apoyaba mis pies en sus hombros. Su armadura parecía de hojalata contra mis garras reforzadas con chakra. Miré a Eri y ladeé la cabeza, para un segundo después saltar a la muchedumbre de bandidos confusos y empezar a despedazar y esquivar al mismo tiempo que Stuffy. El can se había lanzado a por los primeros de la mesa antes de que pudiesen prepararse y mordiendo y arañando se abría paso hasta nosotros.
Entonces se formó el caos. El líder en sus últimos estertores intentó levantar el hacha, pero el dolor en los brazos se lo hacía imposible. De los cinco o seis bandidos que rodeaban a Eri, solo dos la atacaron, probablemente porque la muchedumbre no tenía muy claro a por quien ir. De repente tenían dos bestias sangrientas que enfrentar y la kunoichi pelirroja parecía la menos peligrosa.
Por eso, entre empujones y desenvainos empezaron a aparecer más y más bandidos de los túneles laterales.
Sacó la mano justo a tiempo para que el hombre se levantase y posase sus manos sobre el hacha, dispuesto a levantarla incluso con un boquete enorme en la espalda.
— Maldita insensata. ¡Atacad!
Todos los hombres se pusieron en pie al mismo tiempo, algunos tropezándose, otros demasiado borrachos para saber donde estaba su espada. El bandido jefe levanto el hacha por encima de su cabeza, dispuesto a dejarla caer sobre Eri que estaba rodeada de bandidos. Justo entonces algo apareció tras él.
Yo completamente fuera de mí, con unas garras que parecían de oso y unos colmillos que parecían de vampiro, con los ojos inyectados en sangre. Me lancé sobre él, rasgándole los brazos a lo largo y obligandole a soltar el hacha mientras apoyaba mis pies en sus hombros. Su armadura parecía de hojalata contra mis garras reforzadas con chakra. Miré a Eri y ladeé la cabeza, para un segundo después saltar a la muchedumbre de bandidos confusos y empezar a despedazar y esquivar al mismo tiempo que Stuffy. El can se había lanzado a por los primeros de la mesa antes de que pudiesen prepararse y mordiendo y arañando se abría paso hasta nosotros.
Entonces se formó el caos. El líder en sus últimos estertores intentó levantar el hacha, pero el dolor en los brazos se lo hacía imposible. De los cinco o seis bandidos que rodeaban a Eri, solo dos la atacaron, probablemente porque la muchedumbre no tenía muy claro a por quien ir. De repente tenían dos bestias sangrientas que enfrentar y la kunoichi pelirroja parecía la menos peligrosa.
Por eso, entre empujones y desenvainos empezaron a aparecer más y más bandidos de los túneles laterales.
—Nabi—